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La fría noche del 27 de febrero de 1933 una espesa nube de humo se levantaba sobre el cielo de Berlín. Pocos minutos después de las 21h se había declarado un agresivo incendio en el Reichstag que amenazaba con destruir el edificio, como se puede ver en la imagen sobre estas líneas. Alguien alertó a la policía del suceso, que se presentó en la escena y detuvo a Marinus van der Lubbe en los alrededores. Tras ser torturado, Van der Lubbe, un joven comunista desempleado, confesó ser el autor del incendio, por lo que fue condenado a muerte y ejecutado pocos meses después. Hitler había ascendido al poder pocas semanas atrás y utilizó el incendio como arma propagandística contra el comunismo, consiguiendo que se aprobase una ley que le permitió extender la persecución de comunistas por todo el país. Aunque no ha dejado de ser objeto de polémicas, la realidad es que este hecho fue una de las herramientas clave del régimen nazi para consolidar su influencia política. Años después se especuló con la posibilidad que hubiese sido el propio Herman Göring el autor del incendio, aunque él mismo lo negó durante el interrogatorio al que fue sometido en los juicios de Núremberg.