Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
Actualizado a
· Lectura:
El 24 de agosto de 1929 nació Yasir Arafat (a la derecha en la foto), quien fue presidente de la Autoridad Nacional Palestina y una de las figuras más importantes en el largo y sangriento conflicto entre Israel y Palestina; sus esfuerzos le valieron el Premio Nobel de la Paz en 1994 conjuntamente con los políticos israelíes Shimon Peres e Isaac Rabin.
Los tres líderes recibieron el premio por su contribución significativa en la firma del Acuerdo de Paz de Oslo, que buscaba poner fin al conflicto y establecer una base para la coexistencia pacífica entre israelíes y palestinos. Este acuerdo, firmado en 1993, fue un hito histórico, ya que fue la primera vez que ambas partes reconocieron oficialmente la existencia mutua del otro y aceptaron negociar para lograr una solución pacífica al conflicto.
Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Peres, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Israel, y Rabin, entonces primer ministro de Israel, jugaron papeles clave en la negociación y la firma del acuerdo. El premio Nobel de la Paz fue un reconocimiento al trabajo de estos líderes para buscar una solución pacífica y un recordatorio del compromiso necesario para lograr la paz: si todos la deseaban, todos tendrían que trabajar para ella.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados por los galardonados y el reconocimiento internacional, la paz duradera en la región sigue siendo un desafío, y el conflicto israelí-palestino continúa hasta el día de hoy. Ambas partes acusaron a la otra de no cumplir con sus compromisos bajo el acuerdo, lo que llevó a una escalada de tensiones y dificultó la implementación efectiva de las medidas acordadas.
A pesar del acuerdo, ambos lados continuaron perpetrando actos de violencia, incluyendo ataques terroristas y represalias, lo que socavó la confianza entre las partes y dificultó la implementación del acuerdo. En particular, el estatus de Jerusalén, considerada una ciudad sagrada tanto por israelíes como por palestinos, y la expansión de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Oriental, fueron vistos por los palestinos como un obstáculo para la creación de un Estado palestino independiente y viable.