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Su obra empezó a adquirir notoriedad cuando, en 1980 y con tan solo 21 años, una de sus creaciones apareció en uno de los paneles luminosos de Times Square, em Nueva York. Desde entonces, Keith Haring pasó a formar parte de la vanguardia artística internacional, codeándose con nombres de la talla de Andy Warhol. De repente, el artista tuvo que lidiar con la presión del mercado, algo que no resultó fácil para él pero que sin embargo le permitió sacar dinero de su trabajo y dedicarse plenamente a pintar. A pesar de ello, Haring siempre se mostró preocupado por que su arte fuera popular y llegase a todo el público, de modo que nunca renunció a pintar en la calle, en lugares públicos o colaborar con todo tipo de entidades sin ánimo de lucro. A mediados de los ochenta hizo público que había contraído el Sida y, con la incertidumbre de cuánto tiempo le quedaba, decidió invertir el resto de su vida en viajar creando obras por el mundo. Murió en 1990, a los 31 años. Su estilo, sencillo, directo y comprometido, sigue siendo uno de los más reconocibles del arte de finales del siglo XX. En la imagen se puede ver al artista trabajando en un mural del Stedelijk Museum de Ámsterdam en 1986.