En su autobiografía, publicada en 1892, Heinrich Schliemann aseguraba que su destino como descubridor de las ruinas de Troya quedó trazado desde su niñez. Según él, todo empezó a los ocho años, a raíz de un libro que su padre le regaló en Navidad en el que aparecía un grabado de Eneas llevando en hombros a su padre Anquises, mientras huía de la Troya incendiada por los griegos. Aquella imagen habría alimentado en el joven Schliemann el sueño de excavar la ciudad.

Tesoro de Príamo
Excavaciones en Hissarlik
Uno de los pendientes de oro que forman parte del Tesoro de Príamo.
Scala, Firenze
No obstante, tanto ese recuerdo de infancia como su pasión por Homero desde joven parecen más bien evocaciones moldeadas a posteriori. Schliemann tendía a embellecer sus actos y a magnificarlos, lo que le ha valido que la crítica actual le acuse de falsear la realidad. De hecho, su interés por Grecia surgió cuando era ya un hombre maduro, y el proyecto de excavar Troya fue fruto más bien de circunstancias imprevistas.

El caballo de Troya
El caballo de Troya
El caballo mítico en el que se ocultaron los guerreros griegos para conquistar Troya. Jarra del siglo VII a.C.
James L. Stanfield / National Geographic Image Collection
Un giro radical
Schliemann se dedicó al comercio, primero en Ámsterdam y después en San Petersburgo, donde se casó con Ekaterina Petrovna Lischina, con la que tendría tres hijos. Allí amasó una gran fortuna importando índigo, sal, pimienta y plomo. Más tarde, dos años en California en plena Fiebre del Oro (1851-1852) y la venta de azufre durante la guerra de Crimea (1854-1856) lo convirtieron en un auténtico millonario.
Sin embargo, Schliemann no se sentía totalmente satisfecho con su vida. Tan solo le reconfortaba el hecho de viajar y aprender lenguas, en particular el griego antiguo, que empezó a estudiar en San Petersburgo hasta conseguir leer a Homero en el texto original. En 1856 escribía a su padre sobre la posibilidad de dejar el comercio: «Antes, me gustaría visitar los países del sur de Europa, sobre todo la patria de mi querido Homero». Pero no fue hasta 1864, cuando ya contaba 42 años, cuando pudo dar un giro radical a su vida. Liquidó los negocios que tenía en Rusia, invirtió sus ganancias en bonos, valores e inmuebles y dio la vuelta al mundo entre 1864 y 1866. A su regreso abandonó a su familia, se instaló en París y empezó a asistir como oyente a cursos de literatura, filosofía e historia en la Universidad de la Sorbona.

El mundo de Homero
El mundo de Homero
El escenario de los poemas de Homero, con las ciudades de las que partió la flota griega para el asedio de Troya.
Cartografía: Eosgis.com
Poco después, en 1868, Schliemann emprendía un viaje por el Mediterráneo. Desde Italia, que ya conocía, se dirigió hacia Corfú, Cefalonia e Ítaca. Allí, siguiendo las indicaciones de las guías de la época, exploró los sitios citados por Homero en la Odisea, e incluso excavó en el supuesto palacio de Ulises. Luego se dirigió a Atenas y visitó las ruinas de Micenas y Tirinto, otros dos lugares homéricos, que excavaría años más tarde. Finalmente, en agosto de 1868, Schliemann tomó un barco rumbo a la Tróade, la península donde Homero situaba la corte de Príamo, rey de Troya.
Cronología
Tras la huella homérica
1846
El empresario alemán Heinrich Schliemann es enviado a San Petersburgo por la firma holandesa para la que trabaja.
1864
Schliemann, que ya es un empresario independiente, liquida sus negocios en San Petersburgo y Moscú e inicia una vuelta al mundo.
1868
Mientras realiza un viaje por el Mediterráneo, Schliemann visita la Tróade y decide excavar en la colina de Hissarlik.
1871
Inicia las excavaciones oficiales en Hissarlik. Saca a la luz importantes construcciones a 30 m de profundidad.
1873
En mayo, Schliemann descubre el llamado Tesoro de Príamo. En junio de ese año lo saca ilegalmente de Turquía.
1881
Cede el tesoro y otros objetos troyanos a Berlín, donde permanecerán hasta ser confiscados por los soviéticos en 1945.

Heinrich Schliemann
Heinrich Schliemann
Sobre estas líneas, fotografía del descubridor de Troya en 1877, cuando tenía 55 años y acababa de terminar sus excavaciones en Micenas.
Album
El viaje a la Tróade constituía una escala más en ese periplo homérico. No tenía ningún significado especial, al menos no más que Ítaca. De hecho, en 1859 Schliemann había pasado por allí sin desembarcar. Ahora, como en Ítaca, llevaba en la mano una guía topográfica y, nada más llegar, se dirigió a la colina de Bunarbasi, que muchos eruditos identificaban con Troya desde el siglo XVIII, pese a que otros tres montículos le disputaban ese honor: Hanai Tepe, Pashá Tepe y Hissarlik, en la llamada «guerra de las colinas». Tras realizar una breve exploración, Schliemann la descartó, al igual que Hanai Tepe y Pashá Tepe. No encajaban con la Troya homérica ni por el material hallado ni por su situación. Solo quedaba Hissarlik, apenas explorada.

Las fases de Troya
Las fases de Troya
La antaño poderosa ciudad sufrió múltiples destrucciones y reconstrucciones a lo largo de su dilatada historia. Aquí vemos un santuario de Troya VIII (siglos IX-VI a.C.).
James L. Stanfield / National Geographic Image Collection
La llegada a Hissarlik
Schliemann era muy meticuloso. Cuando viajaba, anotaba en un cuaderno sus impresiones y guardaba copia de las cartas que enviaba. Gracias a ello, hoy podemos seguir sus pasos en la Tróade. Sin embargo, esas notas privadas difieren de lo que cuenta en sus publicaciones. Según el cuaderno, no visitó la colina; solo la contempló de lejos, algo extraño si ya estaba convencido de que allí estaba Troya. Al parecer, justo un día antes de su partida se encontró con Frank Calvert, propietario de la mitad de Hissarlik y arqueólogo amateur que había llevado a cabo varios sondeos allí. Calvert estaba convencido de que en Hissarlik se encontraban los restos de la Troya homérica así como los de Ilión, la ciudad griega y romana construida sobre las ruinas de la Edad del Bronce, y transmitió esa certeza a Schliemann.

Colina de Hissarlik
Vista aérea de la colina de Hissarlik, en la actual Turquía, con el conjunto del yacimiento de la antigua Troya.
Georg Gerster / AGE Fotostock
Tras regresar a París, Schliemann hizo un viaje a San Petersburgo y luego a Estados Unidos, donde mediante múltiples argucias obtuvo el divorcio de su mujer para poder casarse con una joven griega de 17 años, Sofía Engastromenos. Instalado en Atenas, tomó otra gran decisión: aceptar la propuesta de Calvert y tramitar la solicitud de excavación. En adelante se dedicaría profesionalmente a la arqueología.
Pese a los buenos oficios de Calvert, la concesión del permiso de excavación por el Gobierno otomano se demoró. Tanto que, impaciente, Schliemann llevó a cabo en abril de 1870 una excavación ilegal, que fue detenida por las autoridades. Finalmente, el permiso oficial llegó en 1871. La primera campaña empezó el 11 de octubre de ese año y concluyó el 24 de noviembre.

El caudillo de Micenas
El caudillo de Micenas
Schliemann también excavó en Micenas, donde halló una máscara de oro que se atribuyó a Agamenón, uno de los jefes de los griegos en la guerra de Troya. Museo Arqueológico, Atenas.
Aurimages
La primera campaña
Desde el punto de vista arqueológico, la excavación fue un desastre. Schliemann carecía de técnica y experiencia, y de golpe tenía que enfrentarse a un yacimiento de múltiples niveles, coordinar un grupo de entre 100 y 150 trabajadores y describir unos materiales desconocidos hasta entonces. Convencido de que la Troya homérica se hallaba en el fondo de la colina, para llegar lo antes posible a ese primer nivel decidió abrir una gran zanja vertical en sentido norte-sur, lo que supuso destruir información vital de los estratos superiores. Schliemann logró dar con estructuras imponentes a treinta metros de profundidad, aunque dudaba de si estaba o no ante la ciudad cantada por Homero.

Ciudades que salen a la luz
Ciudades que salen a la luz
Trabajadores del equipo de Schliemann en Hissarlik, con sus carretillas, durante las excavaciones en Troya VI, la ciudad que hoy se vincula con la época de la guerra de Troya.
SZ Photo / Cordon Press
Aprendiendo de los errores, en la siguiente campaña, iniciada en abril de 1872, Schliemann contrató a un ingeniero y planificó los puntos a excavar. Los métodos empleados esta vez tampoco fueron los más idóneos, ya que su intención era despejar cuanto antes las estructuras del año anterior sin reparar en lo que eliminaba. De este modo, puso al descubierto buena parte de la muralla y lo que llamó la Gran Torre, en realidad un doble circuito fortificado. Ahora sí estaba convencido de que se trataba de la Troya de Príamo.
Durante la tercera campaña, llevada a cabo en febrero de 1873, Schliemann terminó de despejar el circuito amurallado y localizó en él una gran puerta precedida de una rampa, similar a la puerta Escea mencionada en la Ilíada. También descubrió unas viviendas que identificó con el palacio de Príamo. No menos significativo le pareció el hallazgo de un estrato de cenizas, que parecía corresponder a la destrucción final de Troya por las tropas griegas. Schliemann no podía estar más eufórico. Todo apuntaba a que había hallado la Troya homérica. Sin embargo, pronto comprendió que la superposición de estratos era más compleja de lo que parecía y que, en realidad, la muralla hallada no pertenecía a la ciudad del fondo de la colina, sino a la siguiente, la segunda, Troya II. Pasaron aún varios años antes de que Schliemann aceptara que esta Troya II que había descubierto en la colina de Hissarlik era 1.500 años anterior a la Troya homérica, y que esta coincidía en realidad con el estrato VI de las excavaciones.

Los tesoros de Troya
Los tesoros de Troya
Esta refinada aguja de plata dorada, rematada con seis ánforas en miniatura, fue hallada por Heinrich Schliemann en Troya II. Museo de Prehistoria y Protohistoria de Berlín.
BPK / Scala, Firenze
El Tesoro de Príamo
A finales de mayo, Schliemann pensó en cerrar la campaña, y tal vez la excavación, dado que ya había demostrado la realidad de la mítica Troya. Sin embargo, se demoró unos días más a causa de un hallazgo sensacional: el Tesoro A, o Tesoro de Príamo, como lo bautizó.
Símbolo emblemático de Troya, este tesoro constituye el punto más controvertido de la labor del arqueólogo alemán en el yacimiento. No se sabe a ciencia cierta cómo, cuándo y dónde lo descubrió, ni tampoco qué piezas lo integraban, pues Schliemann dio informaciones contradictorias en los cuatro informes que redactó: el diario de excavación, el informe quincenal para la prensa, la memoria de excavación y la publicación final en forma de libro. Tan solo parece segura la fecha del hallazgo: el 31 de mayo de 1873.

Excavaciones de Troya
Excavaciones de Troya hacia 1890. Se ven, a la izquierda, la muralla helenística, en el centro la muralla de Troya VI y a la derecha una escalera de época arcaica.
Scherl / AGE Fotostock
Hay que tener en cuenta que Schliemann empleaba a muchos trabajadores en varios puntos de la excavación a la vez y no podía supervisar adecuadamente el progreso de los trabajos. Asimismo, aunque aplicó su natural meticulosidad y su experiencia de contable al registro de lo que hallaba, no siempre le daba tiempo a anotarlo todo el mismo día, sino que lo hacía uno o dos días después. Así sucedió en el caso del tesoro.
Al parecer, Schliemann lo halló por la mañana en una cista de losas cerca del «palacio», en el área entre los dos lienzos de muralla de Troya II, aunque esto no fue evidente hasta días más tarde. Al atardecer ojeó el tesoro y lo embaló para que los representantes del Gobierno otomano, alertados por los trabajadores, no pudieran llevarse la mitad de las piezas, según estipulaba el permiso de excavación. De ahí que lo enviara a casa de los Calvert. Seis días después, gracias a contactos y amistades de los Calvert y la familia de Sofía, embarcó el tesoro a escondidas con destino a Grecia.

Sofía con el Tesoro de Príamo
Sofía, con la diadema
Schliemann fotografió a su esposa Sofía con algunas de las magníficas piezas de orfebrería que componían el Tesoro de Príamo: la gran diadema, varios juegos de pendientes y un intrincado collar, todo ello hecho de oro.
Album
En Atenas, Schliemann, tras revisar detenidamente el contenido del tesoro, redactó la memoria, y alteró la fecha y el lugar de redacción en el diario de excavación para alejar sospechas del cargamento. También modificó el informe quincenal para incluir una descripción del tesoro.
El turbio traslado del Tesoro de Príamo y las contradicciones en su descripción han llevado a los detractores de Schliemann a sospechar que el tesoro estaba formado por objetos hallados en días distintos, como si hubiera esperado a reunir un número considerable de piezas excepcionales para darlas a conocer todas juntas y acrecentar así su fama y prestigio. Sobre todo, muchos consideran extraño que Schliemann no cite las joyas en el diario, aunque esto quizá se deba a que, con las prisas, no miró dentro de la vasija de plata en la que estaban. A decir verdad, el conjunto del tesoro es bastante homogéneo y coherente en cuanto a la cronología y el estilo de las piezas que lo forman.

Odeón
La Troya de época romana
En la imagen, el odeón erigido por el emperador romano Augusto en Troya IX, la ciudad romana que se conocía como Nueva Ilión.
Ivan Vdovin / AWL Images
Para evitar problemas, Schliemann distribuyó el tesoro entre la familia de Sofía y la Escuela Francesa de Arqueología de Atenas. Incluso pensó en encargar una copia de las piezas a un joyero francés. Esas medidas no fueron en vano, pues el Gobierno otomano reclamó la parte correspondiente del hallazgo e inició un litigio que no acabó hasta 1875, cuando aceptó una fuerte indemnización a cambio. Schliemann depositó entonces el tesoro en un banco, del que salió para ser expuesto en Londres junto con otras piezas, entre 1877 y 1880. Luego intentó sin éxito ceder o vender el tesoro a varios Gobiernos, desde Gran Bretaña y Francia hasta Grecia, EE. UU. y Rusia. Al final, en 1881 lo cedió a la ciudad de Berlín, lo que a él y a su esposa les reportó el título de ciudadanos honoríficos.

Un lujoso collar
Un lujoso collar
Entre las muchas joyas de oro que formaban parte del Tesoro de Príamo se encuentra este rico collar con varias vueltas, una réplica que se expone en el Museo de Prehistoria y Protohistoria de Berlín.
Scala, Firenze
Tras la cesión a Berlín en 1881, el Tesoro de Príamo fue peregrinando por varios museos hasta que en 1921 pasó al recién construido Museo de Prehistoria de Berlín. Durante la segunda guerra mundial fue depositado en diversos refugios hasta que los soviéticos lo confiscaron en mayo de 1945. En paradero desconocido durante muchos años, emergió de repente en 1993 en el Museo Pushkin de Moscú. Hoy en día se disputan la legitimidad de su posesión Rusia, Alemania, Turquía y los herederos de los Calvert.
El Tesoro de Príamo fue el punto álgido de las excavaciones de Schliemann en Troya. El hallazgo le reportó fama mundial así como reconocimiento y enemistad por igual en los círculos académicos. Y dejó una imagen icónica: la foto que Schliemann le hizo a su mujer, Sofía, tocada con las «joyas de Helena».
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Todo vale para divorciarse

Sofía, segunda esposa de Schliemann
Heinrich Schliemann con su segunda esposa, la joven griega Sofía Engastromenos. Óleo por Eugene Broerman.
Bridgeman / ACI
Schliemann abandonó a su esposa en 1866, pero no se divorció de ella. En 1869 comprobó que si no se divorciaba no podría casarse con la joven griega Sofía Engastromenos. La Iglesia ortodoxa, a la que pertenecían ambas mujeres, admite el divorcio, pero la esposa de Schliemann se negaba a anular el matrimonio.
Entonces Schliemann ideó un plan. Viajó a Indianápolis, donde los divorcios eran muy fáciles de obtener si uno de los cónyuges era ciudadano americano. Schliemann consiguió la nacionalidad falsificando papeles y comprando testigos para demostrar que cumplía con el requisito de haber residido cuatro años en EE. UU.
Luego obtuvo el divorcio falsificando el testimonio de su primera esposa mediante un abogado y un traductor de ruso.
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CIUDADES SUPERPUESTAS
Hissarlik no es una colina natural, sino que se formó por la superposición en el mismo lugar de varias ciudades que se sucedieron. Schliemann distinguió un total de 7, designadas con un número romano ascendente. Su sucesor, Dörpfeld, estableció una secuencia de 9 ciudades, y las excavaciones posteriores identificaron dos fases más, lo que da un total de 11 Troyas sucesivas. Hoy no hay unanimidad entre los investigadores para establecer cuál fue la Troya de Homero.

Ciudades superpuestas de Troya
Plano de las excavaciones de Troya, por Wilhelm Dörpfeld. En sentido de las agujas de reloj: espirales para el cabello en plata dorada. Troya II-III. 2550-200 a.C. Cerámica con tapadera de forma humana. Troya II-III. 2550-2250 a.C. Jarra de cerámica terminada en pico de pájaro. Troya II-III. 2550-2200 a.C.
Plano: AUrimages. Fotos superiores: BPK / Scala, FIrenze. Foto inferior: Getty Images
Troya 0 y Troya I
Una de las últimas fases añadida a la secuencia de ciudades en Hissarlik es la llamada Troya 0, que se ha datado en el Neolítico. La siguiente, Troya I, fue destruida por un incendio hacia el año 2700 a.C.
Troya II
Tras la destrucción de Troya I, la ciudad fue de nuevo reconstruida, en la llamada Troya II. Schliemann pensó que esta nueva fase era la Troya de Homero debido a sus poderosas murallas.
Troya VI
Entre 1700 y 1250 a.C. se desarrolla Troya VI, una gran ciudad con unos 8.000 habitantes. Dörpfeld logró convencer a Schliemann de que la última fase de Troya VI (VIh) era la Troya homérica.
Troya VII
Troya VI fue destruida por un desastre natural, posiblemente un terremoto. Pero en el nivel VIIa, el arqueólogo Carl Blegen detectó un devastador incendio, e identificó dicho nivel con la Troya homérica.
Troya VIII
Esta fase de ocupación en Hissarlik comprende todo el período de dominio griego: el arcaico, el clásico y el helenístico, desde el siglo VIII hasta los tiempos de Augusto.
Troya IX y X
Coincidiendo con la fundación del Imperio romano se construyó una nueva ciudad, Ilium, Troya IX, que se prolongaría durante la época bizantina con Troya X. A partir del siglo VI el lugar quedó abandonado.
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El enigma del oro de Príamo

Tesoro de Príamo
Conjunto de piezas del Tesoro de Príamo en una fotografía incluida en la publicación final de la excavación de Schliemann.
Getty Images
Schliemann descubrió 21 tesoros en Troya, de los cuales el de Príamo es el más espectacular por la variedad y calidad de las piezas. Joyas y vasos de oro similares se hallaron en la vecina isla de Lemnos, lo que ayudó a datar el tesoro en el horizonte cultural del Bronce Antiguo del norte del Egeo. Sorprendía, sin embargo, la afinidad técnica y estilística con joyas halladas en las Tumbas Reales de Ur.
Recientes análisis químicos del oro de algunas joyas de Troya, Lemnos y Ur han sugerido que podrían tener un origen común: un oro aluvial con inclusiones de plata, cinc, paladio y platino de procedencia aún desconocida. Asimismo, en Troya y Lemnos se ha detectado el uso de un oro con menor contenido de platino, originario tal vez del sudeste de Europa.
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Para saber más
Este artículo pertenece al número 235 de la revista Historia National Geographic.