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Su humilde familia húngara se trasladó a Estados Unidos cuando él era todavía un niño. Gracias a sus aptitudes físicas y a su temprana afición por la magia, Harry Houdini –su nombre original era Erich Weiss- se convirtió en uno de los mejores ilusionistas de la historia. Muchos le describen como un gran provocador, pues en sus espectáculos combinaba técnicas contorsionistas con trucos de extremo peligro físico que parecían sobrepasar los límites humanos y dejaban al público totalmente fascinado. Uno de los más conocidos era la Celda de tortura china, en la que le vemos a punto de entrar en la imagen. El que el mago se sumergía, atado de pies y manos, en un gran cubo lleno de agua del que salía como por arte de magia. En los últimos años de su vida, el ilusionista se convirtió en el azote de médiums y espiritistas, llegando a pactar un código secreto con su esposa justo antes de morir por si alguno de ellos trataba de contactar con él desde “el más allá”. Un código que su mujer nunca llegó a recibir.