Los faraones del antiguo Egipto contaban con la colaboración de numerosos ministros y funcionarios que se encuadraban en una compleja jerarquía. En ella, sin embargo, había una figura que destacaba sobre las demás: el visir. Este personaje, que ocupaba el puesto más alto en el escalafón de los funcionarios, ejercía enorme poder e influencia; en definitiva, era el segundo del país tras el faraón.
Cronología
El poder en la sombra
2530 a.C.
Nefermaat, posible hijo del rey Esnefru, acumula importantes cargos con poder, entre los que destaca el de visir.
2500 a.C.
El visir Hemiunu, hijo de Nefermaat, queda al cargo de las construcciones del rey Keops, incluida la Gran Pirámide.
2300 a.C.
El visir Mereruka se convierte en hombre de confianza del rey Teti y se casa con la hija de éste, la dama Seshseshet.
1940 a.C.
Amenemhat, que había servido como visir para Mentuhotep IV, se convierte en soberano de Egipto.
1445 a.C.
Rekhmire, miembro de una influyente familia de visires, sirve en ese cargo a Tutmosis III y a Amenhotep II.
1200 a.C.
El rey usurpador Amenmesses destituye de su cargo al visir Amenmose, vinculado al faraón legítimo.
El título egipcio que convencionalmente traducimos como «visir», recordando al wazir o ministro principal de los califas, corresponde a lo que los egipcios denominaban chaty. Este título está documentado al menos desde la dinastía IV, pero ya con anterioridad muchos altos funcionarios reunieron atribuciones y poderes similares.

Pirámide escalonada. Fue erigida en Saqqara para el faraón Djoser. Su diseño y construcción corrieron a cargo del sabio Imhotep, arquitecto real y visir del monarca.
Foto: Olimpio Fantuz / Fototeca 9x12
Tal fue el caso, en la dinastía III, de Imhotep, canciller, sumo sacerdote de Heliópolis y arquitecto de la pirámide escalonada de Djoser y que en época tardía incluso llegó a ser divinizado. Imhotep es el perfecto ejemplo de funcionario egipcio instruido en múltiples disciplinas. De hecho, la educación, la preparación y las capacidades de un visir eran muy importantes, dadas las inmensas responsabilidades que el faraón delegaba en él y las variadas tareas que debía atender. Por ello, no es casualidad que la literatura egipcia haya otorgado el título de sabios a algunos de estos altos funcionarios, como al mencionado Imhotep o a los visires Ptahhotep y Kagemni, todos ellos del Reino Antiguo. Precisamente los dos últimos han pasado a la historia como autores de una serie de enseñanzas, consejos o proverbios morales característicos de la llamada literatura sapiencial egipcia.
Las funciones de un visir
Los visires de las dinastías IV y V fueron en su mayoría miembros de la familia real. Tal fue el caso de Kanefer y Nefermaat, posibles hijos del faraón Esnefru. Hemiunu, hijo de Nefermaat, tomó la dirección de las obras de la Gran Pirámide de su tío Keops en virtud de su cargo de «Inspector de todos los trabajos del rey», un título que ostentaron muchos visires de la época. En este tiempo, el visir también era «Grande de los 5 en la casa de Thoth», lo que posiblemente implicaba que se ocupaba del ámbito jurídico y de los archivos reales. A esto último se refiere también otro título usado por los visires, el de «Jefe de los escribas de los documentos reales». Posteriormente, los visires fueron elegidos por el faraón entre los mejores y más fieles funcionarios, si bien en algunas ocasiones el cargo quedó en manos de poderosas familias, que lo transmitieron hereditariamente durante varias generaciones.

Imhotep. Estatuilla que lo muestra entronizado y divinizado. Museo Ashmolean, Oxford.
Foto: Bridgeman / ACI
Gracias a un texto jeroglífico de la dinastía XVIII, las Instrucciones para el visir, conocemos con notable precisión sus funciones y obligaciones. En las Instrucciones hay consejos morales que dictan lo que debe ser la buena conducta del visir: «La valía de un magistrado consiste en que haga justicia. Pero si un hombre hace que se le tema mucho, la gente pensará que hay algo falso en él y no dirán: ¡Es un buen hombre! […]. Trata igual a quien conoces y a quien no, a quien está cerca y a quien está lejos. El magistrado que actúa de acuerdo con esta instrucción tendrá mucho éxito».
El mismo texto ofrece al visir reglas sobre su gestión. En efecto, el visir no sólo era el consejero del rey, sino que también desempeñaba múltiples tareas en la administración del Estado, desde la supervisión de los procesos legales hasta la asignación de tierras, la recaudación de impuestos, las obras públicas o la administración del tesoro… En todas estas funciones el visir estaba dotado de una autoridad muy amplia, lo que le permitió dictar órdenes bajo su propia responsabilidad. En un pasaje de las Instrucciones se proclama: «Al visir debe informársele tanto del sellado de las cámaras del Tesoro como de su apertura a la hora indicada. Debe informársele también del estado de las fortalezas del Delta y el Norte, y del envío de todo lo que sale desde la Casa del Rey y de todo lo que entre en la Casa del Rey».

El visir Akhetetep. Este importante personaje de la dinastía V se hizo construir una tumba en Saqqara. De allí procede este relieve, hoy expuesto en el Museo del Louvre, que lo muestra sentado en una silla con patas en forma de garras de león mientras supervisa una entrega de telas.
Foto: Christian Décamps / RMN-Grand Palais
El poder de los visires se acrecentaba si además contaba con familiares en otros puestos de influencia, ya fuese en el ámbito civil, religioso o militar. Ello facilitaba que los visires se vieran implicados en casos de corrupción, o bien que se creyeran capaces de perseguir sus propios fines a espaldas del soberano, aun a riesgo de incurrir en un delito de traición.
Conspiraciones de palacio
En la historia del antiguo Egipto hay numerosos episodios de conspiraciones de palacio en las que participaron los visires. Uno de ellos sucedió entre la muerte de Unis, el último faraón de la dinastía V (hacia el año 2300 a.C.), y el acceso al trono de su yerno Teti, fundador de la dinastía VI. La transición entre ambos reinados no debió de ser pacífica y es posible que los visires de Unis estuviesen implicados en los disturbios. Esto lo sabemos porque tanto a Akhethetep como a Ihy, visires del Alto y del Bajo Egipto, respectivamente, les fueron confiscados sus monumentos funerarios en favor de unos príncipes que redecoraron las tumbas a comienzos del reinado de Teti. Posiblemente, ambos visires fueron eliminados por orden del rey Teti.

Pectoral del visir Paser. Esta magnífica pieza de oro y lapislázuli, que representa al dios solar Khepri flanqueado por Isis y Neftis, perteneció al visir de Ramsés II. Louvre, París.
Foto: C. Décamps / RMN-Grand Palais
Teti se rodeó de hombres fieles, entre los que sobresale el visir Mereruka, propietario de una de las más bellas y grandes mastabas de Saqqara, situada frente a la pirámide de su señor. Mereruka se casó con la hija del rey, la princesa Seshseshet. A Mereruka, además, le fueron otorgados numerosos títulos, entre los que destacan el de «Inspector de la protección de toda casa del rey», «Inspector del harén real» e incluso el importante cargo religioso de «Sumo Sacerdote de Re», algo absolutamente excepcional.

El faraón Pepi I. Estatua de cobre de este rey de la dinastía VI, descubierta en Hieracómpolis. Museo Egipcio, El Cairo.
Foto: DEA / Scala, Firenze
El final del reinado de Teti fue tan trágico como turbulento fue su comienzo, y, una vez más, es posible que algún visir estuviese implicado. La crónica de Manetón, escrita muchos siglos después, cuenta que «Othoes [Teti] fue asesinado por su guardia», tras lo que subió al trono un usurpador que sin embargo fue pronto derrocado por el heredero legítimo de Teti, Pepi I. Éste debió de castigar a todos los traidores, incluido el visir Hesi, cuya tumba fue confiscada en beneficio de otro funcionario. Años más tarde, el propio Pepi I fue objeto de una conspiración encabezada por la reina, su esposa. El complot fue descubierto y Weni, inspector del harén, encargado de investigar el caso, decidió apartar del tribunal a los visires, un claro indicio de que éstos estuvieron implicados en el intento de asesinato del faraón. Convertido así en hombre de confianza de Pepi I, Weni llegó a ser un afamado visir y general. Años más tarde, el visir Rawer encabezó un nuevo complot que fracasó y acabó con numerosos ajusticiamientos.
De visir a faraón
Existen también ejemplos de visires que se convirtieron en faraón. Es lo que parece ser que ocurrió al morir el último rey de la dinastía XI, Montuhotep IV, hacia 1940 a.C. Su sucesor en el trono fue Amenemhat I, que previamente pudo haber sido el visir del mismo nombre del rey anterior. Como visir, Amenemhat fue encargado de dirigir una gran expedición a las canteras del inhóspito wadi Hammamat, en el desierto al este de Tebas, en cuyo curso, según atestiguan las inscripciones, se produjeron dos hechos milagrosos: una gacela parió justo en el lugar donde estaba el bloque de piedra destinado a convertirse en el sarcófago del faraón y una inesperada lluvia torrencial facilitó agua para los 10.000 miembros de la expedición encabezada por el visir. No sabemos si Amenemhat llegó a entronizarse de forma violenta o pacífica, pero la historia de su reinado sí terminó de un modo sangriento, ya que fue asesinado tal como recuerdan textos como el Relato de Sinuhé y otras fuentes.

El nombre del faraón. Sistro de alabastro (con forma de tallo de papiro) con el nombre inscrito de Teti. Museo Metropolitano, Nueva York.
Foto: Met / Scala, Firenze
Otro visir que ascendió al trono fue Ramsés I, hacia 1290 a.C. El faraón Horemheb, careciendo de descendientes directos, decidió nombrar sucesor a quien era su ministro de confianza, un hombre bien formado y curtido en la administración, procedente como él del estamento militar y con descendencia, lo que aseguraba la estabilidad de una nueva dinastía. Con él se inauguró la época ramésida.

Ramsés I, el visir que fue rey. En su tumba del Valle de los Reyes, Ramsés I, padre de Seti I y abuelo de Ramsés II, aparece flanqueado por el dios halcón Horus, tocado con la doble corona, y por Anubis, el dios cánido de la momificación.
Foto: Scala, Firenze
Durante el Reino Nuevo encontramos establecida la división de Egipto en dos visiratos, uno para el Bajo Egipto y otro para el Alto Egipto. De este período contamos con ejemplos muy interesantes de auténticos linajes de visires que gozaron de gran poder, pero que en algún momento cayeron en desgracia. Un caso reseñable es el de la familia del visir Amethu, que sirvió durante el reinado de Tutmosis II y el comienzo del de Tutmosis III. Su hijo Useramón fue igualmente visir y gozó de gran poder durante los reinados de Hatshepsut y Tutmosis III, como refleja el hecho de que tenga dos tumbas monumentales en Tebas. Y también fueron visires su hermano Neferweben y el hijo de este último, Rekhmire, en cuya tumba se hallan inscritas las Instrucciones para el visir. Ellos dominaron el visirato y otros cargos importantes durante más de sesenta años, pero al final su trayectoria quedó bruscamente interrumpida pues, por razones que desconocemos, perdieron el favor real. Justo lo contrario aconteció con el visir Amenemope, que sucedió a Rekhmire bajo Amenhotep II y tuvo el excepcional honor de poseer una tumba (la KV 48) en el Valle de los Reyes, cerca de la de su señor.
Pilares de Egipto
Ser extranjero no era un impedimento para hacer una exitosa carrera en Egipto. Un ejemplo de ello podría ser el de un personaje llamado Aperel. Su nombre significa «el sirviente de El», un dios cananeo, razón por la que podemos intuir su posible origen extranjero. Educado con los hijos reales, su carrera comenzó en el mundo militar, siendo embajador y confidente del faraón, tutor de los hijos reales e incluso sacerdote de Atón, hasta convertirse en visir al comienzo del reinado de Amenhotep IV (llamado luego Akhenatón). Su tumba se descubrió en 1987 en Saqqara.

Estela de falsa puerta de Rekhmire. Esta estela de granito fue descubierta en la tumba del visir Rekhmire en Gurna. Lo muestra junto a su esposa ante una mesa de ofrendas. Museo del Louvre, París.
Foto: Christian Décamps / RMN-Grand Palais
De algunos visires sabemos que fueron cesados de su cargo sin verdaderos motivos. Esto ocurrió en época del rey usurpador Amenmesses, quien temporalmente desplazó del Alto Egipto al rey legítimo, Seti II, nieto del gran Ramsés II. Durante el período de la usurpación, Paneb, un conocido alborotador de Deir el-Medina, fue juzgado por el visir, que le condenó. Sin embargo, Paneb elevó su queja al rey usurpador, quien aprovechó la situación para destituir al visir, vinculado al rey legítimo.
Los visires tuvieron gran poder, pero también podían verse abrumados por sus funciones y por la responsabilidad que conllevaba el puesto. En las Instrucciones del visir, el faraón se lo advierte claramente: «Presta atención al cargo de visir; sé vigilante en todo lo que hagas en él, pues es el pilar fundamental de todo el país. Ciertamente el visirato no es agradable; ciertamente es amargo como la hiel».
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La dama Nebet, visir del faraón
A lo largo de toda la historia de Egipto tenemos constancia de dos mujeres que ostentaron el cargo de visir: una en la dinastía XXVI (664-525 a.C.) y otra unos 1.600 años antes, durante el reinado de Pepi I. Esta última, la dama Nebet, era esposa del gobernador de Abidos, Khui, y se convirtió en una persona de plena confianza del rey, con quien además tuvo el notable privilegio de casar a dos de sus hijas: Ankhesenpepi I, con la que Pepi I tuvo a Merenra, su sucesor en el trono, y Ankhesenpepi II, madre de Pepi II, quien sucedería al anterior y tendría el reinado más largo de la historia de Egipto. Pero, además, la visir Nebet fue madre de Djau, quien, como ella, también se convertiría en visir del Alto Egipto. La familia de Nebet fue una de las más influyentes gracias a su estrecha relación con la familia real, lo que le permitió acaparar un puesto tan importante como el de visir.

La reina Ankhesenpepi II sostiene en su regazo a su hijo, el faraón niño Pepi II. Museo de Arte de Brooklyn, Nueva York.
Foto: Bridgeman / ACI
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Ankhu, el visir de cinco faraones
Durante las dinastías XIII y XIV, el cargo de visir fue más estable que el del mismo rey. El número de faraones de estas dinastías es elevadísimo: unos 57 durante la dinastía XIII y un número similar o superior durante la XIV, en un total de aproximadamente 150 años. Mientras que el reinado de muchos faraones duró sólo unos meses, conocemos casos de visires que siguieron en su función durante varios de estos reinados. Uno de ellos fue Ankhu, visir durante los gobiernos de cinco monarcas consecutivos. En un mundo en el que los reinados fueron tan breves, la figura del visir aparecía como un símbolo de estabilidad. Además, los visires formaban auténticas dinastías en las que su cargo se transmitía hereditariamente. Ankhu es también un ejemplo de esta situación, pues tanto su padre como dos de sus hijos fueron destacados visires.

Estela de Imeniseneb. Fue hallada en Abidos y está dedicada a este personaje que ostentó el cargo de «controlador de equipo». Dinastía XIII. Museo del Louvre, París.
Foto: C. Décamps / RMN-Grand Palais
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El visir Rekhmire
Rekhmire, visir de Tutmosis III y Amenhotep II, vivió en torno a 1400 a.C. Fue enterrado en Tebas oeste, en un espectacular hipogeo, una tumba subterránea formada por dos corredores perpendiculares cuyas paredes están decoradas con pinturas. Aquí se muestra parte de un muro donde el visir aparece supervisando a sus escribas y oficiales, que registran la recepción de donaciones al templo de Amón en Karnak.
Calco de las pinturas en la pared sur de la galería longitudinal de la tumba de Rekhmire, por Nina de Garis Davies.
Este artículo pertenece al número 209 de la revista Historia National Geographic.