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Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Hungría cayó bajo la esfera de la influencia rusa. El gobierno autoritario de Mátyás Rákosi, de corte estalinista, creó una policía política, formó un partido único y emprendió medidas que empeoraron el nivel de vida y coartaron las libertades de la población húngara. En consecuencia, el malestar de la sociedad se incrementó y el 23 de octubre de 1956 estalló una revuelta social cuyo detonante fue una manifestación estudiantil sofocada de manera violenta con la muerte de varios de sus participantes. La revuelta se extendió rápidamente por todo el país, incluso algunos soldados abandonaban sus uniformes y entregaron sus armas para unirse a la revuelta, por lo que la administración húngara solicitó refuerzos a las fuerzas soviéticas. Horas más tarde, los tanques rusos entraban en Budapest, la capital. Sin embargo, el ánimo y la violencia de los revolucionarios también se intensificó, los símbolos comunistas eran atacados y los tanques soviéticos capturados, como se puede ver en la imagen sobre estas líneas. Al cabo de pocos días, parecía que las hostilidades iban cesando y el 28 de octubre se estableció un alto al fuego. Rákosi fue sustituido por Nagy, quien abandonó el Pacto de Varsovia inmediatamente y prometió próximas reformas. Finalmente, el 4 de noviembre, la URSS decidió intervenir e invadió Hungría por la fuerza, encontrando todavía ciertos focos de resistencia que fueron aplastados con violencia, el último de los cuales aguantó hasta el 10 de noviembre. El nuevo gobierno de János Kádár terminó con toda oposición política en el país, que seguiría bajo influencia rusa hasta la caída de la URSS en 1991.