Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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Así era la ciudad de Shanghai en 1936: un paisaje que nada tiene que ver con el actual, dominado por los rascacielos. Y es que el aspecto de las ciudades chinas cambió drásticamente en la década de 1990 y en el caso de algunas, como Shanghai, la transformación fue radical. Deng Xiaoping definió esta ciudad como “la cabeza del dragón” que debía impulsar China hacia el futuro hasta convertirse en una de las principales potencias mundiales.
En menos de dos décadas, la ciudad que había sido conocida como “la perla de Oriente” se transformó radicalmente, especialmente en el distrito de Pudong; y la Exposición Universal de 2010 consolidó aún más su fuerza como motor económico de China. El sector financiero hizo cuantiosas inversiones, grandes compañías eligieron la ciudad como su sede y así se convirtió en un imán para trabajadores de alta cualificación, lo que a su vez hizo crecer exponencialmente los servicios y el ocio: actualmente es una de las ciudades más vibrantes de China y un escaparate para la clase alta. En contrapartida, su rápido crecimiento ha causado grandes problemas de contaminación del aire y el agua.