Abel G.M.
Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas
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El destructor USS Arizona se hunde entre llamas el 7 de diciembre de 1941, el día del ataque a Pearl Harbor. Aquella mañana, varios escuadrones de cazas y bombarderos japoneses lanzaron un ataque sorpresa sobre esta base militar estadounidense ubicada en Hawaii. La intención era lanzar una advertencia a Estados Unidos para disuadirlo de interferir en la expansión del Imperio Japonés por el sudeste asiático, aunque provocó el efecto contrario: una acción contraria a las convenciones de la guerra que enfureció a la opinión pública y dio al presidente Roosevelt el impulso para llevar al país a la guerra, lo que al final provocaría la caída del imperio y millones de muertos para Japón.
Aunque el ataque era sorpresa, la intención de la Armada Japonesa era que se produjera poco después de la declaración de guerra, para que no fuese considerado un crimen de guerra: el mensaje debía ser enviado por telegrama a la embajada japonesa en Washington, pero era tan largo que la transcripción se retrasó y el embajador lo presentó más de una hora después del inicio del ataque. Este mensaje, además, no era una declaración explícita de guerra sino solamente una notificación de que Japón ponía fin a las negociaciones, mientras que la declaración formal solo fue emitida al día siguiente del ataque. Una maniobra mal calculada que le costaría muy cara a Japón.