Texto: Enrique Meseguer. Historiador.
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Barco de esclavos
No te puedes erguir más de 80 centímetros, y para dormir tienes un espacio de sólo 40 centímetros de ancho. Estás siempre encadenado a otra persona, incluso para acercarte a las tinas donde hacer tus necesidades, pisando un cuerpo tras otro en tu camino. Y así 16 horas cada día durante los dos meses de travesía a América, después de esperar hasta seis meses en la costa africana a que el barco negrero complete su cargamento. Éstos son algunos de los muchísimos detalles que contiene el libro del historiador Marcus Rediker, quien ha convertido su colosal erudición sobre el tráfico de esclavos en una lectura tan apasionante como dolorosa por los horrores que cuenta sobre los barcos esclavistas estadounidenses y británicos, que desde 1700 hasta la abolición de la trata, en 1807-1808, trasladaron a tres de los nueve millones de africanos que se consumieron trabajando en plantaciones de algodón, tabaco o caña de azúcar del Nuevo Mundo.
Rediker compone una obra coral centrada en el mundo de madera del barco negrero, en su capitán, en los esclavos y en los desgraciados marineros, que podían recibir un trato tan inhumano como los propios cautivos. El autor habla de la construcción de las naves, de la compra de seres humanos a los tratantes africanos, del viaje con su secuela de rebeliones y torturas a los prisioneros insurrectos o a los que se negaban a comer, del barco cubierto de redes para evitar que los esclavos se arrojasen al mar, de los tiburones... y de la forma en que los abolicionistas mostraron al público la realidad de esas cubiertas inferiores que «desprendían el mismo hedor que un matadero», según un testigo.
Pero lo más sorprendente llega al final, cuando Rediker refiere cómo marineros convertidos en desechos humanos debido a accidentes, enfermedades y parásitos tropicales, eran abandonados en América por los capitanes esclavistas y acogidos en sus chozas por los negros, que los cuidaban y hasta los sepultaban por caridad. ¿Qué los movía a actuar de este modo? Quizás el hecho de haber sido testigos de los padecimientos de aquellos «esclavos blancos» y haber sufrido con ellos la maldad y el dolor reinantes en las siniestras prisiones flotantes que fueron los barcos negreros.
Barco de esclavos. Marcus Rediker. Capitán Swing, Madrid, 2021, 480 pp., 22,80 €