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Alfonso XIII fue rey de España entre 1902 y 1931, cuando se proclamó la Segunda República. Ascendió al trono el 17 de mayo de 1902 con solo 16 años, una edad muy joven para un país que vivía momentos muy convulsos con numerosos conflictos internos y el trauma aún reciente por la pérdida de las últimas colonias.
El rey hizo un intento para modernizar el país, especialmente en lo que se refería a infraestructuras; durante su reinado cabe destacar el impulso que dio al ferrocarril, imprescindible para el comercio, más aún cuando el país fue un punto de abastecimiento durante la Primera Guerra Mundial gracias a su posición de neutralidad.
Aun así, no pudo evitar la creciente conflictividad interna, principalmente debida a la inestabilidad política, a la lucha obrera y al descontento de varios poderes fácticos (especialmente el ejército) con los cambios sociales que experimentaba el país. Esto hizo que diese apoyo al golpe de Estado de 1923 encabezado por el general Primo de Rivera; su apoyo al dictador terminó de minar su popularidad.
Su final fue tan precipitado como su ascenso: en 1931, tras unas elecciones municipales en las que las listas republicanas exhibieron una gran fuerza, abandonó el país rápidamente ante la inminente proclamación de la Segunda República. Nunca volvió a España y, aunque tras la victoria de Franco en la Guerra Civil Española albergó la esperanza de que su dinastía fuera restaurada, el nuevo dictador no dio una segunda oportunidad al que consideraba culpable de la situación que había llevado a la República.