Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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Vladimir Demikhov fue un científico soviético pionero en el trasplante de órganos, pero que ha acabado pasando a la historia por sus experimentos macabros con animales en la década de 1950, dignos del propio Frankenstein: en particular, sus perros con dos cabezas.
Demikhov quería demostrar que era posible realizar trasplantes de órganos vivos y, para ello, no tuvo mejor idea que mutilar a un perro e “injertar” su cabeza – a veces incluso hasta el tronco superior – en el cuerpo de otro perro, conectando la cabeza injertada al sistema nervioso y circulatorio del perro huésped. Y no lo hizo solo una vez, sino más de 20: en todas las ocasiones murieron ambos perros; el que más tiempo sobrevivió duró cuatro días contados.
Los experimentos de Demikhov desataron una ola de indignación entre sus compañeros de profesión y entre la opinión pública. Él en cambio veía su trabajo como una investigación por el bien de la humanidad, aunque fuese con métodos crueles para los animales: hay que decir que una parte de la comunidad científica reconoció que sus avances abrían la puerta a los trasplantes en humanos. Hoy en día, todavía hay quien duda entre verlo como un pionero de la medicina o un aspirante loco a doctor Frankenstein.