Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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Guillermo II, ex-emperador de Alemania, posa en su residencia de Doorn (Países Bajos) para el retrato oficial de su 70º aniversario. La foto fue tomada en 1929, diez años después de haber abdicado del trono, cuando aparentemente el antiguo kaiser se había entregado a una “jubilación” sosegada y amenizada por las visitas que recibía y a veces realizaba, ya que seguía siendo una personalidad muy distinguida (el entonces rey británico, Jorge V, era primo suyo).
Pero en su fuero interno, Guillermo siempre albergó esperanzas de que algún día la monarquía fuese restaurada en Alemania y la casa de los Hohenzollern recuperase el lugar que, en su opinión, les pertenecía por derecho desde hacía siglos. Realizó algún intento de acercamiento a Adolf Hitler cuando se hizo con el poder, con la esperanza de obtener apoyos para la restauración de la monarquía; intentos que el dictador siempre rechazó categóricamente, puesto que culpaba al kaiser de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. Aun así, en sus memorias queda claro cuánto despreciaba a aquel hombre que había convertido “nuestra Alemania, que era una nación de poetas y músicos, de artistas y de soldados” en “una nación de histéricos (…) dirigida por un montón de mentirosos y fanáticos”. Guillermo II murió durante la ocupación nazi y sin ver restaurada su dinastía.