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El deporte del ajedrez no era un ámbito en el que las mujeres tuvieran apenas presencia a principios del siglo XX. Sin embargo, la alemana Sonja Graf fue una excepción. Aprendió a jugar al ajedrez en los cafés del barrio muniqués de Schwabing, tratando de pasar el máximo tiempo posible fuera de casa alejada de los maltratos físicos y psicológicos de su padre. En 1931, a los 23 años, se había convertido en una jugadora de fama internacional, y en 1936, cuando fue tomada la imagen sobre estas líneas en el Café Utrecht donde que se enfrenta al campeón local, ya viajaba por toda Europa participando en los torneos del circuito profesional. Solía mostrarse en público ataviada con vestuario y aspecto masculinos porque, según explicaba, le permitía moverse por el mundo con mayor libertad. Jugó en varias ocasiones contra la rusa Vera Menchik, la campeona del mundo, y estuvo a punto de arrebatarle el título en 1939 en Buenos Aires. Allí le sorprendió el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Puesto que había expresado públicamente su oposición al nacionalsocialismo de Hitler, desde el gobierno de Berlín se emitió una orden que le prohibía jugar como representante alemana. Tuvo que participar en el torneo argentino en condición de apátrida. Tras el inicio de la contienda, nunca regresó a Alemania, permaneció un tiempo en el país sudamericano y se trasladó finalmente a Estados Unidos, donde formó una familia y se retiró de las competiciones.