En el otoño de 79 d.C., entre la lluvia de cenizas y el terror provocados por la erupción del Vesubio moría Cayo Plinio Segundo, el gran naturalista al que la posteridad conocería como Plinio el Viejo para distinguirlo de su sobrino e hijo adoptivo con igual nombre. La erupción lo sorprendió mientras se hallaba en la zona, y ante aquel extraño espectáculo, Plinio pidió que le preparasen una embarcación ligera para poder acercarse y observarlo con más detalle. Cuando estaba a punto de zarpar, la llegada de un mensaje pidiendo socorro le hizo cambiar sus planes de inmediato y asumir sus deberes como comandante de la flota imperial. En vez de la nave ligera, pues, pidió que aprestaran varias cuatrirremes con las que se dispuso a auxiliar a la población afectada, que sólo podía huir por mar. Sin embargo, las corrientes marinas y los desprendimientos de rocas le impidieron llegar a su destino, y murió asfixiado por los gases volcánicos.

Congelada en el tiempo. La imagen sobre estas líneas muestra una de las calles de la ciudad romana de Pompeya, sepultada por la erupción del Vesubio (al fondo) en el año 79 d.C.
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Hasta su muerte, pues, convivieron en Plinio dos temperamentos: el del político y militar de elevado rango perteneciente a la clase ecuestre y el del erudito de curiosidad ilimitada y con una insaciable sed de conocimiento.
Cronología
Sabio y ministro del César
23
Nace Cayo Plinio Segundo. Su padre es un caballero, y su madre, la hija de un senador. En Roma es educado por Publio Pomponio Segundo.
57
Tras servir en el ejército en Germania a las órdenes de Corbulón, vuelve a Roma y se entrega a actividades eruditas.
69
Desempeña cargos oficiales para el emperador Vespasiano. Escribe tratados de caballería, una historia de Roma y crónicas históricas.
73
Es nombrado procurador de la Hispania Tarraconense. Viaja por Hispania, la Galia y África. Completa una historia en 31 libros.
77
Plinio termina su gran obra, la Historia natural, que aspira a reunir todo el saber de su tiempo sobre el mundo. La dedica al emperador Tito.
79
Está en Miseno cuando tiene lugar la erupción del Vesubio. De camino a Estabia para rescatar a las víctimas, muere asfixiado.
Militar y literato
La mayor parte de nuestra información sobre la vida de Plinio procede de dos cartas de su sobrino: una que contiene el relato de sus últimas horas, dirigida al historiador Tácito, y otra enviada a un cierto Bebio Macro, personaje de influencia en la esfera política y social romana del momento. El interés de su interlocutor por la obra de su tío lleva al joven Plinio a ofrecernos una lista de sus textos en el orden en el que fueron escritos. El primero fue un tratado de técnica militar,Sobre el lanzamiento de la jabalina a caballo, al que siguió una biografía de su amigo Pomponio Segundo, poeta y legado de Roma en Germania Inferior. Consta igualmente que compuso un texto histórico en veinte libros titulado Sobre las guerras de Germania, inspirado, según la carta de Plinio el Joven, por el fantasma de Nerón Claudio Druso, hermano del emperador Tiberio, que se le apareció en sueños mientras cumplía el servicio militar en aquella región. Se citan también dos tratados de retórica, realizados bajo el gobierno de Nerón, cuando las circunstancias no permitían la expresión libre en temas políticos, así como otro texto histórico sobre las guerras de Germania, que continuaba la obra de Aufidio Baso sobre el mismo tema. En el último lugar figuran los 37 libros de su Historia natural, la única de sus obras que ha llegado hasta nosotros.

Tiempos de tiranía. Plinio vivió en Roma, en tiempos de Nerón, y allí se dedicó sobre todo al estudio de la gramática y la retórica. Arriba, anverso de un áureo con la efigie del emperador. Museo Cívico, Padua.
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Plinio el Joven explica cómo su tío debía hacer equilibrios para poder atender a sus obligaciones políticas y militares y, al mismo tiempo, desarrollar sus inquietudes intelectuales. En efecto, nadie que conociera su dedicación y empeño en sus quehaceres de la vida pública podría sospechar que llevaba una vida de estudio tan intensa y productiva; y, al contrario, nadie que admirase su enorme producción como escritor podría adivinar que la misma persona desempeñaba tan importantes cargos.

Plinio el Viejo, con vestimenta militar y capa. Grabado coloreado del siglo XIX. Colección privada.
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En el prefacio de su Historia natural, el propio autor afirma lo siguiente, dirigiéndose al emperador Tito, a quien había dedicado la obra: «Porque somos hombres y estamos llenos de obligaciones, de modo que nos dedicamos a estos asuntos a ratos sueltos, o sea, por las noches: que ninguno de vuestra casa piense que estamos ociosos a esas horas. A vosotros os dedicamos el día. Ajustamos el sueño a lo que pide la salud, siendo para nosotros suficiente recompensa pensar que mientras nos entretenemos, como dice Marco Varrón, con estas cosas, vivimos más horas».
Como se ve, la mayor parte de la obra de Plinio esta intrínsecamente ligada a su labor política: su tratado de técnica del tiro con jabalina a caballo obedece directamente a su condición de caballero dentro de la estratificada sociedad romana. Sus textos históricos tratan sobre campañas que él mismo vivió, y hasta sus textos de retórica tienen que ver con la habilidad oratoria que requería el ejercicio político de su tiempo. Sin embargo, de toda esta ingente obra solamente ha llegado hasta nosotros la única sección que no depende de la actividad pública de Plinio, sino que corresponde a su «otra vida», la de erudito infatigable en constante búsqueda de conocimiento.

Cubierta de la 'Historia natural' de Plinio el Viejo en una edición de 1516. Imagen coloreada.
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Enciclopedia sobre la naturaleza
La carta del joven Plinio describe la Historia natural como una «obra de gran extensión y erudición, tan variada como la naturaleza misma». El texto, pues, recoge y muestra a sus lectores un compendio de la variedad de fenómenos y de seres que puede ofrecer la propia naturaleza. La Historia natural es, por tanto, una completa enciclopedia de saberes sobre el mundo natural, que se convirtió en el texto al que acudían para informarse todos los que deseaban saber algo sobre la naturaleza a lo largo de la Antigüedad tardía y la Edad Media.
Veamos qué contiene. Tras el libro I, que ofrece unos índices generales, el libro II se dedica a dar una explicación del cosmos. Éste aparece descrito, como era habitual entre muchos autores de la época, como una estructura de capassuperpuestas, contenidas unas en otras: en primer lugar, el fuego, del que están hechos los astros y que, según la creencia del momento, recubría la atmósfera, luego el aire, el agua y, finalmente, la tierra sólida y esférica en el centro del universo.

Visión del universo. El grabado sobre estas líneas se halla al inicio del segundo libro de la 'Historia natural' de Plinio, dedicado al universo y la Tierra, en una edición publicada en Fráncfort, en 1582.
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En los libros III a VI, Plinio hace una exposición de la geografía, empezando por Italia y su esfera de influencia, para pasar luego a Grecia y, a partir de ahí, ir describiendo círculos cada vez más alejados hasta llegar a los extremos del mundo entonces conocido. En aquella época, los confines abarcaban desde el estrecho de Gibraltar –las famosas Columnas de Hércules– hasta el valle del Ganges, en Oriente. Por el norte, el límite lo definían las islas británicas. Por el sur, los conocimientos acerca del continente africano, llamado Libia, apenas iban más allá del paralelo del golfo de Guinea.
Para Plinio, los mamíferos marinos formaban un grupo aparte dentro de los peces, los kete o «monstruos marinos»
Éste es el teatro en el que se mueven los seres vivos, a quienes el autor dirige ahora su mirada. Primero, en el libro VII, se ocupa del ser humano, y luego continúa por los diversos tipos de animales, ordenados según su mayor o menor proximidad con el hombre: animales terrestres (VIII), acuáticos (IX), aves (X) e insectos (XI), atendiendo a sus fisiologías y a sus modos de conducta. La forma de entender estos diferentes órdenes, sin embargo, no coincide exactamente con la nuestra. Por ejemplo, los insectos abarcan el conjunto de los artrópodos, incluyendo arañas o escorpiones, que para nosotros pertenecen a un grupo aparte, y las aves comprenden también a criaturas como el murciélago. Aunque en la Antigüedad ya se sabía que el murciélago era un mamífero, se lo consideraba como la única de las aves que produce leche. A su vez, los mamíferos marinos, cuya naturaleza también era bien conocida, formaban un grupo aparte dentro de los peces, el de los kete o «monstruos marinos», donde también podían incluirse ciertos peces de gran tamaño, como los atunes o algunos tiburones.
El libro de las plantas
Tras los animales, el autor trata las plantas en los libros XII a XIX, partiendo de las especies más alejadas y exóticas para ir acercándose poco a poco al entorno más próximo a él. La obra aborda primero las plantas que proceden de Asia, en particular de la India o Arabia, y las materias preciosas que producen, como especias o sustancias aromáticas. A continuación se centra en las plantas africanas. Entre ellas incluye una descripción de la planta del papiro y cómo a partir de ésta se elaboraba el material en el que se escribían los libros en la Antigüedad, una explicación que por su detalle es enormemente valiosa para los estudiosos modernos a la hora de comprender cómo se fabricaban los libros en el mundo antiguo. Después, al tratar el entorno cercano, Plinio distingue cuidadosamente entre las plantas cultivadas y las que crecen de manera libre.

Secretos de la medicina. Curación de un herido descrita en el libro XXVI de la 'Historia natural'. 1460.
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Tras estos capítulos de tema botánico, y en directa relación con ellos, el autor ofrece una sección acerca de los remedios y sustancias medicinales que pueden obtenerse de las plantas (libros XX a XXVII). Plinio describe pormenorizadamente el uso de hierbas, flores, hojas, frutos, resinas, savias, cortezas y semillas. Paradójicamente, incluye también en este apartado de farmacopea vegetal una discusión sobre las propiedades farmacológicas de la miel, considerando que están relacionadas con las propiedades de las plantas de cuyo polen proviene. Sigue a esta sección un amplio apartado sobre farmacopea animal (XXVIII a XXXII), en el que se detallan las cualidades curativas o venenosas de las sustancias obtenidas de diversos animales, como sangre, bilis, médula, leche, estiércol y otras materias y tejidos. Plinio tampoco deja de comentar el uso farmacológico del veneno de los animales que lo poseen, como las serpientes o los escorpiones.

Ilustración sobre el uso de plantas medicinales, de 1481. Biblioteca Nacional Marciana, Venecia.
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Cierra la Historia natural una sección dedicada a los minerales, del libro XXXIII al XXXVII. Curiosamente, en este grupo se incluye un libro dedicado por entero a la pintura, el XXXV, un texto que se ha convertido en referencia obligada para quienes estudian la historia del arte. Como sucedía con la miel a propósito de la farmacopea vegetal, a veces la estructura del texto no obedece tanto a la rigidez de una estructura lógica como a una asociación de ideas más libre y asistemática. De ahí que la naturaleza mineral de muchos pigmentos justifique la inclusión de la pintura en esta parte de la obra.

Cristales de alumbre. Plinio dice que el alumen se encuentra naturalmente en la tierra, es soluble en agua y tiene un sabor dulce. Grabado. Siglo XIX.
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La Historia natural de Plinio pretende recoger toda la amplitud y variedad de la naturaleza, desde el conjunto de la estructura del universo hasta los secretos del mundo inanimado de las piedras, pasando por los seres vivos, sus características y sus virtudes y usos. Obedeciendo a lo que entiende como justo, en el libro I Plinio hace una lista de los autores que han sido sus fuentes de información en cada apartado. Y es que la Historia natural es un producto de las lecturas de Plinio, realizadas a lo largo de años: durante las horas que robaba al sueño, mientras ordenaba que un esclavo leyera para él durante sus viajes, al igual que hacía mientras comía o le daban un masaje. En su carta a Bebio Macro, Plinio el Joven, su sobrino, nos cuenta que, aparte de las horas que dedicaba a sus funciones públicas, su tío dedicaba a la lectura todo el tiempo disponible.
Plinio nunca pasa de moda
La Historia natural pronto se convirtió en referencia para todo aquel que deseara informarse sobre la naturaleza en alguno de sus aspectos, y siguió siendo de consulta obligada hasta el final del Medievo e incluso más allá. Autores posteriores de obras enciclopédicas, como Boecio, Casiodoro, Isidoro de Sevilla o Vicente de Beauvais, entre otros muchos, se nutrieron de sus páginas, de modo que la influencia que aportaron sus ideas se observa incluso en tiempos de la Ilustración. Sin embargo, este éxito no se explica sólo por la amplitud del texto ni por su carácter enciclopédico.

Plinio en el Renacimiento. Esta página espléndidamente ilustrada corresponde al prefacio de la 'Historia Natural' en una de sus primeras versiones impresas, realizada en Venecia en 1472. Biblioteca Británica, Londres.
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El elemento clave que distingue la obra de Plinio de otras enciclopedias antiguas, y al que probablemente debe su enorme repercusión, quizá sea que su autor fue plenamente consciente de que la suya no era una obra para leer de principio a fin, sino un texto de consulta. Hay que recordar que en la Antigüedad los libros tenían la forma de rollos; por tanto, no existían los números de página ni se podían introducir marcadores que señalasen un pasaje. Plinio, en cambio, ofreció en el libro I unos extensos índices que facilitaban enormemente el uso de su Historia natural. Quizás esos índices, que hicieron de este texto algo único en la literatura antigua, sean una de las claves que expliquen su fortuna posterior.
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Muerte de Plinio. Pierre-Henri Valenciennes. 1813. Museo de los Agustinos, Toulouse.
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Tragedia en Pompeya
Plinio el Joven relata así la muerte de su tío: «Apoyándose en dos esclavos se levantó e inmediatamente se desplomó, según yo supongo, al quedar obstruida la respiración por la mayor densidad del humo, y al cerrársele el esófago, que por naturaleza tenía débil y estrecho y frecuentemente le producía ardores. Se halló su cuerpo intacto, sin heridas y cubierto tal y como se había vestido».
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Serpiente bicéfala. Imagen de la anfisbena en la miniatura de un bestiario medieval. Según un mito griego, este animal nació de la sangre que se vertió cuando la gorgona Medusa fue decapitada por el héroe Perseo.
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Prodigios difíciles de creer
Plinio se refiere en su obra a numerosos animales que parecen obras de la imaginación. Por ejemplo, al hablar de las serpientes menciona las anfisbenas (nombre que en griego significa «que puede reptar hacia ambos lados»). Según dice, «las anfisbenas tienen dos cabezas, es decir, también tienen una en la cola, como si fuese poco echar su veneno por una sola boca. Unas tienen escamas, otras manchas, todas un veneno mortífero». Plinio se limitaba a copiar lo que había leído en otros autores, sin que ello signifique que creyera que era cierto. Así, al hablar del fénix de Arabia, ave que supuestamente vivía 500 años y que moría en una pira de la que surgía un nuevo fénix, Plinio dice que es algo que «se cuenta» y no puede menos de anotar: «No sé si se trata de una fábula».
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Botánicos de la Antiguedad. Plinio no fue el único en hablar de los usos y utilidades de las plantas. Dioscórides también lo hizo en su 'De materia medica'. Arriba, dibujo de la mandrágora en una copia de esta obra. Siglo VII. Biblioteca Nacional, Nápoles.
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Plantas multiusos para curar
En el libro XXVII de su Historia Natural, Plinio hace referencia a las plantas y a los múltiples remedios que pueden ofrecer para tratar diversas dolencias, algunos de ellos aplicados desde tiempos antiguos. En ciertos casos, su uso resulta de lo más pintoresco: «La que Xenócrates llama gallidragam (Dipsacus pilosus) es una planta semejante al leucacantho (Centaurea dalmatica). Crece en pantanos, es espinosa, con una vara de caña, alta, y teniendo en la parte superior algo como un huevo. Allí, luego que las plantas crecen, y se desarrollan, le nacen gusanos que guardados en una caja, manda que se aten con un paño al brazo en que tiene el dolor en los dientes, y que elimina el dolor repentino, pero que no sirven más de un año, y esto si no tuvieran nunca contacto con el suelo».
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La doncella corintia. Óleo por Josiah Wedgwood. 1782-1784.
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El origen del arte
El libro XXXV de la Historia natural está íntegramente dedicado al arte. Allí Plinio cuenta una leyenda sobre el origen del dibujo. Una doncella corintia, Kora, vio reflejado el perfil de su amado en una pared mientras dormía. Para inmortalizarlo, tomó un carboncillo y repasó el perfil de la sombra. El padre de Kora, Butades, aplicó una capa de arcilla encima para conservarlo.
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Este artículo pertenece al número 205 de la revista Historia National Geographic.