A principios del siglo XIX, un grupo de población crecía de año en año en Estados Unidos: el de los negros libres. Eran antiguos esclavos de ascendencia africana que habían obtenido recientemente la libertad gracias a la progresiva abolición de la esclavitud en los estados del norte del país, pero también por la decisión personal de algunos dueños de esclavos del sur. El propio presidente George Washington ordenó que a su muerte sus 160 esclavos fueran liberados.
Esta evolución alimentó temores de muy diverso signo. Muchos blancos ponían en duda la capacidad de los libertos para integrarse en la sociedad estadounidense, e incluso quienes simpatizaban con los negros constataban que el resto de la sociedad los discriminaba por motivos racistas. Los dueños de esclavos, por su parte, temían que los libertos incitasen a rebelarse a los que seguían sometidos a esclavitud. Considerando que los negros libres no tenían futuro en Estados Unidos se hacía necesario buscarles un nuevo hogar. Fue así como surgió el movimiento «colonizador», que propugnaba el traslado de los esclavos emancipados a África para establecer allí colonias de negros libres.
La marcha a África
Aunque hubo precedentes, la idea tomó forma en 1816, cuando un grupo de filántropos fundó la Sociedad Americana de Colonización (American Colonization Society). Muchos de sus miembros estaban vinculados a iglesias protestantes, empezando por su fundador, Robert Finley, un clérigo presbiteriano, por lo que pensaron que la colonización podía servir también para que los antiguos esclavos predicasen el cristianismo en África y evangelizasen a sus tribus. La Sociedad creó sucursales en muchas ciudades de EE. UU., tanto del norte como del sur. Por su parte, el gobierno federal apoyó la iniciativa; tras prohibir el tráfico de esclavos resultaba conveniente disponer de una base en África para enviar a los africanos liberados de los barcos esclavistas que se interceptaran en alta mar.
Lo primero era elegir el destino de los colonos. En 1818, un viaje exploratorio designó una isla frente a la costa de Sierra Leona. Hacia allí partió en 1820, desde Nueva York, el navío Elizabeth, con dos agentes del Gobierno y otro de la Sociedad de Colonización, así como 86 negros libres procedentes en su mayoría de los estados de Vermont y Virginia. Sin embargo, la isla de Sherbro se reveló como un lugar insalubre y al cabo de pocos meses los tres blancos y una veintena de colonos habían muerto.
En el primer navío que llegó a Liberia iban 86 libertos
Poco después llegaron al lugar un nuevo navío, el Nautilus, con cuatro blancos a bordo y 33 colonos negros, y una goleta, el Alligator, encargada de luchar contra la piratería y la trata de esclavos. El capitán de la goleta y un agente de la Sociedad, el doctor Eli Ayres, se dirigieron hacia el sur en busca de un emplazamiento más favorable. Lo encontraron en cabo Mesurado, un pequeño rincón del golfo de Guinea. Ayres negoció con los jefes de la zona, que se hacían llamar «reyes», la compra de una franja costera de unos 60 kilómetros de longitud y cinco de anchura, a cambio de un lote de mercancías por valor de 300 dólares de la época, que incluía seis mosquetes, un barril de pólvora, otro de ron, una caja de sopa, cuatro sombreros, cinco paraguas y tres pares de calcetines.
Una vez concluido el acuerdo, los colonos de la isla de Sherbro comenzaron a llegar para establecerse en un nuevo poblado en la desembocadura del río Mesurado. Los indígenas cambiaron entonces de opinión y obligaron a uno de sus líderes, el rey Peter, a cancelar el acuerdo, pero los estadounidenses se negaron. Siguieron enfrentamientos sangrientos en los que los colonos, poco más de un centenar, se defendieron con fusiles y cañones de los asaltos de los indígenas.

Escudo y lema de la República de Liberia
Escudo y lema de la República de Liberia
Aurimages
En 1824, la nueva colonia adoptó el nombre de Liberia. Desde el otro lado del Atlántico, los navíos con libertos fueron llegando en un goteo continuo. Hacia 1847, su capital, Monrovia, contaba ya con cerca de 4.000 habitantes. No fue, sin embargo, una emigración masiva. Hasta 1867 se trasladaron a Liberia 12.000 libertos, una pequeña fracción del total de negros emancipados estadounidenses. Además, se establecieron allí unos 6.000 esclavos procedentes de los barcos esclavistas, principalmente portugueses, que eran interceptados en alta mar.
El año de la independencia
Los primeros líderes de la colonia fueron miembros blancos de la Sociedad, pero en 1841 fue elegido gobernador Joseph Jenkins Roberts, un mestizo nacido libre en Virginia, hijo de un plantador blanco y de una esclava negra. Para entonces, la Sociedad Americana de Colonización tenía crecientes dificultades para afrontar la carga financiera que suponía el mantenimiento de la colonia, y esta, además, se veía amenazada por la expansión colonial británica en la zona. Ambos factores llevaron a los colonos, en 1847, a declarar la independencia de Liberia. En octubre de ese año, Roberts fue elegido primer presidente de lo que fue la segunda república negra del mundo después de Haití. Gran Bretaña, Francia y el resto de naciones europeas reconocieron rápidamente la existencia del nuevo país, pero Estados Unidos no lo hizo hasta 1862, en plena guerra de Secesión, coincidiendo con la ley de emancipación general de los esclavos estadounidenses. Solo entonces fue aceptable recibir en Washington a un embajador negro.

Senado de la República de Liberia
Senado de la República de Liberia, en Monrovia, en un dibujo de 1856. Al igual que en EE. UU., en Liberia también existía una Cámara de Representantes.
Bridgeman / ACI
Liberia se dotó de una constitución inspirada en la de Estados Unidos, con un Parlamento elegido democráticamente y un sistema judicial independiente. Sin embargo, solo los américo-liberianos, como se llamaba a los liberianos llegados
de Estados Unidos o descendientes de estos, gozaban de plenos derechos, pese a que constituían apenas el dos por ciento de la población, formada por una inmensa mayoría de nativos. En 1869, los que se llamaban «verdaderos liberianos» fundaron el True Whig Party, el primer partido político de África, que gobernaría la República sin ninguna oposición hasta finales del siglo XX.
Una casta de libertos
Desde el principio, los colonos llegados de Estados Unidos se distinguieron radicalmente de los nativos. Hablaban inglés, practicaban el cristianismo y vestían a la manera europea, en contraste con la casi completa desnudez de los indígenas. Además, los colonos aprovecharon los lotes de tierras que les daban al llegar para crear «plantaciones» en las que emplearon a los negros liberados de los barcos esclavistas, llamados «congos», y a los nativos, una mano de obra barata a la que se podía incluso pagar en especie.

Edward Wilmot Blyden
Edward Wilmot Blyden, a la derecha de esta fotografía de 1866, emigró a Liberia tras ser rechazado por tres universidades de EE. UU. a causa de su raza. Más tarde desarrollaría la teoría panafricanista basada en el islam.
PVDE / Album
Los américo-liberianos crearon así un sistema de segregación semejante en algunos aspectos al del sur de EE. UU. Las tribus de la selva, que durante largo tiempo habían participado del sistema comercial de captura de esclavos, quedaron confinadas en ciertas regiones. Su descontento provocó frecuentes conatos de rebelión que fueron reprimidos duramente por los colonos. El lema que estos habían dado al país: «El amor de la libertad nos trajo aquí», dejó de lado durante largo tiempo a la mayoría de liberianos autóctonos.
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Mapa de África Occidental en 1851
Mapa de África Occidental en 1851, con la franja costera de la República de Liberia.
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Una mezcla de etnias
Antes de la llegada de los libertos norteamericanos, el territorio de Liberia estaba poblado por tres etnias principales: los kru y los grebo, originarios del centro de África y establecidos en la región en el siglo XII, y los mende, emparentados con los pueblos mandinga. Los mende, procedentes de Mali, fueron muy apreciados en el comercio de esclavos debido a su gran estatura.
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Matilda Newport
Detalle de un sello liberiano de 1975.
Alamy / ACI
La heroína
Matilda Newport fue una colona que en 1822, en un enfrentamiento con los nativos que asediaban Monrovia, encendió un cañón con su pipa. La élite liberiana la celebró como una heroína nacional.
Este artículo pertenece al número 234 de la revista Historia National Geographic.