un precedente del séptimo arte

La linterna mágica, el cine del siglo XIX

Semejante a un proyector de diapositivas, la linterna mágica fue un medio de diversión y educación de masas

Niños y adultos. Este grabado muestra una proyección para niños pobres en las afueras de Londres en 1889.

Niños y adultos. Este grabado muestra una proyección para niños pobres en las afueras de Londres en 1889.

Foto: Ronald Grant / ACI

En 1903, Georges Méliès estrenó el film La linterna mágica, en el que dos payasos proyectan vistas sobre una pared y hacen salir bailarinas del interior de aquel artilugio. Mediante este truco óptico, el mago rindió homenaje a uno de los medios audiovisuales que había hecho las delicias de los espectadores antes de la llegada del cinematógrafo: la linterna mágica.

Inventada a mediados del siglo XVII, probablemente por el científico holandés Christiaan Huygens, la linterna mágica estaba compuesta por una caja de chapa con una lámpara de aceite en su interior, cuyo humo salía por una chimenea. Frente a una abertura de la caja se colocaba una placa de vidrio con una imagen pintada y un juego de lentes convergentes, con lo que se conseguía que la imagen agrandada se proyectara sobre una pantalla o una pared.

La primera referencia a la linterna mágica en español la hizo en 1692 la mexicana Juana Inés de la Cruz en un poema: «Así, linterna mágica, pintadas / representa fingidas / en la blanca pared varias figuras». El término se incorporó en 1734 al diccionario de la Real Academia, donde el aparato era definido como «una máquina catóptrico-dióptrica, dispuesta no sólo para la diversión de la gente, sino también para mostrar la excelencia del arte». Desde esa época la linterna se popularizó cada vez más, y en el siglo XIX se convirtió en un espectáculo para todas las clases sociales.

Dos mujeres. Diapositiva de linterna mágica victoriana.

Foto: Bridgeman / ACI

Proyecciones ambulantes

Desde el siglo XVII hubo linternistas ambulantes –conocidos como «saboyanos», al ser Saboya la principal productora de cristales mágicos–, que recorrían pueblos y ciudades organizando proyecciones. Cargaban con el aparato a la espalda y llevaban una existencia itinerante, lo que hacía que las autoridades los tildaran de vagabundos. Se hacían acompañar de un ayudante y de un mono o un perro amaestrados, y mediante un tambor, un organillo o una guitarra llamaban la atención de los vecinos. Como luego sucedería con el cine, estos feriantes narraban ellos mismos las escenas y las acompañaban con música.

Las funciones eran nocturnas para que la luz proyectada fuese más nítida. Los linternistas mostraban diversos tipos de imágenes para entretener al público. Junto a las escenas cómicas, tenían especial éxito las panorámicas de lugares y pueblos exóticos. En una época en que la gente apenas viajaba, la linterna mágica era «la ventana abierta al mundo». El público respondía a las proyecciones con exclamaciones y aplausos, pero también con bromas y comentarios procaces. Las autoridades civiles y eclesiásticas tenían una actitud de recelo ante unos espectáculos desarrollados entre sombras a los que asistían, mezclados, ambos sexos.

Mientras los linternistas ambulantes entraron en declive desde mediados del siglo XIX, los espectáculos a puerta cerrada organizados por empresarios especializados se convirtieron en una gran atracción en las ciudades. Desde principios del siglo XIX se hicieron muy populares unas funciones de ilusionismo llamadas «fantasmagorías», ideadas por el alemán Philipsthal y el belga Robertson. En salones acondicionados, los ilusionistas hacía aparecer escenas sepulcrales y espectros que parecían precipitarse sobre los espectadores. Para aumentar el efecto, la proyección se hacía por detrás de la pantalla, de modo que los espectadores no veían el aparato que originaba las imágenes.

Paralelamente, se desarrolló un uso científico y educativo de la linterna mágica, al modo en que hoy se utiliza el PowerPoint. Ya en 1713 Samuel Rhanaeus, profesor en la Universidad de Jena, había publicado una disertación sobre el uso de la linterna mágica en la enseñanza, y en 1743 el abate Nollet expuso un modelo muy detallado en sus Lecciones de física experimental.

El mundonuevo, un aparato parecido a la linterna mágica, proyectaba vistas de todo el mundo. Su difusión llegó a China, como muestra esta imagen de comienzos del siglo XX.

Foto: Kharbine-Tapabor / Album

La magia de Pepper

En el siglo XIX se hicieron célebres las sesiones organizadas en la Institución Politécnica de Londres por el profesor John Henry Pepper. Un público muy numeroso se reunía en un gran anfiteatro para asistir a proyecciones sobre temas científicos, artísticos o de actualidad. Conocemos los temas de estas sesiones por las placas originales que se han conservado en algunos museos. Así, una serie trataba de la guerra de Crimea en 1854, otra de la insurrección polaca de 1863, otra reunía imágenes de París, una más ilustraba una expedición polar (con una secuencia en la que un marino mostraba un espejo a un esquimal).

Había también exhibiciones puramente lúdicas, como la que se hizo en 1868 sobre el cuento de Aladino. El propio Pepper desarrollaría, junto al ingeniero Henry Dircks, un sistema de ilusiones ópticas en la línea de las fantasmagorías, los llamados «fantasmas de Pepper», que tuvo enorme éxito en todo el mundo.

Por otra parte, el relativo abaratamiento de la producción de las linternas mágicas permitió que éstas entraran en las casas de la aristocracia y de la burguesía como entretenimiento doméstico, ya fuese para amenizar una reunión familiar o para divertir a los niños. Marcel Proust, en su novela Por el camino de Swann (1913), evoca las tardes de veraneo en la playa de Combray, en las que, para distraerle de su tristeza y mientras llegaba la hora de cenar, su abuela le proyectaba a través de esa lámpara mágica «apariciones multicolores donde se dibujaban las leyendas como en un vitral fugaz y tembloroso».

Linternas de alquiler

Los fabricantes de linternas también vendían accesorios, como colecciones de placas domésticas, catálogos e instrucciones de manejo y libritos con trucos profesionales para sorprender a los invitados. Como en las proyecciones privadas no había un linternista profesional que fuera introduciendo las imágenes, se publicaban narraciones para ser leídas durante su proyección.

Las clases medias imitaron a los privilegiados. En vez de comprar las linternas mágicas, las alquilaban para fiestas de cumpleaños, celebraciones navideñas y eventos sociales. Esta práctica comercial era muy común en la Gran Bretaña de la época victoriana. Las tiendas de pasatiempos anunciaban en los periódicos estos aparatos al lado de toboganes y otros juegos, y los clientes los contrataban junto con los servicios de un operador que proyectaba las vistas y relataba sus historias.

En la Inglaterra victoriana, las linternas se alquilaban para amenizar eventos sociales

La linterna mágica tuvo también aplicaciones militares. En la guerra franco-prusiana de 1870, el bando francés la empleó para proyectar mapas y fotos del frente de batalla y la retaguardia. Igualmente, a finales del siglo XIX la linterna mágica empezó a aplicarse a la publicidad en las calles.

La invención del cinematógrafo por los hermanos Lumière en 1894 provocó el declive de la linterna mágica, pero el nuevo arte de la imagen en movimiento le debía mucho a su predecesor. Igual que hacían los linternistas, los Lumière proyectaban vistas filmadas por sus operarios en los países más remotos para un público que, gracias a la linterna mágica, se había educado en una cultura visual cosmopolita.

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Sesiones para instruir deleitando

El jesuita francés Moigno tuvo la idea de utilizar proyecciones ópticas para divulgar la ciencia entre las masas. En 1872 abrió en París una sala dedicada a lo que él llamaba «instrucción popular». A los espectadores, que pagaban entre 50 céntimos y dos francos, se les ofrecía el siguiente programa: «1º Obertura musical con órgano, o piano. 2º Revista de novedades; cuadros proyectados con luz eléctrica. 3º Demostración de ciencia ilustrada, de alrededor de una hora. 4º Intermedio de un cuarto de hora como máximo. 5º Revista de historia o geografía… Proyección de un cierto número de cuadros. 6º Broche final: algunos juegos de óptica, fantascope, chromatrope… 7º Salida: se interpretarán algunas canciones nacionales de distintos pueblos».

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Prodigio técnico

La linterna mágica experimentó un constante perfeccionamiento técnico. Los tres focos servían para proyectar varias placas a la vez, mejorando la reproducción del movimiento y permitiendo un efecto de disolución de imagen similar al fundido actual.

Linterna mágica fabricada a finales del siglo XIX.

Foto: Bridgeman / ACI

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Espectáculo grandioso

Desde finales del siglo XIX, las exhibiciones de linterna mágica fueron una parte esencial de las funciones de variedades en Estados Unidos y durante algunos años compartieron cartel con las películas captadas por el cinematógrafo. Esta octavilla de la primera década del siglo XX anunciaba un espectáculo de estereopticón, (linterna mágica), junto a «la mayor exhibición de imágenes en movimiento del año. Conmovedores dramas, hilarantes comedias y escenas de todos los rincones del mundo». Un espectáculo «interesante e instructivo. Todo el mundo puede disfrutar de este soberbio entretenimiento. Venga y traiga a los niños», destacaba más abajo el pasquín.

Octavilla de la primera década del siglo XX que anunciaba un espectáculo de estereopticón.

Foto: Alamy / AGE Fotostock

Este artículo pertenece al número 216 de la revista Historia National Geographic.

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