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Habiendo heredado el trono de su difunto padre Pedro I, Alejandro I se convirtió en Rey de los Serbios, Croatas y Eslovenos en 1921. Durante su cargo de regente ya había expresado el deseo de unificar todos los territorios del reino en un solo estado, Yugoslavia, pero no pudo llevarlo a cabo hasta 1929, cuando ya había abolido la Constitución e inhabilitado el Parlamento, tras lo cual empezó a acumular todo el poder político en su figura. Convencido de que el sistema democrático no podía dar solución a los graves problemas del reino, transformó el sistema en una auténtica dictadura: se prohibieron los partidos políticos y las elecciones, así como otros derechos básicos de los ciudadanos. Las imposiciones no hicieron más que dar razones a los opositores y aumentar los sentimientos nacionalistas en el territorio. El 9 de octubre de 1934 fue asesinado durante una visita a Marsella por un revolucionario macedonio. Por ello, el 10 de octubre, un día después del atentado, el que iba a convertirse en Pedro II de Yugoslavia (su hijo), en la imagen acompañado por su abuela, la reina Maria de Rumania, embarca rumbo a París al encuentro de su recién enviudada madre.