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Era 1935 y Charles Wagner ya hacía 45 años que se ganaba la vida como tatuador profesional. Había nacido en 1875 en Nueva York y se definía a él mismo como un artista. Su cuerpo estaba prácticamente cubierto por sus propios tatuajes, algo que se puede intuir en esta imagen tomada en octubre de 1935 en su estudio neoyorquino. A estas alturas, Wagner ya era todo un referente pues, además de ser una de las pocas personas que se dedicaba al oficio, había introducido una serie de mejoras en las máquinas de tatuar que permitieron revolucionar la técnica. A día de hoy aún se le recuerda como uno de los pioneros del arte del tatuaje urbano.