Abel G.M.
Periodista especializado en historia, paleontología y mascotas
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Unos trabajadores limpian las ruinas de la Burgerbraukeller, una histórica cervecería de Munich que en noviembre de 1939 quedó parcialmente destruida por una bomba.
El objetivo era Adolf Hitler, que a lo largo de su mandato demostró ser un auténtico imán para los atentados, así como tener una buena suerte increíble para evitarlos. En aquella ocasión el líder nazi daba un discurso, pero terminó antes de tiempo y se fue, salvándose por pocos minutos.
Además de este, Hitler sufrió otros 41 intentos de asesinato y sobrevivió a todos ellos, más por fortuna que por prevención: una bomba que se desactivó a causa del frío, un maletín explosivo que alguien cambió de lugar, un cambio de planes a la hora de comer… por no contar las veces que estuvo a punto de morir como soldado durante la Primera Guerra Mundial y se salvó también por un golpe de suerte.
Finalmente el único que pudo acabar con la vida del dictador fue él mismo, suicidándose en su búnker de Berlín cuando la guerra ya estaba perdida. Pero por intentarlo que no quedase.