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Aunque las condiciones eran realmente pésimas e infrahumanas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), los soldados todavía eran capaces de mantener una pizca de humor. La imagen sobre estas líneas fue enviada por un soldado junto a una de las cientos de cartas que periódicamente partían del frente hacia múltiples destinos titulada como "Caza de piojos". No se ha podido conservar ni la fecha ni el lugar en los que fue tomada la fotografía, pero sí se sabe que los protagonistas son un grupo de soldados alemanes, y contribuye a hacerse una idea del estilo de vida al que obligaba la guerra de trincheras. Estos agujeros cavados en el suelo por las tropas se convertían muy a menudo en su propia tumba y fueron descritas por muchos como un auténtico infierno en la tierra. Bajas temperaturas, humedad, barro, suciedad y epidemias eran los compañeros habituales de los hombres que podían llegar a pasar semanas sin salir de ellas, esperando un ataque enemigo que podía terminar con sus vidas. Los piojos era una de las presencias más habituales, pues la higiene era también un privilegio escaso.