El fin del Imperio de Japón

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El almirante Chester W. Nimitz, comandante en jefe de la Flota americana del Pacífico, firma el acta de rendición de Japón en el acorazado Missouri, el 2 de septiembre de 1945. Con la rendición de la última potencia del Eje, la Segunda Guerra Mundial finalizaba definitivamente; sin embargo, no fue una rendición fácil ni siquiera para los vencedores: casi 8 millones de soldados japoneses fueron hechos prisioneros, el país estaba absolutamente devastado y siguió un largo periodo de hambruna. La ocupación de Japón duró hasta abril de 1952, unos años en los que el país se reformó profundamente bajo la supervisión de las fuerzas aliadas (principalmente estadounidense): se prohibió en la Constitución tener un ejército típico (en su lugar se crearon las Fuerzas de Autodefensa, que no podían intervenir fuera del país) y el Estado pasó por una purga ideológica similar a la que desnazificación alemana. La ocupación no estuvo exenta de abusos por parte de los militares aliados y significó también la pérdida de la isla de Sajalín y las Kuriles a manos de la URSS, que expulsó de ellas a casi medio millón de japoneses.