Grandes descubrimientos

Las fabulosas estatuas de la gruta de Tiberio

En 1957, en la villa imperial de Sperlonga, se descubrieron los restos de cuatro espléndidos grupos escultóricos.

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Vista aérea de las ruinas de la villa de Tiberio y de la gruta con el estanque de peces delante.

foto: Shutterstock

En la playa de Sperlonga, unos cien kilómetros al sur de Roma, se pueden observar los restos de un edificio de época romana, una villa de placer que perteneció al emperador Tiberio, quien la utilizó durante la primera parte de su reinado (14-37 d.C.).
La villa se encuentra junto al promontorio de Ciannito, a cuyo pie se abre una gruta de grandes dimensiones y belleza espectacular. Fue el mismo Tiberio quien la transformó en un ninfeo, un espacio circular rodeado de agua y adornado con fuentes, usado como triclinio al aire libre o como pequeño santuario.

La caverna contenía una piscina circular de doce metros de diámetro, adornada con varios grupos escultóricos. Delante, había un estanque rectangular lleno de peces, y en el centro de éste se había construido un islote artificial donde el emperador celebraba banquetes rodeado de sus amigos.

Cronología

Estatuas en la gruta

IX-1957

El ingeniero Erno Bellante descubre los primeros restos de estatuas en Sperlonga.

X-1957

Empiezan las excavaciones y los habitantes impiden que los hallazgos se lleven a Roma.

VIII-1958 

Tras un año de trabajos, del ninfeo y del estanque se recuperan 6.000 objetos.

1963

Se abre en Sperlonga un museo para albergar las estatuas.

 

El descubrimiento

En el año 26 d.C. parte de la gruta se derrumbó. Suetonio cuenta que «estando Tiberio cenando cerca en una casa de campo llamada “la Gruta”, se desprendieron de la bóveda enormes piedras, que aplastaron a muchos convidados y esclavos ocupados en servirles». El emperador se salvó gracias a que Sejano, su ministro y hombre de confianza, lo protegió con su cuerpo. Tras el incidente, Tiberio abandonó la villa para trasladarse a Capri. Sus sucesores siguieron utilizándola hasta el siglo II, pero posteriormente fue cayendo en el abandono y parte de sus estructuras se usaron como necrópolis.

En cuanto a la cueva, abierta hacia el mar, siempre estuvo a la vista y se usó a menudo como refugio para embarcaciones. Al aproximarnos a nuestra época, varios autores informan de hallazgos esporádicos de esculturas en la cueva, a la que se conocía como «gruta de Tiberio».

La cueva de Tiberio

La cueva de Tiberio

La cueva de Tiberio, con la piscina circular y, en frente, el estanque rectangular en el que se encontraba la caenatio o comedor al aire libre donde Tiberio celebraba sus banquetes.

Foto: Shutterstock

Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo XX cuando comenzaron a realizarse excavaciones arqueológicas en su interior. La ocasión se presentó en 1957 con el inicio de las obras de construcción de la carretera que debía unir Terracina y Gaeta y que, cerca de Sperlonga, seguía el trazado de la antigua Via Flacca. El Ministerio de Cultura italiano encargó al arqueólogo Giulio lacopi la supervisión de los trabajos. En una primera inspección, el 23 de agosto, Iacopi observó que en el interior de la cueva quedaban restos de esculturas antiguas y se propuso llevar a cabo un examen más exhaustivo lo antes posible.

Pocos días después, recibió la visita del ingeniero Erno Bellante, director de las obras de la carretera. Según relataría más tarde Iacopi, Bellante le «dijo que le apasionaba la arqueología y se ofreció a ayudarme en mis investigaciones con los medios de que disponía». Ambos decidieron que el ingeniero se encargaría de explorar dos puntos cercanos a la carretera. 

Los habitantes de Sperlonga protestaron contra el traslado de los hallazgos a Roma

Bellante conocía las historias que se contaban en Sperlonga sobre el descubrimiento de mármoles antiguos en la gruta de Tiberio. Personaje polifacético y gran aficionado a la arqueología, el ingeniero sintió la curiosidad de desvelar lo que podía esconder la cueva, atraído por la información que proporcionaban las fuentes clásicas sobre la presencia del emperador Tiberio en Sperlonga. De esta manera, el 9 de septiembre, sin informar a Iacopi, comenzó por su cuenta las excavaciones en la gruta y, de inmediato, comenzaron a aparecer diversos restos de mármol que pertenecían, sin duda, a grupos escultóricos de época romana.

Bajo un estrato de tierra y arena, en el centro de la gruta apareció una estructura de mampostería, la antigua piscina circular, dentro de la cual se escondían la mayor parte de los hallazgos, arrojados allí en algún momento indeterminado para ampliar el espacio interior de la cavidad. El ingeniero realizó las excavaciones con una técnica digna del mejor arqueólogo, agrupando los objetos según el lugar donde habían sido hallados e indicando con una etiqueta los distintos tipos de materiales.

De dominio público

Una semana después, con Iacopi ausente e ignorante del hallazgo, Bellante informó a las autoridades arqueológicas y a los medios de comunicación. Al enterarse, Iacopi reaccionó con ira ante lo que consideraba la intrusión de «un excavador no autorizado», y a toda prisa exigió –y logró– recuperar el control de la excavación.

Mientras tanto, la noticia de los primeros hallazgos ya era de dominio público. Los fragmentos desenterrados por Bellante indicaban que se trataba de un descubrimiento sensacional, pero las expectativas crecieron de manera desmesurada cuando Iacopi, basándose en una inscripción griega en la que se mencionaba al escultor griego Agesandro, afirmó que las estatuas de Sperlonga eran nada menos que el original del grupo escultórico del Laocoonte, famoso por la copia que se descubrió en Roma en 1506. Sin embargo, la hipótesis de Iacopi pronto sería refutada por diversos especialistas.

El Paladio, estatua de culto a Palas Atenea

El Paladio, estatua de culto a Palas Atenea

El Paladio, estatua de culto a Palas Atenea. Museo de Sperlonga.

Foto: Scala, Firenze

La prioridad, en todo caso, era restaurar y recomponer las estatuas lo antes posible, y el servicio arqueológico italiano decidió que a tal fin los hallazgos se trasladarían a Roma, dado que, como decía Iacopi, se requerían «locales adecuados y dotados de las herramientas y los equipos necesarios» para la tarea. Pero cuando los camiones que debían transportar las piezas llegaron a la gruta, la encontraron atrancada con bloques de piedra. Toda la población de Sperlonga se había alzado contra lo que consideraba un robo. «Se produjo una batalla de bolas de barro contra los obreros que querían cumplir la orden de mandar los fragmentos al taller», decía un periódico local, mientras que el Corriere della Sera del 3 de octubre titulaba: «El Laocoonte no se toca».

La restauración 

Al final, el Ministerio de Educación decidió que los hallazgos permanecerían en Sperlonga y la calma volvió al pueblo. Los trabajos en la cueva prosiguieron a un ritmo vertiginoso. Una vez reunidos todos los fragmentos, unos 6.000 en total, empezaron a restaurarse en dependencias de Sperlonga para reconstruir las estatuas y comprender cuál era su ubicación original. Esta titánica empresa fue llevada a cabo por el arqueólogo Baldassare Conticello y por el escultor Vittorio Moriello. Su trabajo dio vida a los cuatro grupos que en la época de Tiberio decoraban el ninfeo de la gruta y que desde 1963 se exhiben en el Museo de Sperlonga. 

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Herencia de familia

La gruta de Tiberio días después del hallazgo de las estatuas.

La gruta de Tiberio días después del hallazgo de las estatuas.

La gruta de Tiberio días después del hallazgo de las estatuas.

Foto: Archivo Bellante

Hoy se sabe que la villa de Sperlonga perteneció a Aufidio Lurco, abuelo de Livia. Cuando Tiberio la heredó de su madre emprendió una amplia reforma, construyendo una fachada frontal a lo largo de la costa, organizada en pórticos y terrazas  escalonados.

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Las gestas de Ulises

El dibujo junto a estas líneas muestra la disposición del ninfeo de Tiberio en Sperlonga. Desde la caenatio 1, se podía admirar la decoración escultórica de la gruta, así como una estatua de Ganímedes raptado por el águila de Zeus situada en lo alto de la abertura de la cavidad 2. Dentro, cuatro grupos escultóricos tenían como tema las hazañas de Ulises. Los dos grupos monumentales remitían a episodios de la Odisea: Ulises y sus compañeros ciegan a Polifemo 3, y Escila ataca la nave de Ulises 4. Los otros dos grupos, con dos figuras cada uno, se basaban en el ciclo troyano y mostraban a Ulises sosteniendo el cuerpo de Aquiles 5, y el robo del Paladio por Ulises y Diomedes 6. Los cuatro grupos debían representar, respectivamente, la inteligencia, el valor, la piedad y la astucia de Ulises.

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Escenas de la historia de Ulises

Tiberio confió la decoración de su ninfeo a los escultores rodios Atenodoro, Agesandro y Polidoro, cuya firma se conserva en la nave del grupo de Escila. La decisión de dedicar un ciclo escultórico al héroe aqueo tenía como propósito exaltar a la gens claudia, a la que Tiberio pertenecía y que se creía que descendía de Telégono, hijo de Ulises y Circe.

En el museo de Sperlonga se exhibe esta reconstrucción en yeso del grupo de Polifemo, realizada tomando como base los fragmentos conservados. En el caso del cíclope éstos se reducen a la cabeza, una pierna, un pie, un brazo y una mano.

Ulises y Polifemo

El conjunto monumental del cegamiento del cíclope Polifemo estaba colocado al fondo de la gruta, sobre un podio fabricado a propósito. Presentaba una composición piramidal: Ulises 1, aparece en la parte superior; sujeta el palo por un extremo y dirige su punta llameante hacia el único ojo del cíclope 2. Dos compañeros 3, situados más abajo, sostienen el bastón. De Ulises, además de la mayor parte del cuerpo, se conserva la espléndida cabeza barbada con un píleo (un tocado de forma cónica), considerada una obra maestra del arte helenístico. Un tercer compañero 4, sostiene el odre de cabra que contenía el vino ofrecido al cíclope, y en su rostro se representa un terror casi paralizante. 

El grupo de Escila

El segundo grupo monumental, más fragmentario, se ha reconstruido sólo parcialmente. Representa a Ulises 1, a bordo de su barco en el momento en que lo ataca Escila, un monstruo con torso de mujer que no se ha conservado. Con su mano derecha, Escila agarraba la cabeza del timonel 2, que es representado en el momento de caer del barco. Su figura aún conserva restos de color en los labios y en los ojos. El cuerpo de Escila tenía en la parte trasera dos colas parecidas a anguilas, con las que rodeaba a dos de los compañeros de Ulises, y unos prótomos de perro en la parte delantera, que agarraban a otros
tres desdichados. 

 

Este artículo pertenece al número 230 de la revista Historia National Geographic.

 

Para saber más

Pared meridional de la tumba de Hotep-Uadjet

Excavaciones en Heracleópolis Magna

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