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Cualquier mensaje político que tuviera lugar en la Europa en 1917 tenía un propósito orientado a favorecer la posición del país emisario en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Este fue el caso de la Declaración Balfour. El entonces ministro de Asuntos Exteriores Arthur Balfour envió una carta en noviembre de 1917 en nombre del gobierno británico al líder de la comunidad judía británica donde expresaba su posición favorable a la creación de un "hogar nacional para el pueblo judío" dentro de los límites de la Palestina británica. La declaración también estipulaba que "nada debía hacerse que pudiera perjudicar a los derechos civiles o religiosos de las comunidades no-judías que ya existían en Palestina". Sin embargo, el texto ni siquiera nombraba a estas comunidades por su nombre. Los británicos esperaban que esto les granjeara el apoyo de la comunidad judía, especialmente la estadounidense, en favor de los Aliados en el marco de la Gran Guerra, y que beneficiara sus intereses de mantener abiertas las rutas que permitían las comunicaciones a través del cercano Canal de Suez hacia sus posesiones coloniales en la India. En la imagen se puede ver al ya ex ministro en una visita en 1925 a las principales ciudades de lo que a partir de 1948 se convertiría en Israel.