Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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Un cartel en una carnicería de Seattle anuncia que “el racionamiento termina mañana” ante la alegría de estas clientas, que por última vez deben mostrar sus cartillas. Era noviembre de 1945 y el final de la Segunda Guerra Mundial empezaba a notarse en la vida diaria. El racionamiento, en menor o mayor grado, fue una constante en muchos países durante el conflicto, debido sobre todo a la dificultad de realizar importaciones. Dichas cartillas funcionaban por puntos y cada persona tenía un cupo semanal o mensual para gastar en diversos productos; aquellos que eran más demandados por el ejército, como los alimentos procesados, costaban muchos más puntos que los productos frescos que, por su naturaleza perecedera, no podían ser enviados al frente. Había además un límite para ciertos productos como la gasolina o el azúcar. Esto, por supuesto, hacía que el mercado negro prosperara y hubiera gente que amasaba auténticas fortunas.