Procedente de los jeroglíficos

La escritura de la cultura de Meroe

En 1909, un británico descifró la escritura de un antiguo reino de Sudán, creada a partir de los jeroglíficos egipcios

Inscripciones meroíticas

Inscripciones meroíticas

Inscripciones meroíticas. En la página anterior, jeroglíficos en una pirámide de Meroe. Sobre estas líneas, estela con inscripciones meroíticas de la necrópolis de Sedeinga.

Foto: Ebrahim Hamid / AFP / Getty Images

A finales del siglo XIX, un joven británico llamado Francis Llewellyn Griffith decidió estudiar por su cuenta la lengua y la escritura del antiguo Egipto, una disciplina para la que la universidad de Oxford, donde estudió, no ofrecía una enseñanza específica. Además de la escritura jeroglífica propiamente dicha, Griffith se familiarizó con sus variantes simplificadas, la hierática y la demótica. Muy pronto desarrolló una capacidad asombrosa para la lectura e interpretación de textos y logró llamar la atención de Flinders Petrie, el más importante egiptólogo británico de la época, que lo acogió como discípulo y lo introdujo en la arqueología. 

 

Cronología

Escritura misteriosa

Siglo III a.C.

Empieza a utilizarse en Nubia la escritura meroítica cursiva, derivada de la jeroglífica.

50 a.C.

El historiador griego Diodoro Sículo describe el modo de escribir de los meroíticos.

Siglo V 

Última inscripción meroítica conocida. El alfabeto meroítico es sustituido por
el alfabeto copto.

1909

El filólogo Francis Llewellyn Griffith descifra la escritura meroítica.

 

En el curso de sus investigaciones, Griffith reparó en un conjunto de inscripciones que habían salido a la luz gracias a las excavaciones realizadas en Nubia desde mediados del siglo XIX, y que ya habían comenzado a ser estudiadas por especialistas como el prusiano Karl Richard Lepsius. En su mayoría procedían del yacimiento de Meroe: situado entre la quinta y la sexta cataratas del Nilo, entre los siglos III a.C. y el IV d.C. fue la capital de un reino floreciente. 

La civilización de Meroe era heredera de los nubios que hacia 715 a.C. conquistaron Egipto –donde establecieron la dinastía ku-shita, cuyos miembros son conocidos como los «faraones negros»– y que sólo unas décadas después retornaron a Sudán, donde crearon una monarquía impregnada por las costumbres, el arte, la religión y la cultura de Egipto. 

Inscripciones meroíticas

Inscripciones meroíticas

Inscripciones meroíticas, jeroglíficos en
una pirámide de Meroe. 

El modelo egipcio

Muestra de esta influencia son las innumerables inscripciones que adornan los monumentos de Meroe, escritas con jeroglíficos idénticos a los del Egipto faraónico. Sin embargo, en Meroe también se encuentran otros textos redactados en un tipo de escritura cursiva sin equivalente en el mundo faraónico. Hoy sabemos que se trata de un sistema de escritura propio de Meroe, que debió de crearse en torno al siglo III a.C. y que a inicios de la era cristiana había desplazado casi por completo la antigua escritura egipcia.

Con gran paciencia, Griffith se dedicó a examinar metódicamente los textos de Meroe con el objetivo de descifrar esta enigmática escritura. En el curso de su investigación se fijó en dos bases de altar idénticas en las que aparecía una inscripción escrita en jeroglíficos en una de las piezas:

meroe

meroe

Jeroglíficos del altar que encontró Griffith.

y en escritura meroítica cursiva en la otra: 

meroe2

meroe2

Ambos textos eran ininteligibles. Tan sólo se adivinaba que el texto jeroglífico debía leerse de izquierda a derecha, pues las figuras están mirando a la izquierda. Lo interesante eran las semejanzas entre ambos. Griffith interpretó que los puntos en vertical (⁝) de la inscripción jeroglífica servían para separar palabras y se correspondían con el doble punto (:) del texto meroítico. De ello se deducía que en ambos textos había dos palabras, una compuesta por seis signos y otra por cuatro. A continuación, Griffith estableció una equivalencia provisional entre los signos diferentes que aparecían en los dos textos. Así, 𐦅 era 𐦥 ;𐦃 era 𐦣, etcétera. En total pudo identificar siete signos o «letras» de la escritura meroítica. Examinando otras inscripciones de Meroe confirmó estas equivalencias y además identificó nuevos signos, hasta un total de 23 caracteres. 

A partir de este hallazgo, Griffith llegó a dos conclusiones. La primera era que en determinado momento los de Meroe habían decidido adaptar los jeroglíficos egipcios a sus necesidades, utilizándolos como base para un alfabeto propio. Entre los cientos de signos jeroglíficos de los egipcios se quedaron solamente con 23, aquellos que mejor representaban los sonidos propios de su lengua. Parece que los meroíticos anotaban sólo las consonantes de las palabras, aunque recientemente algunos estudiosos han aventurado que los símbolos tienen valor silábico. 

Griffith contabilizó asimismo los signos jeroglíficos utilizados por los meroíticos y se dio cuenta de que su número era el mismo que el de los signos cursivos. Ello le permitió llegar a la segunda conclusión: que los signos cursivos eran una versión simplificada, a base de trazos lineales, de los jeroglíficos originales, del mismo modo que en Egipto el demótico, una escritura cursiva de uso corriente, derivaba también de los jeroglíficos. 

 

Leer sin entender

El siguiente paso en el trabajo de Griffith fue identificar el valor fonético de los signos meroíticos. Para ello se apoyó en los cartuchos (el contorno oval que rodeaba algunos nombres jeroglíficos) de un soberano de Meroe y de su esposa, llamados respectivamente Neket-Amani y Amani-tare. Ambos nombres aparecían también en fuentes griegas y coptas, por lo que su pronunciación era bien conocida. En algunas inscripciones, los nombres de estos dos personajes aparecían escritos con los jeroglíficos usados en el Egipto faraónico, mientras que en otras fueron escritos con los jeroglíficos alfabéticos de Meroe. De este modo, Griffith pudo establecer la equivalencia fonética de los ocho jeroglíficos diferentes que aparecían en ambos cartuchos, como se ve a la izquierda. 

 

Cartuchos reales

Cartuchos reales

Cartuchos reales. En los nombres de estos dos reyes de Meroe, leídos de izquierda a derecha, el término Amón (Amani, en pronunciación meroítica) está escrito con jeroglíficos de valor alfabético.

Lo que no podemos es entender lo que significan

Gracias a los análisis de Griffith, hoy podemos leer las inscripciones meroíticas, es decir, podemos reproducir el sonido de las palabras.

Todos los esfuerzos realizados para descifrar la extraña lengua meroítica han sido en vano, por lo que el misterio sigue en pie. Ni siquiera el servicio secreto francés, que en la década de 1970 puso sus medios y especialistas a disposición de los egiptólogos, ha podido sacar nada en claro. 

 

¿Lengua del desierto?

Hoy sólo conocemos el significado de menos de cincuenta palabras meroíticas, y todas ellas gracias al análisis contextual, es decir, adivinando su sentido por el lugar que ocupan en el texto. Algunas se refieren a las relaciones familiares: hombre (abara), mujer (kadi/kandi), niño (dahe), hijo (mate, mase), madre (sate). Conocemos también el nombre de algunos animales –vaca (dime), toro (halabi), león (tanyi), perro (wale)– así como de algunos alimentos: carne (asara), pan (ata), agua(ato), leche (yer). También se han podido deducir las denominaciones de los puntos cardinales –norte (har), oeste (tenke), este(yirewake), sur (yireke)– y de algunas acciones: amar (take), masacrar (kede), viaje (sadaka).

Las pirámides enanas de Meroe

Las pirámides enanas de Meroe

Las pirámides enanas de Meroe son una muestra de la impronta egipcia en la antigua civilización meroítica.

Foto: Witold Skrypczak / Age Fotostock

 

Lo curioso es que casi ninguna de estas palabras se parece a ningún término perteneciente a otra lengua humana. El idioma tampoco tiene relación con las lenguas del entorno, ya sean de la familia afroasiática (que incluye a las lenguas semíticas, el egipcio antiguo y el copto, las lenguas bereberes y las habladas en el Chad o el Cuerno de África) o de la nilótico-sahariana. Ni siquiera se parece a otras lenguas del continente africano. 

Tras tantos años de investigación, sigue siendo válida la hipótesis de Francis Griffith, que ya en 1909 aventuró que los hablantes de esta lengua probablemente eran nómadas del desierto que se asentaron cerca del Nilo y quedaron admirados por la civilización de los antiguos faraones. Pero sólo se trata de una hipótesis que no se ha demostrado: la civilización de Meroe sigue muda y las obras levantadas por los faraones negros continúan encerrando un misterio aún sin resolver. Su lengua, la única que nos permitiría penetrar en ese mundo, sigue siendo indescifrable.

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Vestigios de una civilización perdida

 

Pirámides de Meroe

Pirámides de Meroe

Pirámides de Meroe a finales del siglo XIX. Grabado.

Foto: Look and Learn / Bridgeman / ACI

La civilización meroítica es el resultado de la fusión entre Egipto y el África negra nilótica. Nos ha dejado un buen número de restos arqueológicos, entre los que se cuentan varios templos en honor de dioses egipcios y nubios  y las aproximadamente 250 pirámides enanas  en las que se enterraba a los reyes y sus familias. En el siglo I a.C., el historiador Diodoro Sículo decía que los reyes de Meroe estaban sometidos a los sacerdotes, quienes practicaban ritos primitivos  y bárbaros, entre ellos sacrificios humanos. 

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Sistemas de escritura

Diploma militar en latín inscrito en una placa de bronce

Diploma militar en latín inscrito en una placa de bronce

Diploma militar en latín inscrito en una placa de bronce. Museo de Israel.

Foto: Bridgeman / ACI
Sistemas de escritura

Sistemas de escritura

Sistemas de escritura.

Inscripción en cursiva meroítica

Inscripción en cursiva meroítica

Inscripción en cursiva meroítica. Siglo I d.C.
Museo Egipcio, Múnich.

Foto: Peter Horree / Age Fotostock

Podría decirse que nuestro alfabeto, en última instancia, deriva de los jeroglíficos egipcios. Lo hace a través de la escritura protosinaítica, creada entre mediados y el último tercio del II milenio a.C., llamada así porque sus primeros testimonios fueron descubiertos en las minas de turquesazclavos de origen semita utilizaron una versión simplificada de los signos jeroglíficos para escribir su lengua. De esta escritura proceden casi todos los alfabetos surgidos en torno al Mediterráneo, como el hebreo, el árabe, el griego o el latín. La escritura meroítica, por su parte, no deriva directamente del jeroglífico, sino de las variantes cursivas de éste, el hierático o el demótico, y no ha dejado ninguna posteridad.

 

Este artículo pertenece al número 229 de la revista Historia National Geographic.

 

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