Nómadas de la Edad Media

La llegada de los gitanos a Europa Occidental

Los primeros grupos de gitanos que entraron en Europa en torno a 1420 fueron acogidos con curiosidad y recibieron salvoconductos y protección de las autoridades.

Nómadas. A inicios del siglo XVII, el francés Jacques Callot grabó estampas muy realistas de comitivas y campamentos gitanos.

Nómadas. A inicios del siglo XVII, el francés Jacques Callot grabó estampas muy realistas de comitivas y campamentos gitanos.

Foto: AKG / Album

Existe un mito acerca del origen egipcio del pueblo gitano, que no por viejo está olvidado. Se remonta al siglo XV, cuando una primera inmigración gitana entró en la península ibérica por los Pirineos proveniente de Europa Central. Este grupo humano fue considerado como oriundo de Egipto Menor, término que en la Edad Media designaba la actual zona de Chipre y Siria. De este modo se denominó a los recién llegados «exipcianos», «egipcianos», «egitanos» y, finalmente, gitanos. Resulta importante conocer cuándo y dónde surge el pueblo gitano para desterrar los muchos mitos que lo rodean.

Hoy se piensa que su origen se encuentra en el noroeste de la India, concretamente en el Punyab, aunque algunos autores sugieren el actual estado de Uttar Pradesh, más al este. Los principales indicios de esta procedencia se encuentran en la lengua romaní, su idioma original, cuyo vocabulario guarda muchas semejanzas con el sánscrito. Por ejemplo, «anciano» es en romaní purano y en sánscrito purana; «árbol» en romaní es rukh y en sánscrito ruksa, y «rico» es barvalo y balavat, respectivamente. Los lingüistas encuadran el romaní dentro de los dialectos prácritos hablados en la India entre los siglos VI a.C. y XI d.C.

Una gitana lee la buenaventara. Tapiz flamenco sobre un campamento gitano, 1510. detalle. Museo de Glasgow.

Una gitana lee la buenaventara. Tapiz flamenco sobre un campamento gitano, 1510. detalle. Museo de Glasgow.

Foto: Bridgeman / ACI

Entre Asia y Europa

La historia de los gitanos hasta su llegada a Europa presenta muchas lagunas. La emigración desde la India, iniciada seguramente en el siglo XI, tuvo varias fases y siguió diferentes rutas. Persia, Armenia y Grecia fueron tres etapas, como indica el hecho de que el romaní posea numerosos términos de origen persa, armenio y griego. La etnia gitana cristalizó a lo largo de este desplazamiento, sobre todo ya en Europa, y en particular en los Balcanes, que acogió desde fechas tempranas a importantes grupos de gitanos y que pueden considerarse su verdadera cuna.

El origen del pueblo gitano se localiza en la India, pero su cultura cristalizó en Europa

A finales del siglo XIV, la expansión del Imperio otomano en el este de Europa empujaría a los gitanos a emprender la última fase de su emigración y penetrar en la Europa occidental. Para ellos fue una marcha de redención, un peregrinaje, una manera de limpiar su conciencia y salvar el alma por su pasado islámico, viajando a lugares santos del cristianismo como Roma o Santiago de Compostela.

Su presencia en Europa occidental está registrada desde los primeros años del siglo XV. En tierras del Sacro Imperio Romano Germánico, un cronista se refería a la llegada de entre 300 y 500 familias a Lübeck en 1417. Otra crónica registra la entrada en Suiza, al año siguiente, de 14.000 gitanos divididos en varios grupos. En 1424 llegaron a Ratisbona, en el Rin, varios grupos de hasta 300 gitanos, con «muchas mujeres y niños». A Flandes llegaron en 1422, y a París en 1427.

Llegada de los gitanos a Berna en 1418. Miniatura de 'La Crónica de Schilling'.

Llegada de los gitanos a Berna en 1418. Miniatura de 'La Crónica de Schilling'.

Foto: Alamy / ACI

Peregrinos y refugiados

Los viajeros, liderados por hombres con títulos nobiliarios como condes o duques, utilizaron las ventajas del ambiente religioso de la época para desplegar su estrategia y aumentar así sus perspectivas de supervivencia. Así, una crónica francesa explica que en 1427 «llegaron a París doce penitentes, según ellos decían, a saber, un duque, un conde, y diez hombres, todos a caballo, que se decían buenos cristianos, procedentes del Bajo Egipto». Éstos contaron que en el pasado los musulmanes los habían atacado y los obligaron a cambiar de fe, pero que más tarde el emperador y otros príncipes cristianos los sojuzgaron a su vez y no sólo los obligaron a volver al cristianismo, sino que los condenaron a hacer un peregrinaje de penitencia a Roma. Aunque su aspecto era insólito, aseguraban que eran nobles: «Casi todos tenían ambas orejas perforadas y llevaban en cada una de ellas uno o dos aros de plata, decían que en su país era signo de nobleza».

Los gitanos presentaban salvoconductos y cartas de protección concedidos por los soberanos de cada territorio. Por ejemplo, el llamado duque Miguel de Egipto y sus seguidores exhibieron en 1422, en Basilea, una carta del papa, semejante a la que habría sido concedida a Andrea, duque de Egipto Menor, en 1423. No obstante, no hay constancia de la autenticidad de estos documentos, máxime cuando la manufactura de falsificaciones era una industria floreciente en ese tiempo.

En algunas ocasiones los gitanos provocaron reticencias y hasta reacciones hostiles. Una crónica decía de los que llegaron a Tournai, en Bélgica: «La mayor parte de ellos vivían de robar, especialmente las mujeres, que iban muy mal vestidas y entraban en las casas, algunas pidiendo limosna [...] y resultaba difícil estar en guardia y no perder cosa alguna».

Una gitana lee la buenaventura a una mujer. Grabado por Hans Burgkmair. 1510. Museo Nacional, Estocolmo.

Una gitana lee la buenaventura a una mujer. Grabado por Hans Burgkmair. 1510. Museo Nacional, Estocolmo.

Foto: Alamy / ACI

Llegada a España

En España, una inicial inmigración de gitanos entró por los Pirineos al mismo tiempo que en otros países de Europa, procedente de la mencionada zona de Egipto Menor. Consta que, en 1425, el rey Alfonso V de Aragón autorizó a «nuestro amado y devoto don Juan de Egipto Menor» a viajar durante un trimestre por sus dominios. Una posterior inmigración llegó a la península ibérica en la segunda mitad del siglo XV procedente de Grecia, por lo que se los llamó grecianos, si bien se acabó adoptando de manera generalizada el nombre de gitanos. Ambas migraciones estaban compuestas por un grupo humano que se presentaba como emigrados políticos o religiosos, penitentes y peregrinos, y por lo tanto no fueron vistos de manera negativa por los habitantes de la península, aunque sí podían causar desconcierto.

Un ejemplo de esta recepción amistosa se encuentra en la llegada de los gitanos a Jaén en 1462. Allí fueron acogidos por el condestable Lucas de Iranzo: «Por ser gente extranjera y andar como peregrinos en aquella manera, el dicho señor Condestable los mandó recibir y aposentar en la dicha ciudad. Y les hizo mucha honra, haciendo comer al dicho conde [el líder gitano] y a la condesa, su mujer, todos los días que en la dicha ciudad estuvieron con él y con la señora condesa, su mujer, y mandado dar a todos los otros todas las cosas que habían menester [...]. De todo lo cual el dicho conde y todos los que con él venían se partieron muy contentos y alegres, loándose mucho del dicho señor Condestable, de las grandes ayudas y mercedes que de él habían recibido».

Los gitanos llegaron a Jaén (en la imagen) en 1467 y fueron recibidos de manera amistosa por las autoridades locales.

Los gitanos llegaron a Jaén (en la imagen) en 1467 y fueron recibidos de manera amistosa por las autoridades locales.

Foto: Felipe Caparrós / Alamy / ACI

Giro represivo

Esta imagen fue cambiando hacia posturas de rechazo motivadas por la resistencia de los gitanos a la asimilación. Forzar su asentamiento en lugares concretos fue la política común que siguieron los diferentes monarcas españoles. Los Reyes Católicos promulgaron una pragmática en 1499 con el fin de asentar a los gitanos en villas donde podían ser controlados y donde a la vez trabajasen para mantenerse como el resto de súbditos. A partir de este momento, hubo una alternancia de tolerancia y represión que se refleja en las más de 250 disposiciones decretadas en su contra. Pese a ello, el pueblo gitano se asentó en la península ibérica y se ha convertido en parte integrante de la sociedad española hasta la actualidad.

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Zíngaros, bohemios, sarracenos

Desde que se instalaron en Europa, los gitanos recibieron nombres muy diversos. El de zíngaros procede seguramente de tchinganes, «hombre de diferentes razas» en sánscrito, como los gitanos se llamaban a sí mismos. En Francia se les llamó manouches («hombres»), procedente del sánscrito. También se los denominaba bohemios por su paso por ese territorio centroeuropeo, o sarracenos, por venir de tierras dominadas por el Islam.

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'La Gitanilla', de Boccaccio Boccaccino. 1505. Uffizi, Florencia.

'La Gitanilla', de Boccaccio Boccaccino. 1505. Uffizi, Florencia.

fFoto: Fne Art / Album

Vestido exótico

Una de las cosas que llamaron más la atención de los gitanos fue la vestimenta de sus mujeres. Tocadas con grandes sombreros redondos, turbantes o velos, portaban mantos de colores llamativos y amplias túnicas y solían andar descalzas.

Este artículo pertenece al número 209 de la revista Historia National Geographic.

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