Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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Un grupo de ciclistas en el velódromo de Les Arenes (Barcelona) en 1907. Estos lugares de deporte y recreo estuvieron muy de moda en España a finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, para caer luego en el abandono. Alrededor de las ciudades industrializadas surgieron velódromos como setas, que para algunos eran lugares de recreo y para otros un espacio donde entrenarse.
El éxito de los velódromos se debía a que eran espacios muy cercanos, abiertos a todos, y el ciclismo era un deporte muy asequible para practicar como hobby. Además, en sus mejores tiempos no era raro ver a ciclistas profesionales entrenándose en ellos, lo cual inspiraba a otros a querer dedicarse a la competición.
El declive de los velódromos en España empezó desde la Guerra Civil, puesto que eran espacios que requerían de un mantenimiento continuo para impedir que las malas hierbas los invadieran y el asfalto se deteriorase. Durante la industrialización de mediados del siglo XX, muchos antiguos velódromos ya estaban en tan malas condiciones que se optó por convertirlos en parques municipales o incluso en rotondas. Hoy en día, los pocos velódromos que quedan se enfrentan a su desaparición por la falta de mantenimiento.