En 1503, los Reyes Católicos crearon la Casa de la Contratación de las Indias, con sede en Sevilla. Su función inicial era centralizar y organizar el comercio y las flotas de las tierras recién descubiertas, pero pronto se le sumó un segundo cometido no menos importante: la recopilación de información cartográfica sobre aquellas tierras y las rutas para llegar a ellas. Desde 1508, el piloto mayor de la Casa quedó encargado de hacer «un padrón general» o «padrón real», esto es, un mapa universal que representara la totalidad del mundo conocido.
En este proyecto los españoles seguían el modelo de los portugueses. Los padrões portugueses eran unos monolitos que los descubridores lusos fijaban en las tierras y costas descubiertas para simbolizar la presencia del rey y su soberanía sobre los lugares donde se desembarcaba. Al hincar el padrón se tomaba la altura del Sol a mediodía y de la Estrella del Norte a medianoche, y a su regreso a Lisboa los pilotos entregaban esos datos a los cartógrafos de la Casa da Índia para que señalasen en la carta de marear los lugares descubiertos. De ahí que el mapamundi resultante se denominara Padrón Real.
El modelo portugués
No se conservan ejemplares originales de este mapa portugués, pero sí otros que muy probablemente se inspiraron en él. Tal sería el caso del planisferio Cantino, una carta náutica adquirida en Lisboa en 1502 por Alberto Cantino, emisario del duque de Ferrara, quien la habría encargado a un cartógrafo luso que, a su vez, la elaboró de acuerdo con el modelo oficial de la Corona.
En España, pilotos y cosmógrafos de la Casa de la Contratación realizaron también mapamundis denominados «padrones», en los que iban incorporando los últimos descubrimientos geográficos. Su existencia queda probada por el hecho de que los cosmógrafos Hernando Colón, Juan Suárez de Carbajal y Alonso de Chaves hicieron sucesivas reformas del Padrón, y que a mediados del siglo XVI la Corona ordenó confeccionar un segundo padrón que estaría guardado en el Consejo de Indias, a fin de que los consejeros estuvieran informados en todo momento de la labor cartográfica de la Casa.
Ninguno de estos padrones de la Casa de la Contratación ha llegado hasta nosotros, pero es probable que algunos mapas de la época estén inspirados en ellos. Sin contar el célebre mapa que realizó Juan de la Cosa en 1500, tras participar en dos viajes de Colón –y que quizá formó parte del material cartográfico original de la Casa de la Contratación–, puede citarse la carta anónima de King-Hamy, atribuida a Américo Vespucio, primer piloto mayor de la Casa de la Contratación.
Se ha sostenido también que el planisferio anónimo de Pesaro, el primer mapa en el que se lee «Nuevo Mundo» (Mundus Novus) sobre la América meridional, era una copia del Padrón Real encargado a Vespucio por el rey Fernando el Católico, aunque recientemente Ricardo Cerezo ha apuntado que su universalidad y representación global no se ajustan a las características específicas para las que fue creado el Padrón Real.
Otra posible copia del Padrón son los tres mapamundis realizados entre 1525 y 1529 por Diogo o Diego Ribeiro, cartógrafo de la Casa. El último de ellos fue regalado por Carlos V al papa Clemente VII, una dádiva que en realidad buscaba conseguir el reconocimiento de los dominios hispanos por parte del papado, en particular las islas Molucas, en disputa con Portugal.
Protección de datos
El Padrón Real contenía información de gran valor político, económico y militar. Dado el interés que otros países manifestaron por las posesiones ultramarinas hispanas, es lógico que la monarquía quisiera proteger este conocimiento cartográfico e impedir que llegara a manos de sus rivales. Así, las autoridades ordenaron guardar el Padrón Real original en un arca cerrada con dos llaves y mantener un estricto control sobre las copias.
Las cautelas llegaron al extremo de que en unas ordenanzas promulgadas por Felipe II en 1573, se instó a no representar información secreta en el Padrón y en las cartas sacadas de él. Estos secretos quedarían mejor guardados en un libro, el Libro Padrón, custodiado en los archivos del Consejo de Indias.
Tantas prevenciones estaban más que justificadas, pues la Casa de la Contratación sufrió varios robos de información. En 1548, el piloto mayor Sebastián Caboto se marchó a Inglaterra, donde entró a formar parte de una asociación de mercantes ingleses, la Muscovy Company, la primera sociedad inglesa de comercio marítimo que incorporó en su organización el interés por las exploraciones y el desarrollo de nuevos mercados.
Caboto se llevó consigo su erudición cosmográfica y creó en Bristol un sistema de instrucción de pilotos y control de los instrumentos y cartas náuticas, sin Padrón Real, que llevaría a la marina inglesa a dominar los mares siglos después. Y en 1563, el cosmógrafo Sancho Gutiérrez denunció ante el Consejo de Indias que su homólogo portugués Andrés Freyle había vendido cartas de marear sacadas del Padrón Real de la Casa y selladas, un acto de traición de extrema gravedad, ya que permitía a los portugueses conocer los secretos de la navegación indiana. Bajo Felipe II, la ciencia era un conocimiento estratégico, defensivo y económico de gran valor. El tesoro de los mapas debía ser silenciado y ocultado frente a la posibilidad de que fuera aprovechado por otras monarquías.
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El mapa de Ribeiro
El cartógrafo portugués Diogo Ribeiro es autor de tres mapamundis para el emperador y rey de España Carlos V, en 1525, 1527 y 1529, quizá copias del Padrón Real conservado en la Casa de la Contratación de Sevilla. Encabezando estas líneas se reproduce el último de los tres. En él, Ribeiro marcó la línea que según el tratado de Tordesillas de 1494 separaba el área de expansión portuguesa de la española. Haciendo una trampa con la latitud, situó en la zona española las islas Molucas, el mayor productor mundial de especias, cuyo control se disputaban ambos países.
Este artículo pertenece al número 195 de la revista Historia National Geographic.