Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, príncipe heredero del Imperio Austrohúngaro, salió con su esposa a dar el que sería para ambos el último paseo: pocas horas más tarde serían asesinados en Sarajevo por Gravilo Princip, perteneciente a la organización anarquista Joven Bosnia.
El atentado formaba parte de una conspiración mayor contra el imperio, que nunca llegó a esclarecerse del todo. Los autores del atentado y los principales conspiradores fueron juzgados y más de la mitad de ellos fueron condenados a diversas penas: curiosamente, el autor material no fue condenado a muerte sino a cadena perpetua.
Sin embargo, ese atentado desencadenaría una serie de reacciones diplomáticas que desembocarían en la Primera Guerra Mundial. El Imperio Austrohúngaro exigió a Serbia una investigación en profundidad sobre el atentado para esclarecer responsabilidades; Serbia no solo se negó, sino que movilizó a algunos reservistas a lo largo de la frontera con el imperio, el cual respondió declarando la guerra al país balcánico el 28 de julio.
Esa declaración desencadenó un efecto dominó. Por un lado, Rusia apoyó a Serbia por miedo a la expansión austrohúngara en los Balcanes; Francia, debido a un pacto firmado con los rusos, se veía obligada a entrar también en guerra. Por el otro, el Imperio Alemán e Italia formaban la Triple Alianza con el Imperio Austrohúngaro, obligándoles también a entrar en guerra. Era el principio de uno de los conflictos más sangrientos de la historia de la humanidad.