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Desde muy joven, el pintor francés Claude Monet tenía muy claro cuál era su vocación, hasta el punto que hizo el servicio militar –fue destinado a Argelia en 1861– a pesar de que su familia le había ofrecido pagar la cantidad exigida para quedar eximido si abandonaba la pintura. Monet estaba convencido de su apuesta y, a pesar de no tener formación artística, empezó a dibujar caricaturas que le dieron sus primeros ingresos. Desde entonces, su evolución como pintor fue tal que terminaría convirtiéndose en el precursor del Impresionismo con su cuadro Impresión, Sol naciente (1872), un estilo que marcó el desarrollo de los movimientos de vanguardia de principios del siglo XX. Uno de los principales objetivos en las obras impresionistas era la representación de la luz, algo que se ve reflejado también en su serie de Nenúfares. El pintor encontraba la inspiración en los jardines de su casa de Giverny, donde se instaló en 1883 y donde se le puede ver, con su espesa y característica barba blanca, en la imagen sobre estas líneas tomada en junio de 1923.