
gigantes de piedra Cerdeña
Desde 2014, las esculturas de Mont’e Prama ocupan una planta entera del Museo Arqueológico de Cagliari. Se exhiben 18 estatuas, 8 modelos de nuragas y 7 betilos.
Foto: Toni Spagone / Age Fotostock
Piernas, brazos, cabezas, manos, torsos, arcos y escudos: un conjunto de fragmentos tan inmenso e insólito que produce asombro, inquietud, maravilla... Y también empatía: no debe de haber sido fácil, para los quince restauradores especializados, saber por dónde empezar para volver a montar esas cinco mil piezas de piedra dispuestas a lo largo de 140 metros cuadrados en el centro de restauración de Li Punti, cerca de Sassari. Las formas que los restauradores intentaban recomponer provenían de una masa de fragmentos de piedra caliza y arenisca, de unas diez toneladas, que emergió de la tierra a finales de la década de 1970 en una colina de Cabras, al suroeste de la isla de Cerdeña.
Cronología
Escenas en piedra
1974
Unos agricultores sacan a la luz en Mont’e Prama el primer fragmento de una estatua.
1975-1979
Los arqueólogos exhuman durante las excavaciones más de 5.000 fragmentos de esculturas.
2005
Los hallazgos se guardan en la Superintendencia Arqueológica de Cerdeña.
2007-2011
Un ambicioso proyecto de restauración permite recomponer un total de 24 estatuas.
Entre 2007 y 2011 empezó el proyecto de conservación y restauración Mont’e Prama, Prenda ‘e Zenia. Tras cuatro años de proyectos, fichas, dibujos, fotografías, mediciones, estudios, limpieza e intentos de montaje que implicaron a decenas de profesionales, a finales
de 2011 se obtuvo el increíble resultado: 24 imponentes figuras de guerreros, púgiles y arqueros estaban finalmente en pie. Junto a ellas se mostraban 15 modelos de nuragas, las fortalezas megalíticas sardas, y algunos betilos o piedras sagradas.
Cuatro décadas después de su descubrimiento, se habían reconstruido las únicas estatuas de cuerpo entero y de grandes dimensiones de la Cerdeña nurágica, las más antiguas del Mediterráneo occidental. Este conjunto se exhibe en Cabras, en el Museo Cívico Giovanni Marongiu, y en Cagliari, en el Museo Arqueológico Nacional.

Mont'e Prama
La necrópolis de Mont’e Prama contiene más de 120 tumbas de entre los siglos X y VIII a.C. Los difuntos se enterraban encogidos, sin ajuar o con objetos sencillos, en pozos excavados en la roca y cubiertos con un pequeño túmulo de piedras, más tarde sustituido por una lápida. Se hallaron varias tumbas intactas de jóvenes varones.
Foto: Art Collection / Age Fotostock
Lugar de culto
Quienes lo deseen pueden ver los guerreros, pero el yacimiento aún no está abierto al público. Los estudios continúan: todo sugiere que su subsuelo esconde aún información muy valiosa para reconstruir su historia y enriquecer el conocimiento de la civilización nurágica, que dominó la isla entre los siglos XVIII y VIII a.C.
Sabemos que Mont’e Prama, donde se alzaban las esculturas, quizá mucho más numerosas que las que han llegado hasta nosotros, era un lugar de culto. Albergaba una necrópolis con más de cien tumbas, la más grande que conocemos de la época nurágica. Pero ¿quién vivía en esos lugares y los frecuentaba? ¿Y por qué, hace tres mil años, esas personas poblaron el lugar de guerreros de piedra?

Nuraga Mont'e Prama
Modelo de torre de un nuraga hallado en Mont’e Prama.
Foto: Paul Williams / Alamy / ACI
Desde hace años, los estudiosos intentan responder a estas y otras preguntas. Desde 1974, para ser exactos, cuando el arado de dos campesinos chocó con algo: un primer fragmento de escultura. «Excepcional hallazgo arqueológico en la península de Sinis. Un arado descubre un templo púnico», titulaba la Nuova Sardegna el 31 de marzo de 1974. Pero no era un templo púnico: allí abajo había algo distinto. Los arqueólogos Alessandro Bedini, Giovanni Lilliu, Enrico Atzeni, Maria Luisa Ferrarese Ceruti y Carlo Tronchetti sacaron a la luz entre 1975 y 1979 obras arquitectónicas, tumbas y esculturas, todo lo cual confirmaba que aquél era un lugar de naturaleza cultual y funeraria. Giovanni Lilliu, considerado el padre de la arqueología sarda, remarcó que las figuras que salían de la tierra eran muy parecidas a las estatuillas de bronce nurágicas de la primera Edad del Hierro (entre 950 y 700 a.C.).
Las estatuas, en pedazos y dispersas en un área de unos cien metros, fueron recuperadas y llevadas a los depósitos de la Superintendencia Arqueológica. Allí estuvieron hasta 2005, cuando el proyecto de restauración halló financiación y espacios adecuados, mientras que algunos fragmentos se expusieron en el Museo Arqueológico de Cagliari. En las últimas campañas de excavación se recuperaron otros cinco mil fragmentos de piedra, cerámica, objetos de metal y dos nuevas estatuas de púgiles.
Todo, en Mont’e Prama, sugiere que no se trata de un yacimiento arqueológico cualquiera. Aquí se celebraban cultos que reunían a toda una comunidad que vivía recordando un pasado mítico, y el nuraga, esa construcción de piedra presidida por una gran torre circular, su símbolo más destacado, era conmemorado en pequeñas reproducciones de piedra. Las majestuosas estatuas podrían ser representaciones de antiguos héroes, invocados para proteger a los difuntos y la gente que vivía en la zona. Su mirada impenetrable, la expresión fija realizada con pocas incisiones, los gestos repetitivos y la inmovilidad de las posturas no sugieren la reproducción de personajes reales, sino que nos conducen hacia la esfera de lo sagrado.
Mont’e Prama era un centro de culto donde quizá se conmemoraba a antiguos héroes.
Mont’e Prama es además la prueba de que los artesanos nurágicos, además de trabajar con pequeñas estatuas de bronce, eran capaces de crear grandes figuras de piedra con técnicas refinadas. Con una altura de hasta dos metros –de ahí que fuesen llamadas «gigantes» por los primeros descubridores–, las estatuas se hacían a partir de un único bloque de piedra caliza o arenisca, y se esculpían de cuerpo entero y sin soporte. Tenían detalles precisos y esquemáticos: rostro triangular, cejas y nariz en forma de T, dos círculos concéntricos como ojos, una incisión recta para la boca, los cabellos recogidos en trenzas, y ropa y accesorios realizados con pocos trazos.

Nuraga Palmavera
En una de las estructuras circulares de Palmavera se descubrió la escultura de un nuraga similar a las halladas en Mont’e Prama.
Foto: Alinari / RMN-Grand Palais
Misterios por resolver
Hoy podemos admirar las esculturas en todo su esplendor: un patrimonio cultural que entusiasma a arqueólogos, historiadores y estudiosos. Y al público en general: nunca antes un descubrimiento arqueológico había suscitado, en Cerdeña, tanto interés y curiosidad, ni las crónicas de una excavación se habían seguido con tanta pasión. El rostro de los héroes de Mont’e Prama se ha convertido en un símbolo de la civilización nurágica, tan potente que ha llegado a sustituir en el imaginario colectivo al mismo nuraga.
Pero aún quedan muchas preguntas sin responder: ¿Quiénes eran y qué representaban estas esculturas? ¿Eran verdaderamente antepasados de una historia mítica, que se invocaban como protectores, símbolo de una comunidad que encontraba fuerza y cohesión en el recuerdo del pasado? Tal vez las respuestas llegarán con nuevas excavaciones, o quizá no llegarán nunca. Sin embargo, hay algo que sin duda sí va a perdurar: la fascinación por un misterio que dura ya tres mil años.
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Estatuas Mont'e Prama - Pieza 1
Púgil. Llamado Fastigiadu, «El admirado», está compuesto de 49 fragmentos reconstruidos.
Foto: Paul Williams / Alamy / ACI

Estatuas Mont'e Prama -Pieza 2
Arquero. En esta figura, apodada Prexiau, «El que se precia», se han conservado bien el pelo recogido en trenzas y la empuñadura del escudo.
Foto: Paul Williams / Alamy / ACI

Estatuas Mont'e Prama - Pieza 3
Cabeza de púgil (Fastigiadu). Los ojos son dos círculos concéntricos perfectos.
Foto: Paul Williams / Alamy / ACI
Púgiles, arqueros y guerreros listos para el combate
Las estatuas de piedra de Mont’e Prama, de casi dos metros de altura, se asemejan mucho a las estatuillas de bronce, de pocas decenas de centímetros, de la cultura nurágica. La ropa, los accesorios de combate –espadas, escudos, arco y carcaj–, los detalles anatómicos o el pelo son casi idénticos. Esto sugiere que ambos tipos de obras son contemporáneos y surgieron entre la Edad del Bronce final y la primera Edad del Hierro.
Las 24 esculturas reconstruidas representan a púgiles, guerreros y arqueros. Los restauradores los han identificado con nombres y términos sardos (Efis, Isbentiau, Sirboniscu...). Los púgiles, cubiertos por una falda y con el torso desnudo, sostienen un escudo sobre su cabeza. Los arqueros están representados con el brazo derecho levantado en un gesto de saludo, mientras que con el izquierdo sostienen un arco apoyado en el hombro; llevan túnica y grebas. Los guerreros estaban protegidos por una coraza y portaban un escudo redondo; no se conserva la cabeza de ninguno de ellos, pero por analogía con las estatuillas de bronce podemos imaginar que lucían cascos con cresta y largos cuernos y llevaban una espada apoyada en el hombro.
Las esculturas, de técnica sorprendentemente refinada, fueron obra de talladores expertos. Sorprende la ausencia de soporte, visto el peso del cuerpo en relación con las dimensiones de los tobillos, así como la precisión geométrica de los detalles. Los ojos se representan con dos círculos concéntricos perfectos; se podría pensar que se hicieron con un compás, pero no queda rastro alguno de la punta de este instrumento en el centro del ojo. Asimismo, en la decoración con líneas paralelas, éstas se han tallado de forma perfecta y regular.
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Un puzle arqueológico
El proyecto de restauración Mont’e Prama, Prenda ‘e Zenia, se llevó a cabo entre 2007 y 2011 en el centro de Li Punti, en Sassari, bajo la dirección científica de Antonietta Boninu (Superintendencia Arqueológica de Sassari y Nuoro) y la dirección técnica de Roberto Nardi (Centro de Conservación Arqueológica de Roma). El proyecto ha dado nueva vida a las cinco mil piezas de piedra de Mont’e Prama. La restauración, que ha permitido reconstruir los 16 púgiles, cinco arqueros, tres guerreros y 15 modelos de nuragas que hoy se exponen, usó técnicas de limpieza, restauración y apoyo no invasivas y reversibles. Un resultado que obtuvo el Premio Europeo de Patrimonio Cultural/Europa Nostra Awards en 2015 y el Best in Heritage Conference en 2016.
Este artículo pertenece al número 197 de la revista Historia National Geographic.