La devoción hecha espada

Templarios, la élite cruzada

Nacida en 1119 para proteger a los peregrinos que acudían a Jerusalén, la orden del Temple se convirtió en la élite de las fuerzas militares cruzadas y en el principal sostén de la presencia cristiana en Tierra Santa.

La batalla de Montgisard

La batalla de Montgisard

La batalla de Montgisard. Charles-Philippe Larivière recreó en este óleo el choque que en 1177 tuvo lugar cerca de Ascalón entre el ejército de Balduino IV de Jerusalén, al que se sumaron 80 templarios, y el de Saladino, sultán de Egipto. 1842-1844. Palacio de Versalles.

AKG / Album
Caballero

Caballero

Caballero representado en un fresco de la capilla templaria de la encomienda de Cressac, en Francia, donde se evoca el triunfo cruzado en la batalla de La Bocquée, en 1163.

DEA / Album

Tras el éxito de la primera cruzada y la conquista de Jerusalén en 1099, se establecieron en Tierra Santa varios Estados cruzados que carecían de la fuerza militar necesaria para mantener más que una tenue autoridad sobre sus dominios. La mayoría de los cruzados regresaban a casa tras cumplir sus votos y, preocupados por esta difícil situación, siete caballeros dirigidos por Hugo de Payns, noble francés de Champaña, juraron en 1119 defender a los peregrinos cristianos en Palestina, y crearon así una hermandad que tomaba votos monásticos, entre ellos el de pobreza, y convivía en una comunidad cerrada con un código de conducta establecido. En 1120, Balduino II, rey de Jerusalén, cedió a los caballeros su palacio, la antigua mezquita de al-Aqsa, en el Monte del Templo de Salomón en Jerusalén, por lo que la hermandad pasó a denominarse Orden de los Caballeros del Templo de Salomón o, simplemente, Templarios.

 

Jerusalén, la ciudad soñada 

Jerusalén, la ciudad soñada 

Jerusalén, la ciudad soñada 

En el Libro de horas de René de Anjou, realizado hacia 1405-1410, aparece esta visión idealizada de Jerusalén (ya perdida para la cristiandad), con la iglesia del Santo Sepulcro en primer plano y la Cúpula de la Roca detrás. Biblioteca Británica, Londres.

British Library / Album

Matar en nombre de Dios

Reconocidos oficialmente como orden por el papa Honorio II en el Concilio de Troyes, en 1129, los templarios fueron considerados inicialmente una rama del Císter. Poco después, Bernardo de Claraval escribió el llamado Elogio de la nueva milicia, donde proporcionaba la justificación moral para que los templarios pudieran combatir y matar. Según él, estos no mataban a un hombre, sino a un mal: matar en nombre de Dios no era homicidio, sino malicidio. Así, durante la segunda cruzada, los caballeros templarios participaron en su primera gran batalla, la de Dorilea, en 1147.

De este modo, los templarios franquearon la línea roja que la Iglesia había establecido, desde hacía siglos, entre la violencia y su utilización por parte de los hombres consagrados a Dios. En efecto, el Temple –la primera de todas las órdenes militares– rompía con esta tradición, culminando con el proceso de sacralización de la guerra que había iniciado san Agustín en el siglo V, al cristianizar el concepto clásico de «guerra justa». A partir del siglo XI y de la llamada reforma gregoriana (impulsada por el papa Gregorio VII), la Iglesia se volvió mucho más activa en el ámbito terrenal, y dio carta de naturaleza a la idea de «guerra santa»: matar en nombre de Dios ya no solo no era pecado, sino que era un acto meritorio y salvífico.

Cronología

Frailes y soldados a la vez

1120

En el concilio de Nablús se aprueba la formación de la orden del Temple, creada un año antes por Hugo de Payns.

1129

El 13 de enero se celebra el concilio de Troyes, donde se redacta y aprueba la primera Regla del Temple.

1177

Victoria del ejército de Balduino IV frente a Saladino en Montgisard, con protagonismo especial del Temple.

1187

Saladino, sultán de Egipto y Siria, aplasta a los cruzados en Hattin. Los templarios capturados son ejecutados.

1291

Los mamelucos toman el cuartel general del Temple en la ciudad de Acre. Fin de las cruzadas en Tierra Santa.

1312

Tras las acusaciones vertidas por Felipe IV de Francia, el papa Clemente V disuelve la orden del Temple.

Templo de Salomón

Templo de Salomón

Balduino II cede el Templo de Salomón a Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Homer. Miniatura. Siglo XIII. BNF, París.

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En este sentido, los primeros templarios no fueron sino unos cruzados que, interpretando de manera literal esa nueva Iglesia militante, quisieron convertir su voto temporal de servicio de armas en un compromiso permanente a partir de votos religiosos. Es decir, constituían una congregación religiosa de frailes (freires), religiosos de vida activa (militar en este caso), diferentes, por tanto, de los monjes contemplativos. Esta faceta espiritual, combinada con su destreza bélica, haría de ellos unos guerreros temibles. 

 

El monte del templo

El monte del templo

El monte del templo 

Donde estuvo el Templo de Jerusalén luego se alzaron la Cúpula de la Roca y la mezquita de al-Aqsa (en la parte inferior de la imagen), que en su día albergó la sede del Temple en Tierra Santa.

Georg Gerster / AGE Fotostock

Los caballeros, un bien escaso

Dentro de la Orden coexistían dos rangos: los caballeros y sus servidores, los sargentos; la mayoría de los miembros pertenecía a este segundo grupo. De hecho, el número de caballeros en la Orden era sorprendentemente escaso: tan solo había unos pocos cientos de freires caballeros, llegando, como mucho, a 500 en tiempos de mayor tensión bélica. 

Hábiles con la lanza, la espada y la ballesta, y bien pertrechados, los templarios eran los cruzados mejor entrenados y equipados. Por ello, a menudo eran desplegados para proteger los flancos, la vanguardia y la retaguardia de los ejércitos. Eran especialmente famosos por sus disciplinadas cargas de caballería en formación cerrada, que atravesaban las líneas enemigas sembrando el caos y el desconcierto en los ejércitos rivales.

 

Jinetes acorazados

Jinetes acorazados

Jinetes acorazados

Esta espléndida ilustración de la Suma de vitiis, de Guillermo Peraldo, muestra a un caballero cristiano hacia 1250, cubierto de hierro y provisto de la silla de montar y los estribos que le proporcionaban la estabilidad necesaria para aguantar el choque en las poderosas cargas de la caballería pesada. Biblioteca Británica, Londres. 

British Library / Bridgeman / ACI

Cuando el Temple nació, la caballería era el arma más poderosa del Occidente cristiano. El combate a caballo había alcanzado un alto grado de sofisticación gracias al desarrollo de la silla de montar y los estribos, que permitían al caballero arremeter con una gran fuerza de choque. Según el franciscano catalán Francesc Eiximenis, todo caballero debía de estar en buenas condiciones físicas, saber armarse correctamente, dominar la monta del caballo con una panoplia completa, aprender el uso de las distintas armas que podían utilizarse en el campo de batalla y mantener el orden de combate dentro de la formación. Para ello se requería un entrenamiento especializado, que llevaban a cabo los niños de la nobleza hasta ser armados caballeros. 

En este sentido, quienes ingresaban en el Temple debían de ser ya caballeros, y una vez admitidos eran sometidos de nuevo a una intensa instrucción militar. También se les entregaba una panoplia que consistía, fundamentalmente, en una loriga, un yelmo, una espada recta y de doble filo, una lanza y un escudo de madera reforzada con metal, habitualmente triangular. La cruz del Temple (roja sobre fondo blanco para los freires caballeros, y roja sobre negro para los sargentos) se cosía en mantos, túnicas y cotas de malla.

 

Una reliquia medieval

Una reliquia medieval

Una reliquia medieval

Espada cruzada conservada en el Museo Municipal Leventis de Nicosia, en Chipre, isla que el Temple intentó comprar al rey inglés Ricardo Corazón de León.

Alex Mita / AFP / Getty Images

La instrucción marcial de los templarios estaba establecida en la Regla del Temple, especialmente en la «revisión» francesa de 1165. Como manual militar, es uno de los documentos medievales más importantes para entender cómo funcionaba la caballería en combate. Una buena parte de sus estatutos describe con detalle el equipamiento, los rangos, la organización de la campaña y las normas para la conducta en el campamento, durante la marcha y en el campo de batalla.

Las cargas de caballería pesada, la táctica por excelencia de los templarios en batalla, podían resultar devastadoras, pero debían estar bien ejecutadas. Era necesario un amplio espacio donde desplegar las líneas de caballeros y en el que las monturas pudieran adquirir una velocidad adecuada para lograr todo su poder de impacto. Además, el adversario debía estar fijado en el terreno o aceptar el choque, ya que si no, la carga perdía su sentido. Por último, la carga debía realizarse en un orden impecable, ya que solo así rompería las líneas enemigas.
Es en este último punto, el de la disciplina en el combate, donde más incide la Regla.

Entre Europa y Tierra Santa

Entre Europa y Tierra Santa

Entre Europa y Tierra Santa 

La ciudad de Metz (Francia) acoge esta capilla, la única construcción que ha pervivido de la encomienda templaria local. Fue construida entre 1180 y 1220, y su planta es de tipo circular, a imitación de la de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Matthieu Colin / Gtres

Una disciplina de hierro

Los templarios estaban sometidos a una férrea disciplina, mantenida en el campo de batalla por el mariscal, tercero en la cadena de mando tras el gran maestre y el senescal de la Orden. Además, el celo religioso de los freires, concretado en los votos religiosos, hacía que esta disciplina fuera, en la mayoría de ocasiones, inquebrantable.

 

Un grupo de templarios

Un grupo de templarios

Un grupo de templarios

Estos cuatro caballeros del Temple, que lucen la cruz roja sobre su hábito blanco, aparecen en el sepulcro de doña Leonor de Castro, esposa de don Felipe, hijo del rey Alfonso X de Castilla. Labrado a finales del siglo XIII, se conserva en la iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, en Palencia.

Carlos Martín

Una de las victorias más célebres de los templarios se produjo en Montgisard, en 1177, cuando ayudaron al ejército del rey Balduino IV de Jerusalén a enfrentarse a las fuerzas mucho más numerosas del gran sultán Saladino. Así describió su actuación el cronista Radulfo de Diceto: «Espoleándose todos juntos, como un solo hombre, cargaron sin volverse ni a izquierda ni a derecha. Al reconocer el batallón en el que Saladino mandaba, muchos caballeros se acercaron varonilmente y penetraron inmediatamente en él, derribando, dispersando, golpeando y aplastando sin cesar. Saladino quedó prendado de admiración al ver a sus hombres dispersos por todas partes, entregados a la boca de la espada».

La frase «como un solo hombre» pone de relieve la eficaz táctica de los templarios de atacar en formaciones rígidas y compactas: muros de combatientes a caballo, pesadamente armados y cabalgando al unísono, cargando con sus lanzas y la fuerza de sus monturas. Sentados a horcajadas sobre sus caballos, ataviados con cotas de malla y gambesones de cuero acolchados, empuñando espadas y lanzas, los caballeros eran las tropas de choque de los cruzados: su misión era aplastar las filas enemigas, romperlas y dejarlas vulnerables ante los demás combatientes cristianos que venían tras ellos.

 

Con el rostro protegido

Con el rostro protegido

Con el rostro protegido 

 guamanil datado hacia 1250 en forma de caballero. En esa época, el yelmo cerrado iba desplazando a los yelmos abiertos. MET, Nueva York. 

MET / Album

El mariscal organizaba los escuadrones antes de la batalla. Una vez divididos en grupos, los caballeros no podían romper filas; ni siquiera sufrir una herida era excusa para ello. La única razón permitida para abandonar la formación era ayudar a un cristiano en peligro, aunque se debía volver al escuadrón de inmediato tras prestarle auxilio.

 

Siempre pocos cruzados

Siempre pocos cruzados

Siempre pocos cruzados 

Los estados latinos de Tierra Santa siempre sufrieron escasez de combatientes. Parte de una estatua del siglo XIII conservada en el Museo Rockefeller de Jerusalén.

Erich Lessing / Album

 

Debido a todas estas cualidades bélicas, los templarios eran considerados la élite de las fuerzas cruzadas. Se convirtieron en el mejor cuerpo militar del reino de Jerusalén, en los auténticos defensores de Tierra Santa, no solo a través de su participación en los ejércitos cruzados, sino también a través de la posesión de decenas de fortalezas. Así sobrepasaron con creces su objetivo inicial, como bien indica en su crónica el patriarca ortodoxo Miguel el Sirio:  «Aunque su institución primitiva se dedicara a los peregrinos que venían a rezar, para darles escolta por los caminos, más adelante se fueron con los reyes a guerrear contra los turcos».

Adiós a Tierra Santa

Adiós a Tierra Santa

Adiós a Tierra Santa 

El 28 de mayo de 1291, la fortaleza del Temple en San Juan de Acre se hundió a causa de un ataque de los mamelucos, que tomaron esta ciudad, la última de Tierra Santa en poder de los cruzados. En ella se conserva la parte subterránea de la fortaleza de los hospitalarios; en la imagen, el refectorio.

Jason Langley / AWL Images

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¿Valentía, temeridad o avaricia?

Asedio de Ascalón

Asedio de Ascalón

Asedio de Ascalón por Balduino III de Jerusalén. Miniatura de 1474-1475. Biblioteca Nacional de Francia, París.

Erich Lessing / Album

En 1153, Balduino III de Jerusalén sitió la fortaleza de Ascalón, punta de lanza del Egipto fatimí contra los cruzados. Tras semanas de asedio, el gran maestre templario Bernardo de Tremelay ordenó el asalto por una brecha en la muralla sin esperar refuerzos, y sus hombres fueron masacrados por la guarnición musulmana. Este hecho se ha interpretado de varias formas, aunque lo más probable es que nadie quisiera seguir a los freires en su ataque suicida; como decía Bernardo de Claraval, los templarios «cargan contra sus adversarios como si los considerasen ovejas, sin temer un ápice el salvajismo de los bárbaros ni el tamaño de su ejército». Pero el cronista Guillermo de Tiro fue más allá al decir que los templarios, avariciosos, rechazaron cualquier ayuda para hacerse con todo el botín de la plaza conquistada.

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coraje y muerte en la forbie

La Forbie

La Forbie

Las dos ilustraciones muestran el momento del choque de los templarios y los jinetes mamelucos en La Forbie desde el punto de vista de los primeros (arriba) y de los segundos (abajo), cuando los templarios, con sus líneas ya muy abiertas y bajo una lluvia de flechas, hacen frente a un contraataque enemigo.

Ilustraciones: Johnny Shumate / Osprey Publishing

En 18 de octubre de 1244, cerca de la pequeña localidad de Hiribya o (como la conocían los cristianos) La Forbie, al norte de Gaza, los templarios demostraron su valor en medio de una de las más graves derrotas de los cruzados. Estos y sus aliados musulmanes, los emires de Kerak, Homs y Damasco, enemigos del sultán de Egipto, se enfrentaron a los mamelucos enviados por aquel y a miles de sus mercenarios corasmios. El principal jefe militar cruzado, Gualterio de Brienne, ordenó a la caballería pesada y a su élite:348 templarios, 351 hospitalarios y 400 caballeros teutónicos, cargar contra los mamelucos.

 

Arquero mameluco

Arquero mameluco

Arquero mameluco a caballo representado en el llamado Baptisterio de san Luis, un cuenco egipcio o sirio de latón con incrustaciones de oro y plata y datado hacia 1325. Museo del Louvre, París. 

RMN-Grand Palais

Posiblemente, los jinetes tuvieron dificultades para desplazarse sobre el terreno arenoso, y los mamelucos resistieron. Brienne y los maestres de las órdenes lograron rehacer sus filas y cargar varias veces, pero entretanto los corasmios destruyeron a los aliados musulmanes de los cruzados, a los que rodearon. Ya en la segunda hora de la batalla, una carga conjunta de mamelucos y corasmios superó a sus oponentes cruzados. Los freires de las órdenes lucharon hasta la muerte: solo sobrevivieron 3 caballeros teutónicos, 26 hospitalarios y 36 templarios, entre ellos su gran maestre y su mariscal.

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la opinión musulmana del temple

Vera Cruz

Vera Cruz

Saladino captura la Vera Cruz durante la batalla de Hattin. Miniatura de la Chronica majora.

AKG / Album

El primer autorárabe que mencionó a los templarios fue el damasceno
al-Qalanisi,
que citó su participación en la batalla de Banyas en 1157 y los llamó dawiyya, término que parece proceder de devotus y reflejaría su devoción en el combate. Por su parte, al-Hawari, consejero de Saladino, los describió como poseedores de un gran fervor religioso, lo que los convertía en un peligro por su total entrega a la causa cristiana. Por ello, los cronistas musulmanes aprobaron que Saladino ejecutase a los templarios capturados en Hattin, en 1187. Pero el poeta y guerrero Usama ibn Munqidh comentó cómo un veterano templario, acostumbrado al trato con los musulmanes, le ayudó a rezar en la mezquita de al-Aqsa, sede del Temple, contra la opinión de cruzados recién llegados, muy hostiles hacia el islam.

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emblemas de los templarios

Historia anglorum

Historia anglorum

En esta página de la Historia anglorum, (la parte III de la Chronica majora, de Mateo de París), aparecen invertidos los escudos de los nobles cruzados que cayeron en la batalla de Gaza, en 1239, así como los estandartes de los hospitalarios y los templarios. 1250-1259. Biblioteca Británica, Londres.

Bridgeman / ACI

Los templarios contaban con tres signos distintivos: su vestimenta, la cruz de ocho puntas y el estandarte. En 1129, el concilio de Troyes, que aprobó la Regla del Temple, determinó que las ropas de la nueva milicia fuesen de un solo color, blancas o negras; el blanco quedó reservado a los caballeros, que lucirían una cruz roja, mientras que los sargentos y los subalternos de la Orden vestirían de negro con una cruz blanca.

 

Sello templario

Sello templario

Sello templario. Los dos jinetes están enmarcados por una leyenda en latín: «Sello de los soldados de Cristo».

Bridgeman / ACI

La cruz también se convirtió en el símbolo de las órdenes militares fundadas después del Temple y que, como esta, dependían directamente del papa: los hospitalarios y los caballeros teutónicos. 

Según la Regla, el hábito blanco simbolizaba el abandono de una vida de tinieblas [el repudio del siglo], la reconciliación con el Creador y la pureza. En cuanto al estandarte, cuya misión era mantener agrupados a los templarios en torno a él en el campo de batalla, era conocido como bauçan o baussant, esto es, semipartido, ya que lo formaban dos colores: el blanco y el negro, que eran también el color del manto de los caballeros y del de los subalternos. Ambos colores, pues, manifestaban la jerarquía dentro de la Orden, y no solo en un sentido estricto: también reflejarían la superioridad espiritual del caballero, que debía despojarse de cualquier vínculo con el mundo para consagrar su existencia únicamente al servicio de Dios.

CRUCES ROJAS SOBRE LOS MANTOS BLANCOS

Cruces rojas

Cruces rojas

Se cree que en 1147, con ocasión de un capítulo o reunión del Temple en París, el papa Eugenio III otorgó a los caballeros de la Orden el privilegio de poner una cruz de color rojo sobre el hombro izquierdo de su hábito blanco. Esa cruz, que se ensancha un poco por sus extremos, se llama en heráldica cruz patada. 

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LOS MAESTRES DEL TEMPLE DE LONDRES

Maestres

Maestres

De izquierda a derecha, los maestres Geoffrey Fitz Stephen, Aymeric de St. Maur, Alan Marcell y Robert Mounford.

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La iglesia de planta circular del Temple en Londres fue casi destruida por un bombardeo alemán en 1941, y se reconstruyó durante la posguerra. Un siglo antes, en 1845, Richard Hamilton Essex pintó a cuatro de los maestres ingleses del Temple entre 1185 y 1234, allí representados enarbolando el baussant, el estandarte de la Orden.

Este artículo pertenece al número 238 de la revista Historia National Geographic.