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Entre el horror y la violencia que causaron las dos guerras mundiales del siglo XX hubo anécdotas que, aunque testimoniales, acontecían para recordar que los allí implicados eran seres humanos. Durante los primeros meses de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando el mundo tan solo empezaba a vislumbrar las trágicas consecuencias de la gran contienda, llegaron las fechas navideñas y con ellas apareció un atisbo de magia entre el lodazal de las trincheras. En la Nochebuena de 1914, los soldados de ambos bandos que batallaban en los frentes belgas y franceses, en este caso alemanes y británicos, pusieron decoraciones navideñas y se produjo un alto al fuego espontáneo. Las tropas se mezclaron, cantaron villancicos e intercambiaron cigarrillos. En la imagen se puede ver a dos soldados británicos —uno con chaqueta y otro con una balaclava— rodeados de soldados alemanes el 25 de diciembre de 1914, jornada durante la que se prolongó la tregua para poder enterrar a los caídos. No sabían que todo quedaría en una pequeña anécdota en una guerra de proporciones inimaginables que todavía se alargaría cuatro años más.