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“Este sofocante verano del legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio." Estas palabras resonaron con ímpetu desde los altavoces instalados frente al Monumento a Lincoln, en Washington, el 28 de agosto de 1963. Las pronunció Martin Luther King en un fragmento de uno de los discursos más famosos de la historia: I have a dream (Tengo un sueño). La avenida que precede al monumento lucía con este impresionante aspecto durante la manifestación que, con una asistencia aproximada de entre 200.000 y 300.000 personas, se convirtió en todo un hito del movimiento pro derechos civiles en los Estados Unidos. Al cabo de un año se aprobó la conocida como Ley de los derechos civiles, y en 1965 la Ley del derecho al voto, que pretendía terminar con la discriminación electoral por cuestiones de etnia o color de piel.