El nombre de Merlín aparece repetidamente en la literatura a través de los siglos. En su novela Un yanqui en la corte del rey Arturo (1889), Mark Twain lo retrata como un estafador, y el yanqui que protagoniza el libro desvela la falsedad de su magia. En Los caballeros de la Tabla Redonda (1937), de Jean Cocteau, Merlín el Mago es una fuerza negativa, un viejo cruel y manipulador de la corte artúrica. En 'El señor de los anillos' (1954), de Tolkien, lo podemos reconocer en el «buen» mago Gandalf, que tiene como antagonista al diabólico Sauron y usa sus extraordinarios conocimientos a modo de arma. Como siempre, la imaginación literaria adapta el personaje a sus propios objetivos. Pero esto no ocurre sólo en el mundo contemporáneo: en la tradición medieval, la figura de Merlín ya aparece cambiante y ambigua.
Cronología
Historia de un mago
Siglo X
En 'La profecía de Bretaña' se menciona como profeta a Myrddin Wyllt, un bardo galés del siglo VI que se hallaría en el origen del personaje de Merlín.
Siglo XII
El escritor galés Godofredo de Monmouth compone tanto una 'Profecía de Merlín' (que incorpora a su 'Historia de los reyes de Britania') como una 'Vida de Merlín'.
1155
A partir de la 'Historia' de Godofredo de Monmouth, el poeta anglonormando Wace escribe el 'Roman de Brut', que contiene la primera mención escrita a la Mesa.
Año
El francés Robert de Boron usa la obra de Wace para componer su 'Merlín', poema en el que cristaliza la imagen de Merlín que se transmite a la posteridad.

En tierra de Myrddin. Eduardo I de Inglaterra conquistó Gales en el siglo XIII y erigió en aquel territorio diversas fortalezas, como la de Caernarfon (en la imagen).
Foto: Alan Copson / AWI Images
Los oscuros orígenes de Myrdinn
En realidad, el primer Merlín no es exactamente un mago, sino más bien un bardo o poeta. Fuentes de los siglos centrales de la Edad Media hablan de un bardo galés del siglo VI, Myrddin Wyllt, que enloquece a raíz de una desastrosa batalla librada en Arfderydd en 573; este personaje se expresa mediante versos crípticos y se refugia en el bosque, donde vive como un ermitaño. El poema Armes Prydein (La profecía de Bretaña), del siglo X, habla de una profecía que imagina una alianza entre celtas bretones y vikingos del norte de Irlanda para expulsar a los anglosajones de Gran Bretaña, y se menciona a Myrddin Wyllt como profeta. Ambas funciones están relacionadas, ya que, en la tradición celta, el bardo y la poesía se vinculan a la predicción del futuro.

Custodios de la tradición Myrddin Wyllt, que quizá esté en el origen de la figura de Merlín, era un bardo, esto es, un poeta, sabio y vidente al servicio de un jefe galés.
Foto: Leonard de Selva / Bridgeman / ACI
El surgimiento del mago
Para obtener una definición más clara del personaje hay que esperar al siglo XII y al autor que inició la tradición de la literatura caballeresca de la Europa medieval: el galésGodofredo de Monmouth, que vivió entre los años 1100 y 1155. Este canónigo agustino fue magister en el colegio de San Jorge de Oxford entre 1129 y 1151, y luego obispo de Saint Asaph. En sus obras, escritas en latín, revisó la tradición galesa con destreza: hacia 1135 escribió su obra principal, la Historia de los reyes de Britania; en los mismos años compuso una Profecía de Merlín, que incluyó en el libro VII de su Historia y, finalmente, entre 1148 y 1151, compuso su última obra: el poema Vida de Merlín.

Hebilla de oro del siglo VI, la época de Myrddin Wyllt. Tesoro de Sutton Hoo. Museo Británico, Londres.
Foto: Bridgeman / ACI
En los textos de Godofredo, Merlín se desdobla: en su última obra se parece al vidente de la tradición galesa, Myrddin Wyllt, mientras que en la Profecía surge el «nuevo» Merlín, el que volveremos a encontrar en la literatura posterior. Para crear su personaje, Godofredo se inspira en la Historia de los britanos, compuesta en el siglo IX por el monje galés Nennio (o atribuida a él).

Britanos y sajones. Monmouth presenta a Merlín como consejero de Arturo, monarca de los britanos y enfrentado a los sajones, llegados del continente.
Foto: Bridgeman / ACI
Este libro cuenta la historia del malvado rey Vortigern, usurpador del trono, que permitió que los sajones se establecieran en la isla de Bretaña. El rey desea construir una fortaleza, pero cada vez que lo intenta los cimientos desaparecen. Entonces consulta a sus magos, que le dicen que el único modo de afianzarlos es encontrar a un muchacho sin padre, sacrificarlo y bañar los cimientos con su sangre. De modo que capturan a un chico, Ambrosius, cuya madre es una monja que dice ser virgen. El joven se enfrenta a los magos y afirma que bajo los cimientos tambaleantes se esconden un gusano rojo y otro blanco que luchan entre sí: esta disputa es, según Ambrosius, el presagio de un conflicto entre britanos y sajones.

Los dos dragones Vortigern (a la izquierda) contempla la lucha de los dragones ocultos, revelados por Merlín, cuyos movimientos derruían su torre.
Foto: Bridgeman / ACI
El hijo de un íncubo
Godofredo mezcla el personaje de Merlín, hasta ese momento poco documentado, con el Ambrosius de la historia, incorporando elementos distintos y enriqueciendo la narración con detalles inéditos. La madre de Merlín sigue siendo una monja, pero el niño es concebido con un íncubo (los íncubos son demonios que adoptan una apariencia masculina, mientras que los súcubos adoptan una apariencia femenina), lo cual explica sus dotes proféticas. Como escribió san Agustín, los demonios superan la sensibilidad de los cuerpos terrenales y son más veloces; por tanto, son más agudos y rápidos que los humanos y pueden anunciar hechos desconocidos, ya que acumulan una experiencia de la realidad que les permite predecir lo que pasará. Éstas son las cualidades que hereda Merlín.

Merlín en Stonehenge, cuyas piedras habría traído desde Irlanda. Miniatura del siglo XIII.
Foto: Granger / Aurimages
Así pues, Godofredo de Monmouth realiza un cambio importante, combinando las características de la videncia de la tradición pagana con lo que dice el cristianismo sobre ella. En lugar de los dos gusanos aparecen dos dragones, uno rojo y uno blanco, que también luchan entre sí; Merlín explica que el dragón rojo representa a los britanos, y el blanco a los sajones, que lograrán la victoria. Además, aumenta el número de profecías que pronuncia Merlín, muchas de las cuales se refieren a acontecimientos históricos y políticos identificables. El personaje vuelve a aparecer en otras aventuras, entre las que destaca el transporte de las piedras de Stonehenge desde Irlanda. Sin embargo, este episodio podría ser una interpolación, es decir, podría haber sido añadido más tarde a la obra original.

Un círculo portentoso. El imponente círculo de piedra de Stonehenge cautivó la imaginación medieval, que atribuyó su construcción a Merlín.
Foto: Maurizio Rellini / Fototeca 9x12
El «nuevo» Merlín de Godofredo tuvo un gran éxito, hasta el punto de que un autor anglonormando, Wace, que se movía entre las dos orillas del canal de la Mancha, quiso traducir la Historia a su lengua vernácula: el resultado fue el Roman de Brut, acabado en 1155, un poema en francés antiguo al que se debe la invención de la Mesa Redonda –o bien la escritura de esta historia, si, como parece probable, procede de fuentes orales–. El Roman no es una simple traducción: Wace modifica el material a su gusto, eliminando, por ejemplo, las profecías de Merlín; un cambio que justifica porque muchos pasajes resultaban incomprensibles, según dice, aunque es posible que fuera el carácter político de las profecías lo que le indujo a evitarlas.

La 'Historia de una Vida'. Merlín dicta sus hechos al clérigo Blaise, su maestro y antiguo confesor de su madre, para que los escriba. Miniatura del siglo XIII.
Foto: Bridgeman / ACI
Para encontrar un nuevo desarrollo narrativo de la historia de Merlín hay que acudir a otro escritor, Robert de Boron. A caballo de los siglos XII y XIII, Robert compuso un Merlín en verso inspirado en el texto de Wace, y del que sólo nos han llegado fragmentos. Pero hacia 1210 el texto fue reescrito en prosa, tal vez por el mismo Robert, así que al menos conocemos una versión.

Fortalezala de Tintagel. El lugar donde –según Geoffrey de Monmouth– fue concebido Arturo gracias a la magia de Merlín inspiró al conde Ricardo de Cornualles, en el siglo XIII, la construcción de un castillo sobre vertiginosos acantilados.
Foto: Hans-Peter Huber / Fototeca 9x12
Merlín en la corte del rey Arturo
La obra de Boron se inicia con el clérigo Blaise, decidido a escribir sobre Merlín, que explica que está traduciendo una historia en latín dictada por el propio Merlín. Después de la introducción, entra en escena el protagonista, presentado por un consejo de demonios que conspiran para convertir a Merlín en una especie de Anticristo, su agente en la Tierra. Pero sus planes fracasan porque el niño es bautizado por su madre y deviene cristiano, aunque sea hijo de un íncubo. Después llegamos a la historia de Vortigern: su muerte es predicha por Merlín, el cual se une al nuevo rey Pendragon y a su hermano Uther en la guerra contra los invasores sajones, erigiendo Stonehenge para los caídos y creando la Mesa Redonda. También es Merlín quien favorece el encuentro entre Uther e Ygerne (esposa del duque de Cornualles), de cuya unión nace Arturo, a quien Merlín seguirá y llevará a la mítica Avalon para que se cure. El texto acaba con el episodio de Arturo y la espada en la roca. Con Robert de Boron cristaliza, pues, la imagen de Merlín que recogerá la literatura posterior; gran parte del material pasará, ya en el siglo XV, a la Muerte de Arturo, de Thomas Malory, y de ahí llegará al mundo moderno.

Cofre de marfil con escenas caballerescas inspiradas en los relatos artúricos, siglo XIII.
Foto: Met / Scala, Firenze
Entre el folclore y la literatura
Como hemos visto, Merlín es una creación literaria basada en la imaginación de los escritores y en tradiciones populares orales que en esos siglos son recogidas por la literatura en latín y en lengua vernácula. La tradición gaélica conocía la figura del druida, y existía un sacerdocio druídico sobre el que hay información dispersa. El conocimiento druídico se caracterizaba por el control de los elementos naturales y las ciencias relacionadas con la observación del cielo; la magia de las tormentas; la capacidad de asumir distintas formas animales, y la mántica o adivinación.

Merlín, hechizado. El mago yace víctima de un sortilegio de la Dama del Lago, quien, según escribe Thomas Malory, da la espada 'Excalibur' a Arturo.
Foto: Mary Evans / AGE Fotostock
El término «druida» (literalmente «sabio de las encinas») y el vínculo con dos plantas sagradas, la encina y el muérdago, hacen pensar en la doble función de los druidas como curanderos mediante hierbas y plantas y como sacerdotes de la naturaleza. Además, los druidas tenían el poder de lanzar hechizos a distancia y de preparar filtros mágicos.
En la obra de Robert de Boron, Merlín es un personaje positivo, a pesar de su nacimiento y de algunos aspectos que lo relacionan con la magia precristiana, como la capacidad de cambiar de forma, un recurso que se repite en el texto y que lo acerca a Odín, la deidad germánica que a través de una iniciación de nueve días y nueve noches adquiere el conocimiento de las runas, la adivinación, la magia y la transformación en otras criaturas. Por otra parte, la paternidad demoníaca acerca a Merlín al imaginario cristiano, aunque uno se pregunta si no se trata de una revisión cristiana de la tradición del nacimiento de una criatura sobrenatural, profundamente arraigada en aquellas tierras.
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El primer Pantagenet. Por su boda con Leonor de Aquitania, Enrique II de Inglaterra creó un reino asentado en ambas orillas del canal de la Mancha.
Foto: UIG / Album
Como nacen las estirpes maravillosas
El nacimiento de Merlín como hijo de una mujer y un demonio íncubo remite a una tradición folclórica muy representada en la literatura: la llegada al mundo de la estirpe de una criatura sobrenatural, normalmente un hada, la más famosa de las cuales es Melusina. En el tratado DePrincipis instructione, escrito por el clérigo Giraldo de Gales, compuesto entre 1190 y 1217, el fundador de la dinastía Plantagenet (a cuyo servicio estaba Giraldo) protagoniza un encuentro con un hada. Se casa con una mujer bellísima que le da muchos hijos, pero la joven evita ir a la iglesia en la medida de lo posible, y se mantiene alejada de ella sobre todo en el momento de la consagración del Cuerpo de Cristo. Esto hace sospechar a su marido, que un día decide retenerla a la fuerza; en ese instante la mujer huye volando por la ventana y no vuelve nunca más. Pero sus hijos se quedan y crecen sanos, dando vida y prosperidad al linaje.
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La abadía de Glastonbury. En 1191, los monjes de la abadía cavaron por indicación del rey Ricardo II Plantagenet hasta dar con la supuesta tumba del rey Arturo.
Foto: Getty Images
Una leyenda para la dinastía Plantagenet
La creación del mito artúrico durante el siglo XII tiene sus raíces en un proyecto político. En ese período, los reyes de la dinastía Plantagenet, que reinaban en Inglaterra pero tenían raíces en Bretaña, Normandía y Anjou, estaban construyendo un gran reino que, además de Inglaterra, abarcaba gran parte de Francia. Por tanto, la dinastía anglofrancesa necesitaba encontrar un precedente, tanto de los celtas insulares como de los normandos, que pudiera ennoblecer y aproximar los linajes de ambas orillas del canal de la Mancha. Este precedente se halló en los antiguos reyes celtas cristianizados, cuyo regreso, según se decía, era esperado por los bretones. Para Arturo se creó incluso un centro sagrado en la abadía de Glastonbury, en Somerset, que se identificó con la legendaria Avalon, la isla maravillosa a la que Arturo fue llevado para curarlo de sus heridas mortales, y donde en 1191 se «descubrieron» su tumba y la de su esposa Ginebra.

La espada del rey Arturo, en compañía de Merlín, recibe una nueva espada tras romper 'Excalibur' en combate. Ilustración de 1921.
Foto: Bridgeman / ACI

Ver más sobre la Historia de Merlín en verso.
Este artículo pertenece al número 206 de la revista Historia National Geographic.