En el siglo XIX la región de los Fens, al este de Inglaterra, atrajo la atención de grandes empresas de extracción de arcilla y producción de ladrillos. Era la época victoriana y la demanda de estos materiales estaba al alza. La materia prima del lugar, extraída de las profundidades, poseía unos componentes que otorgaban a los ladrillos una calidad única. Pero en aquellos depósitos subterráneos no sólo había arcilla; al excavar hasta treinta metros de profundidad tuvo lugar un descubrimiento espectacular: huesos de diversas especies de dinosaurios que poblaron la región hace millones años.
Esta ocasión fue aprovechada a finales del siglo XIX por un paleontólogo aficionado, Alfred Nicholson Leeds, quien excavó en la zona de los Fens, extrajo restos paleontológicos y desarrolló un método de estudio que permitió ampliar el conocimiento sobre especies nuevas y ya existentes. Sus hallazgos se exhiben hoy en día en el Museo Británico y en otros lugares del mundo.
Cronología
Sobre el río
Siglo XIX
En la región de los Fens se descubren restos paleontológicos de fauna prehistórica.
1999
Martin Redding localiza unos postes de madera alineados en Must Farm.
2004
Arqueólogos de Cambridge llevan a cabo una prospección en Must Farm.
2015
Se inicia una campaña de excavación a gran escala que procura grandes hallazgos.
Un poblado oculto
La milenaria masa compacta de arcilla de la región de los Fens no escondía únicamente restos de fauna prehistórica. En alguna de sus zonas también conservaba la huella de los humanos que poblaron el lugar hace miles de años. En 1999, en una visita a las canteras de arcilla de Whittlesey, a las afueras de Peterborough, el arqueólogo Martin Redding vislumbró los restos de unos postes de madera alineados en unos terrenos conocidos como Must Farm.
La visita no era casual, pues anteriormente se habían hecho hallazgos de construcciones de postes de la Edad del Bronce y otros restos materiales en toda la región arcillosa de los Fens. Inmediatamente Redding sospechó que podían tener cierto valor histórico, aunque en ese momento desconocía que acababa de hacer uno de los hallazgos más importantes de la arqueología británica de las últimas décadas.
Redding comunicó su descubrimiento, y en 2004, ante el temor de que las actividades de la cantera en zonas cercanas dañaran el yacimiento, la Unidad Arqueológica de la Universidad de Cambridge llevó a cabo una primera prospección del lugar, a la que siguió dos años después una excavación e investigación exhaustiva en alguna de sus zonas. Los resultados fueron inesperadamente fructíferos. Como si se tratara de una ventana abierta al pasado, aparecieron cientos de objetos cerámicos, textiles y estructuras de madera y fibra vegetal, perfectamente conservados, pertenecientes a una comunidad que vivió al final de la Edad del Bronce, en torno a 1000-800 a.C.
Excavación
A la vista del excelente estado de preservación del lugar, las autoridades decidieron conservar los restos in situ, monitorizándolos para evitar su degradación. Sin embargo, para evitar futuros expolios o destrozos en el lugar, en 2015 se emprendió una excavación en área intensiva. A lo largo de los doce meses siguientes, gracias al apoyo económico de Historic England y Forterra Building Products Ltd. –propietarios de la cantera–, un equipo de arqueólogos dirigido por Mark Knight consiguió la completa recuperación y documentación de lo que aquel sitio aún escondía. Los resultados obtenidos no sólo completaron el conocimiento sobre cómo pudo ser el lugar a finales de la Edad del Bronce, sino que aportaron datos sobre etapas anteriores y proporcionaron una visión única sobre una etapa histórica parcialmente conocida a través de la arqueología.
La pequeña aldea
Las excavaciones sólo pudieron rescatar la mitad de la superficie que se estima que pudo ocupar el poblado, ya que el resto del asentamiento fue destruido en la segunda mitad del siglo XX debido a la actividad de las canteras.
El poblado en cuestión, habitado en torno a 850-800 a.C., se construyó en medio de un río ancho y poco profundo. Consistía en una estructura sostenida por pilotes, sobre la que se dispusieron las viviendas. El asentamiento estaba rodeado por una empalizada construida con grandes postes de fresno hincados directamente en el lecho del río, con un camino interno que la rodeaba para facilitar el desplazamiento en el interior.
El asentamiento estaba rodeado por una empalizada construida con grandes postes de fresno hincados directamente en el lecho del río
Además, se hallaron restos de una calzada elevada de una etapa anterior que, a modo de puente, construida con grandes listones de roble, cruzaba el cauce fluvial, y que pudo servir como presa para facilitar la pesca. Esta estructura se ha podido datar gracias al análisis dendocronológico de uno de los postes de la calzada, del que se ha podido comprobar que fue talado en torno a 1290-1250 a.C., fecha sostenida por análisis de radiocarbono. También se ha constatado que se llevaron a cabo tareas de mantenimiento en esta calzada hasta comienzos del siglo X a.C., en una etapa anterior a la existencia del poblado fluvial. Junto a la calzada se hallaron numerosas lanzas y espadas, a modo de depósito. La práctica de arrojar armas metálicas en zonas inundadas es común en las comunidades de la Edad del Bronce y quizá tenía un fin ritual.
Por otra parte, en el complejo se ha hallado una amplia gama de restos biológicos: excrementos y huesos de animales, semillas, trigo y también restos de procesamiento de alimentos. Todo ello ha permitido estudiar no sólo la dieta y el modo de vida de este poblado, sino también el entorno que habitaron estas gentes.
Un ocaso en minutos
Los arqueólogos han hallado indicios de que todo el poblado fue destruido repentinamente por un incendio, probablemente accidental, que ocurrió al poco tiempo de vida del asentamiento, tal vez sólo seis meses después de que empezase a ser habitado. El carácter ígneo de la madera provocó que todas las estructuras ardieran rápidamente. La posición en la que se han hallado los grandes postes de las cubiertas sugiere que los techos de los edificios se desplomaron, llevándose consigo todo hacia el lecho del río, incluidos objetos y textiles.
Tan repentino fue el suceso que sus habitantes no tuvieron tiempo de recoger sus cosas, como prueba el hallazgo de un cuenco, con restos de alimentos y la cuchara en su interior, probablemente abandonados cuando el fuego se originó. En cambio, no se han hallado en el yacimiento restos de víctimas mortales. En todo caso, la catástrofe ha acabado siendo un golpe de suerte para los arqueólogos, pues al derrumbarse todo a causa del incendio, los restos quedaron depositados sobre el lecho, haciendo de Must Farm el yacimiento mejor conservado de las últimas décadas de la Edad del Bronce en Reino Unido, una ventana única a la vida de hace tres mil años.
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Trabajo premiado
En la excavación de Must Farm también participaron estudiantes del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge. La actividad llevada a cabo en el yacimiento ha recibido numerosos premios nacionales por su aportación al conocimiento sobre la Edad del Bronce en Reino Unido.

El arqueólogo Mark Knight, director de las excavaciones.
Foto: PA Images / Gtres
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Viviendas seguras
Must Farm se construyó sobre un amplio río con acceso al mar del Norte y a las tierras del interior. Las casas tenían una óptima posición para permitir a sus moradores comerciar con grano, carne, metales y textiles. Poco después de su construcción, el poblado se quemó hasta los cimientos y todo se hundió bajo las aguas conservándose el contenido de las viviendas en excelente estado. Las casas tenían vigas de madera para sujetar los techos, construidos con hileras de palos y ramas entrelazados. Los suelos de ramas tejidas se elevaban sobre el agua gracias a largos postes de madera clavados a gran profundidad en el lecho del río, lo que les daba suspensión suficiente como para vivir sobre el agua.
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Piezas en el barro
Must Farm ha proporcionado una de las mayores colecciones materiales de las últimas décadas de la Edad del Bronce en Reino Unido. Aquí mostramos algunas piezas.

Punta de lanza descubierta entre los restos de casas de Must Farm.
Foto: PA Images / Gtres

En el poblado se hallaron 120 recipientes cerámicos como éste.
Foto: PA Images / Gtres

Restos de una hoz de bronce dañada durante el incendio del poblado.
Foto: PA Images / Gtres

Esta anilla es uno de los 90 objetos de metal hallados en Must Farm.
Foto: PA Images / Gtres

Cuenta de collar de vidrio. En el lodo aparecieron al menos 80.
Foto: PA Images / Gtres

Daga de bronce hallada durante las excavaciones.
Foto: PA Images / Gtres
El río proveedor
El poblado de Must Farm, construido sobre el lecho de un río, nos muestra con mucha claridad cómo pudo ser el modo de vida en este lugar durante la Edad del Bronce. Pequeños poblados, localizados en zonas estratégicas, procurarían un acceso directo a las tierras aledañas y una comunicación a través del río. Las investigaciones cerca de Must Farm han sacado a la luz asimismo hasta nueve pequeñas embarcaciones, estructuras de madera a modo de redes de pesca y pasarelas que permitirían la navegación por el río y la explotación de gran parte de sus recursos. La reconstrucción de estas páginas recrea su aspecto durante el breve período en que estuvo habitado.
Este artículo pertenece al número 218 de la revista Historia National Geographic.