Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología
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En 1922, el arqueólogo Howard Carter empezó una desesperada última campaña en el Valle de los Reyes, el lugar de enterramiento de los faraones del Reino Nuevo: su mecenas, el artistócrata Lord Carnarvon, estaba decidido a cortarle el grifo si no encontraba algo digno de mención. El 4 de noviembre, un trabajador descubrió por casualidad lo que parecía la esquina de un peldaño. Los trabajos de limpieza revelaron lo que Carter tanto había buscado: la entrada a una tumba. Aún no lo sabía, pero acababa de hacer uno de los descubrimientos más importantes de la historia de la arqueología: la tumba del faraón Tutankamón, intacta y preservada de los saqueadores durante más de 3.000 años. El hipogeo había quedado sepultado por escombros de una tumba posterior y después cubierto por la arena del desierto, ocultándolo a la vista de todos. En las profundidades de la sepultura aguardaba el faraón adolescente rodeado de todos sus tesoros.