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Una profesora llamada Christa McAuliffe estaba llamada a ser una de las grandes protagonistas de la décima misión del Challenger, el transbordador espacial de la NASA. El plan era dar dos clases desde el espacio a sus alumnos y una serie de conferencias con el objetivo de incentivar el interés de los estudiantes en carreras relacionadas con la alta tecnología. Lamentablemente, el 28 de enero de 1986 y tras los primeros segundos de despegue, el Challenger experimentó un fallo en los cohetes propulsores y se desintegró delante de la mirada de cientos de personas que se habían reunido en el lugar para verlo y de miles de telespectadores que lo seguían en directo. En un principio se creyó que los siete tripulantes de la misión habían muerto en el instante, pero la cabina en la que viajaban salió despedida sin sufrir grandes daños y llegó al océano tras casi tres minutos de caída libre, donde sí que terminó desintegrándose al impactar contra el agua. Investigaciones posteriores determinaron que algunos podrían haber llegado vivos al impacto, pues había indicios de que habían intentado activar sus sistemas auxiliares de oxígeno.