Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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Entre 1964 y 1968 se llevó a cabo uno de los proyectos más ambiciosos de la historia de la arqueología: el traslado de un monumento egipcio de 3.200 años de antigüedad. Abu Simbel, el gran templo del faraón Ramsés II, fue desmontado pieza por pieza y reconstruido en una nueva ubicación. El motivo de este traslado era la construcción de la Gran Presa de Asuán, que al ser completada inundaría el valle que hoy es el Lago Nasser. Este proyecto, que pretendía abastecer de electricidad al país, suponía también la pérdida de incontables tesoros del antiguo Egipto.
Por ello, la UNESCO puso en marcha una campaña internacional para salvar cuantos fuera posible; Abu Simbel fue uno de los 24 afortunados monumentos que se salvó de perderse para siempre bajo las aguas del Nilo. Fue una obra a la altura de las grandes proezas de los faraones puesto que, aunque se contaba con maquinaria moderna, tenía una fecha límite por la construcción de la presa y, además, había que identificar cada bloque para asegurarse de que el templo era reconstruido exactamente igual en su nueva ubicación.
Algunos de los templos rescatados fueron donados a los países que más habían ayudado a salvarlos, como es el caso del Templo de Debod, que se encuentra en Madrid.