Nadie espera al Tercer Reich

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Septiembre de 1938. Una mujer compra una máscara de gas en una tienda de Praga, preparándose para una invasión que parece inevitable: ese año Adolf Hitler reclamó la región de los Sudetes, en Checoslovaquia, como parte del Tercer Reich. Intentando evitar una nueva guerra mundial, Gran Bretaña y Francia aceptaron que Hitler se anexionara los Sudetes, algo que Checoslovaquia consideró una traición y que, al final, no frenó las ambiciones del líder nazi: en marzo de 1939 se creó el Protectorado de Bohemia y Moravia, un estado satélite de Alemania que incorporaba lo que hoy es la República Checa. La ocupación se mantuvo hasta casi el final de la guerra, con algunos intentos de liberación por parte de la resistencia checa. Cuando Neville Chamberlain, el entonces primer ministro, presentó el Acuerdo de Munich como un éxito, Winston Churchill advirtió: “Esto no es más que el primer sorbo de una copa amarga que nos ofrecerán año tras año (…). Les dieron a elegir entre el deshonor y la guerra, eligieron el deshonor y ahora tendrán la guerra”.