A mediados del siglo VII, unas tribus surgidas de la nada, los jázaros, unificaron las estepas del norte del Cáucaso dando lugar a un reino poderoso y cosmopolita. Hoy pocos lo recuerdan, pero aquel Estado tuvo una importancia crucial en la historia, al contribuir a preservar durante varios siglos el Imperio bizantino y frenar la expansión del Islam. Como escribió el historiador Douglas Dunlop, «es casi seguro que si no hubieran existido los jázaros la propia Bizancio se habría encontrado rodeada de árabes, y tal vez la historia de la Cristiandad y del Islam habría sido muy distinta a la que conocemos». El reino de Jazaria dominó el sureste de la Rusia europea, Crimea y el sur de Ucrania desde el siglo VII hasta mediados del siglo X. Los historiadores creen que fue su poderosa caballería la que impidió que los ejércitos de los sucesivos califas musulmanes, decididos a conquistar el mundo, invadieran y sometieran las llanuras orientales del Viejo Continente.
No es fácil saber quiénes fueron estos guerreros indómitos, puesto que no nos han llegado textos suyos de forma directa, aunque esta laguna se puede llenar parcialmente con los testimonios de los pueblos vecinos, muchos de ellos enemigos acérrimos de los jázaros. La única certeza es que este pueblo llegó al norte del Cáucaso hacia el siglo V, tras las hordas de los hunos. Como sucedía con frecuencia en las estepas de Asia, su migración respondía a la presión que otros pueblos –en este caso los ávaros y los sabir– ejercían sobre ellos. Algunos autores creen que hablaban una lengua ogúrica (originaria de la cuenca del Volga), similar a la de los húngaros, otro pueblo estepario que emigraría hacia el oeste entre los siglos V y VII, aunque probablemente acabaron hablando algún dialecto «turco-tártaro».
El reino del Norte
Los jázaros tuvieron que soportar la dominación de los hunos durante todo el siglo V y, más tarde, la de los turkut, o turcos occidentales, hasta que, a mediados del siglo VII, lograron hacerse con el dominio de lo que las fuentes musulmanas llaman «reino del Norte». El país alcanzó un sorprendente nivel en el ámbito arquitectónico, económico, cultural y artístico. Se puede decir que, en comparación con los atrasados nómadas de las estepas, los jázaros eran modernos y sofisticados. Eran los únicos que residían en auténticas ciudades, con viviendas de piedra, palacios y lugares de culto.

Sólido de oro del siglo VIII con las efigies de Constantino V (izquierda) y su hijo León IV el Jázaro.
Sólido de oro del siglo VIII con las efigies de Constantino V (izquierda) y su hijo León IV el Jázaro.
Foto: Album
El reino también contaba con una capital. La primera de la que se tiene noticia es Balanjar, en las estribaciones del Cáucaso. Con el inicio de las incursiones árabes, se fundó Samandar en la costa del mar Caspio y, por último, Itil, en el estuario del Volga, que es mencionada con frecuencia en las fuentes medievales. Ibn Fadlan, un viajero musulmán del siglo X, cuenta que estaba dividida en dos partes: una ocupada por el rey, su corte y los funcionarios, y otra que albergaba a los musulmanes. Esta comunidad estaría dirigida por
un oficial del rey, que llevaba el título de khaz.
Guerreros de élite
La fuerza de los jázaros residía en sus guerreros, un cuerpo de entre 7.000 y 12.000 soldados profesionales que en tiempos de paz mantenían a raya a las tribus sometidas y en tiempos de guerra constituían el núcleo de un ejército que podía sumar hasta 100.000 hombres. Los árabes, embarcados en la conquista de la región transcaucásica, experimentaron la eficacia de los combatientes jázaros en el campo de batalla con efectos devastadores. A pesar de dos largas guerras (642-654 y 722-737) y continuas incursiones en territorio jázaro, siempre fueron derrotados. La acción de los jázaros alivió la presión musulmana sobre los bizantinos. Los soberanos de Constantinopla eran muy conscientes de lo que debían a los jázaros. Por eso en el año 732, tras una clamorosa victoria jázara sobre los árabes, el futuro emperador Constantino V se casó con una princesa del «Norte». Su hijo, León IV, pasaría a la historia como León el Jázaro.
Embarcados en la conquista de la región, los árabes chocaron contra el formidable ejército jázaro y sus tropas siempre fueron derrotadas
La religión original de los jázaros era el tengrismo, un credo originario de las estepas euroasiáticas, extendido sobre todo entre las poblaciones turco-mongolas (que incluían a turcos, mongoles, búlgaros, hunos y quizá también húngaros). Basada en prácticas chamánicas, esta religión estaba centrada en el dios del cielo Tengri, al cual se ofrecían suntuosos sacrificios de caballos. Igual de importante era la veneración del fuego, el agua y la Luna. Los creyentes solían llevar amuletos solares.
Conversión al judaísmo
Hacia el año 740, el rey, la corte y la aristocracia del reino jázaro tomaron una decisión sorprendente: abrazaron el judaísmo. Según la tradición, esta conversión tuvo lugar durante el reinado de Bulan, tras una disputa teológica en la que participaron un filósofo griego, un sacerdote cristiano, un mulá y un rabino. Ante las insistentes preguntas del rey sobre la fe, el único capaz de dar respuestas concretas habría sido el representante judío. Como recompensa, el judaísmo fue elevado a la categoría de religión de Estado.
La decisión de Bulan fue seguida por sus sucesores, en especial por Abdías, que reinó entre los años 786 y 809. Sobre él tenemos el relato que nos dejó José, soberano jázaro del siglo X, según el cual Abdías «reformó el gobierno, reforzó la ley según la tradición y la costumbre, construyó sinagogas y escuelas y reunió a un gran número de sabios de Israel, a los que ofreció magníficos regalos de oro y plata y les hizo interpretar la Biblia, la Mishná y el Talmud». Esto sugiere que la conversión inicial de Bulan se limitó a una forma rudimentaria de judaísmo, y tan sólo con Abdías se introdujo la verdadera ortodoxia. Si esto fuera cierto, significaría que la adopción de la nueva fe fue un proceso lento y gradual.

Estepas. Los jázaros desplegaron su dominio en la región del Cáucaso. En la imagen, el monte Kazbek, en la cordillera Caucásica.
Estepas. Los jázaros desplegaron su dominio en la región del Cáucaso. En la imagen, el monte Kazbek, en la cordillera Caucásica.
Foto: Alamy / ACI
La pregunta que se plantea de forma espontánea es por qué los reyes jázaros tomaron esa decisión. La explicación de la disputa teológica no ha convencido a los historiadores, que se inclinan por otras lecturas. Para el historiador J. B. Bury, pionero de los estudios bizantinos a inicios del siglo XX, «sin duda, el rey tenía motivos políticos […]. Si hubiera abrazado la fe de Mahoma se habría convertido, desde el punto de vista espiritual, en un subordinado de los califas [...], mientras que en el ámbito cristiano el peligro era convertirse en un vasallo eclesiástico del Imperio romano. El judaísmo era una religión de gran reputación con libros sagrados respetados [...]. Una religión así situaba al rey por encima de los bárbaros paganos y lo ponía a salvo de las interferencias del califa y del emperador». En resumen, la conversión fue un acto político.
La conquista eslava
Los reyes jázaros fueron tolerantes con las otras creencias religiosas; los miembros de las tribus tuvieron la libertad de conservar el paganismo y sus ídolos, al igual que cristianos y musulmanes pudieron conservar sus libros sagrados. Entre los siglos VIII y X, este clima religioso favoreció el éxodo a Jazaria de gran número de judíos para escapar de las persecuciones iniciadas por los emperadores bizantinos. El cronista al-Muqaddasi cuenta que en «Jazaria hay un gran número de judíos», y no es el único autor que lo menciona. Estos exiliados llevaron consigo el arte y la artesanía, así como métodos más avanzados de agricultura y comercio. Y también el alfabeto hebreo, que se convirtió en la escritura de las clases más cultas en Jazaria.
El reino jázaro cayó a manos de la Rus de Kiev, un poderoso reino surgido en el siglo IX a orillas del Dniéper tras el asentamiento de algunas tribus vikingas. Tras dos décadas de guerras e incursiones, en el año 961 el príncipe Sviatoslav I invadió el país y se apoderó de las principales fortalezas. Ningún ejército pudo detenerlo e Itil fue conquistada en 968.
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Encrucijada comercial
Jazaria era una encrucijada comercial por la que transitaban grandes caravanas que transportaban esclavos y todo tipo de mercancías. La corte jázara cobraba el diez por ciento del valor de los productos que pasaban por su territorio. Las zonas fértiles se cultivaban con esmero: los árboles frutales y las vides estaban muy extendidos, y el vino de la región era famoso.
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Un rey oculto
El cronista Ibn Faldan escribía que «el rey de los jázaros sólo aparece en público una vez cada cuatro meses. Su mano derecha se llama Kagan Bek: a él le corresponde comandar y abastecer al ejército, dirigir el Estado, aparecer en público e ir la guerra».

Anillo de oro jázaro. Siglo VII d.C. Hermitage, San Petersburgo.
Anillo de oro jázaro. Siglo VII d.C. Hermitage, San Petersburgo.
Foto: Fine Art / Album
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Los jázaros, tribu judía
En 1975, Arthur Koestler, un famoso autor originario de una familia judía de Hungría, publicó La decimotercera tribu. El libro causó sensación. En él, Koestler defendía la tesis de que los judíos del este de Europa no eran de etnia semita, sino que procedían de los pueblos túrquicos del Cáucaso, concretamente de los jázaros. Según Koestler, tras el colapso de su reino, los jázaros convertidos al judaísmo habrían emigrado a Europa oriental, donde formaron la comunidad judía askenazí. Esta «hipótesis jázara», con la que Koestler trataba de desarmar el racismo antijudío, ha sido rechazada por todos los especialistas.

Ilustración del Pentateuco de Ratisbona, manuscrito iluminado askenazí del siglo XIV.
Ilustración del Pentateuco de Ratisbona, manuscrito iluminado askenazí del siglo XIV.
Foto: Bridgeman / ACI
Este artículo pertenece al número 227 de la revista Historia National Geographic.