Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
Actualizado a
· Lectura:
El 29 de julio de 1937, con tan solo 16 años, Faruq I se convirtió en soberano de Egipto a causa de la muerte de su padre, el rey Fu'ad; tres días más tarde, el 1 de agosto, fue investido en el Parlamento del país. En aquel momento parecía un monarca prometedor: había recibido una educación de alto nivel en Egipto y en Gran Bretaña, gozaba de una buena aceptación entre el pueblo y, pese a su juventud, ya se había casado.
Pero estas expectativas pronto se desvanecieron. Su desmesurado tren de vida (joyas, palacios, coches de lujo…) hizo caer rápidamente su popularidad entre la población, la mayoría de la cual vivía en condiciones muy precarias; y no se preocupaba de los problemas del país, lo que puso a la mayoría de facciones políticas en su contra. Por si eso fuera poco tenía la mala reputación de robar bienes personales de los dignatarios extranjeros que le visitaban o incluso a los que él visitaba, como un reloj que se llevó de casa de Winston Churchill. Finalmente fue derrocado en 1952 por los militares dirigidos por Gamal Abdel Nasser, que transformó Egipto en una república. Al rey no pareció importarle demasiado: se exilió en Italia y luego en Mónaco, manteniendo buena parte de su fortuna y el mismo tren de vida que había llevado siempre.