Abel G.M.
Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas
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El 2 de noviembre de 1917, el ministro de Exteriores del Reino Unido Arthur James Balfour emitió una declaración escrita con la que pretendía dar esperanza a un pueblo perseguido durante siglos. ¿Imaginaba entonces que sería el germen de un conflicto que lleva décadas arrastrándose?
La Declaración Balfour expresaba el apoyo del gobierno británico a la creación de un "hogar nacional para el pueblo judío" en Palestina. Dicho territorio formaba parte del Imperio Otomano, pero al terminar la Primera Guerra Mundial este desapareció y Palestina pasó bajo mandato británico durante las siguientes tres décadas.
Pero no era para nada un regalo gratuito: Gran Bretaña buscaba el apoyo de la comunidad judía internacional, particularmente en Estados Unidos, para ganar la guerra. Consciente de los problemas que esto podía generar con los árabes, cuyo apoyo también necesitaban para vencer al Imperio Otomano, la declaración incluía un punto según el cual "nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina"; es decir, los musulmanes pero también la minoría cristiana.
La Declaración Balfour fue el germen para la creación del estado de Israel, pero tardó mucho más en aplicarse de lo previsto, demasiado tarde para evitar el Holocausto. Además, cuando finalmente nació el nuevo país, surgieron dificultades más grandes de las esperadas, ya que los vecinos árabes de Israel y los palestinos se negaron a reconocer el nuevo estado. Así empezó un conflicto que todavía dura 75 años después.