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A principios de la década de 1930, las dramáticas consecuencias de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) todavía proyectaban una alargada sombra sobre las potencias europeas. Este pánico generalizado a ver repetidos los horrores de la Gran Guerra allanó el camino a Adolf Hitler, quien continuamente violentaba los acuerdos internacionales con su agresiva política expansionista: la remilitarización de Renania, el Anchluss, la ocupación de los Sudetes... Los Acuerdos de Múnich de 1938 terminaron por confirmar de manera tácita que ni Francia ni el Reino Unido estaban dispuestos a arriesgar la paz para pararle los pies al Führer. El primer ministro británico Neville Chamberlain, presente en la conferencia junto a Hitler y Mussolini, fue una de las personalidades más visibles de la llamada política de apaciguamiento. De hecho, en esta imagen se le puede ver recién llegado de la capital bávara celebrando con la prensa el haber evitado la guerra gracias al pacto alcanzado y pronunciando un célebre discurso en el que dijo haber conseguido la "paz para nuestros tiempos". Sin embargo, tales decisiones no hacían sino postergar el enfrentamiento, dando alas a una Alemania cada vez más poderosa. El futuro Premier Winston Churchill así lo creía, y por ello le dijo a Chamberlain: "Tuvo usted para elegir entre la humillación y la guerra, eligió la humillación y nos llevará a la guerra."