Misterios artísticos

Santa María de Naranco, enigma del arte asturiano

En el año 848, Ramiro I de Asturias inauguró cerca de Oviedo un edificio de gran belleza formal pero del que aún no se sabe a ciencia cierta qué función desempeñaba.

Fachada norte de Santa María de Naranco, con la doble escalinata que conduce a la sala superior del edificio.

Fachada norte de Santa María de Naranco, con la doble escalinata que conduce a la sala superior del edificio.

Foto: Pablo Méndez / AGE Fotostock

El 20 de marzo de 842 falleció Alfonso II de Asturias, llamado el Casto, tras un largo reinado de más de 50 años. Dado que había permanecido soltero, no engendró descendientes, lo que provocó a su muerte una guerra civil entre dos candidatos a la sucesión: su cuñado Nepociano y su primo lejano Ramiro, hijo de Bermudo I, predecesor en el trono del mismo Alfonso II.

En el momento de la muerte de Alfonso II, Ramiro estaba en Castilla y al volver a Oviedo se encontró con Nepociano en el trono. Consta documentalmente que Nepociano ejerció el poder al menos durante unos cuantos meses, sin duda los que empleó Ramiro en reunir un ejército en Galicia y, a su frente, dirigirse a Oviedo. Con su concurso se impuso a su oponente, derrotándolo en la batalla librada en torno a un puente sobre el río Narcea, quizás en la actual Cornellana.

La victoria permitió a Ramiro la captura de su rival. Tras cegarlo, decretó su encierro en un monasterio hasta su muerte. A continuación, a lo largo de 843, tomó posesión del trono. Pero no acabaron ahí las dificultades políticas para Ramiro, pues en 844 hubo de hacer frente a una invasión normanda, rechazada con éxito en Gijón y La Coruña, y a dos insurrecciones internas, encabezadas por dos nobles cortesanos, Aldroito y Piniolo. Ambas fueron resueltas por Ramiro con la misma contundencia que había empleado frente a Nepociano, decapitando y cegando a los rebeldes.

Pese a la dureza con que persiguió a sus enemigos, el nuevo rey no pudo tomar tranquila posesión de la residencia de Oviedo, la misma en la que había vivido su antecesor Alfonso. No debió de sentirse seguro en ella por lo que, apenas hubo aplastado la insurgencia, se propuso construir un nuevo escenario para su acción de dominio, alejado del núcleo de poder donde podían surgir intrigas de fatales consecuencias.

Medallón del interior de Santa María de Naranco. Siglo IX.

Medallón del interior de Santa María de Naranco. Siglo IX.

Foto: Oronoz / Album

Un nuevo centro de poder

Aquí radica el origen del enigmático edificio que hoy conocemos como Santa María de Naranco. Esta construcción se alza en la ladera meridional de la sierra de Naranco –la modesta alineación montañosa (en torno a 600 metros de altura) que cierra por el norte el horizonte de Oviedo–, en un lugar a 2,5 kilómetros en línea de aire del centro primitivo de Oviedo. Esta ubicación, a una cota más de cien metros superior a la cumbre de la colina sobre la que se alza Oviedo, garantizaba al edificio óptimas condiciones de defensa ante un ataque iniciado al pie del monte, que obligaría a los asaltantes a marchar desfavorablemente cuesta arriba.

El terreno se situaba en una amplia posesión perteneciente sin duda al linaje real, pues Alfonso III y su esposa Jimena la donaron en 908 a la catedral de Oviedo. Conocida como villa Ligno, tenía una superficie aproximada de unas mil hectáreas.

Santa María de Naranco y la iglesia de San Miguel de Lliño no constituyen un «complejo palatino» de los reyes de Asturias

En el centro de esta amplia propiedad, Ramiro I mandó construir un número indeterminado de edificios, algunos de uso profano y otros religiosos. De ellos han sobrevivido dos: el templo semiarruinado conocido como San Miguel de Lliño y el que nos ocupa, Santa María de Naranco. Pese a lo que usualmente se escribe, no existe ninguna relación funcional ni urbanística entre ambas construcciones. Separadas entre sí más de doscientos metros, con un cauce fluvial que corre entre ambas, no había una vía de comunicación que las enlazara. Los dos edificios son también diferentes en cuanto a su proyecto, orientación y técnica de construcción, y presentan pocos elementos estilísticos e iconográficos comunes. Es decir, no son parte de un «complejo palatino», como tantas veces se ha escrito y dicho.

Santa María es resultado de un proyecto de gran perfección formal, cuidadosamente llevado a la práctica. El arquitecto que lo diseñó incluyó en él una decoración escultórica totalmente nueva: no hay ni una sola pieza reutilizada, lo que distingue este edificio de sus coetáneos, en los que la norma es la inclusión de piezas reaprovechadas. Técnicamente, su casi completo abovedamiento, apoyado en un sistema estructural de arquerías ciegas interiores y contrafuertes exteriores, resultó llamativo para sus contemporáneos, que resaltaron con admiración la originalidad y audacia del diseño.

Sala superior de Santa María de Naranco, con las puertas que dan acceso al mirador oriental. Su solado está constituido por el forjado de madera que cubre la habitación de la sala inferior del edificio.

Sala superior de Santa María de Naranco, con las puertas que dan acceso al mirador oriental. Su solado está constituido por el forjado de madera que cubre la habitación de la sala inferior del edificio.

Foto: Teo Moreno / Alamy / ACI

Un edificio singular

El edificio consiste a grandes rasgos en dos salas rectangulares superpuestas, abovedadas, orientadas en eje este-oeste. La sala inferior servía probablemente para aislar de la humedad a la superior, con la que no tenía comunicación interna. A ambos lados de la sala inferior hay dos habitaciones. No sabemos nada del uso de la habitación occidental, abierta al exterior y cerrada al interior. La oriental es un espacio rehundido; pese a cuanto se ha escrito, nada lo relaciona con funciones de baño o cisterna –para lo que carece del indispensable revestimiento hidráulico impermeable– ni de sauna, pues la abundancia de ventanas lo hace ineficaz para el almacenamiento del vapor. En el nivel superior hay un salón principal ricamente ornamentado, con dos miradores laterales también muy decorados, completamente abiertos al exterior.

Es difícil saber qué función tuvo Santa María de Naranco. El edificio carece de condiciones de habitabilidad, sin instalaciones de calefacción ni saneamiento, sin cocina y abierto a los cuatro vientos. Su riqueza decorativa habla en favor de un uso de representación política, de exhibición de la categoría de su promotor. Nos encontramos así ante un edificio civil, concebido como un ejercicio de ostentación social, como alarde arquitectónico y estético, por su promotor Ramiro I de Asturias junto con su mujer Paterna. Sin embargo, también se ubicó en el interior un altar, con lo que el edificio se habilitó para el culto, al menos parcialmente. En ese altar –recuperado en 1884 dentro del macizo de otro altar erigido en el siglo XVII– una inscripción indica la fecha de fundación: 23 de junio de 848.

Sesenta años después de su inauguración, el edificio fue donado a la catedral de Oviedo y adaptado al uso religioso como templo católico. Mantuvo esta función hasta 1929, cuando el arquitecto Luis Menéndez-Pidal y Álvarez emprendió una restauración que demolió todas las construcciones adosadas en los siglos XVII a XIX. A su término, en 1934, el edificio recobró un aspecto muy cercano al que tuvo en los orígenes.

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Los enemigos del rey

El breve reinado de Ramiro I (843-850) no se caracterizó por la paz. Sin duda, sus enemigos permanecieron agazapados en estado latente, impidiéndole un ejercicio pacífico del poder. Las crónicas redactadas en la corte de su nieto Alfonso III (866-910) dan cuenta de esta oposición y de la implacable represión a que fue sometida.

Ramiro I de Asturias. Miniatura de Estoria de España de Alfonso X. Escorial.

Ramiro I de Asturias. Miniatura de Estoria de España de Alfonso X. Escorial.

Foto: Alamy / ACI

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Salas y miradores

Santa María de Naranco se compone de dos salas rectangulares superpuestas y abovedadas. En el eje transversal este-oeste (planta bajo estas líneas), la bóveda de la sala superior se articula en seis arquerías y se abre a ambos extremos a dos miradores también abovedados y totalmente abiertos al exterior. En el eje transversal norte-sur (dibujo, abajo) destacan dos cuerpos que sobresalen del rectángulo principal, de los que se conserva el del lado norte, con la escalera que da acceso a la planta superior. El cuerpo meridional fue derribado a finales del siglo XVII, en el momento de la construcción de las dependencias parroquiales.

Este artículo pertenece al número 214 de la revista Historia National Geographic.