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Ni siquiera las impresionantes imágenes que dejó tras de sí el llamado Dust Bowl hacen justicia a la magnitud del desastre que supuso para los habitantes de las regiones que se vieron afectadas por una de las mayores tormentas de arena de la historia. Durante las décadas de 1920 y 1930 había progresado el cultivo de cereal en las Grandes Llanuras de Norteamérica, por lo que la vegetación que antaño las poblaba había desaparecido. En consecuencia y sumado a las sequías que ya a principios de los años 30 castigaron la zona, se sucedían episodios de fuertes ventiscas que arrastraban el polvo de la tierra. Dos periodistas que trabajaban documentando el desastre acuñaron por primera vez el término Dust Bowl (Cuenco de Polvo) para referirse al conjunto de estados que sufrían los efectos de estas continuas tormentas de polvo que acababan con los cultivos, mataban a los animales y hacían enfermar a la población. El éxodo de toda esta gente, y el consecuente empeoramiento de sus condiciones de vida, fue una de las peores crisis económicas de EE.UU. En esta imagen tomada en 1937 se puede ver una de las múltiples tormentas amenazando sobre las casas e iglesia de un pueblo.