Pintor de la Corte

Goya, escenas de la vida del siglo XVIII

En sus cartones para tapices, Goya representó las fiestas, los juegos y los galanteos de la sociedad madrileña en la que se instaló.

Autorretrato, realizado entre 1790 y 1795, donde Goya se representó pintando a la luz del día en su casa de Madrid. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

Autorretrato, realizado entre 1790 y 1795, donde Goya se representó pintando a la luz del día en su casa de Madrid. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

Foto: Oronoz / Album

En enero de 1775, Francisco Goya viajó a Madrid con su mujer Josefa Bayeu y un hijo de pocos meses que fallecería prematuramente, como todos sus descendientes a excepción de Javier. A sus 29 años, el pintor contaba ya con una significativa trayectoria artística. Formado en el taller de su padre, un modesto dorador, y luego en el del pintor zaragozano José Luzán, había hecho una larga estancia de estudios en Italia, donde se empapó de los modelos del arte antiguo y de la escuela pictórica italiana. A su vuelta a Zaragoza, su carrera despegó con dos importantes encargos de pintura religiosa para la basílica del Pilar y la cartuja de Aula Dei, cerca de Zaragoza, un trabajo este último en el que demostró su talento y su capacidad para ejecutar un proyecto de envergadura en solitario.

La vida de la Virgen María. La circuncisión es uno de los once murales que Goya realizó entre 1772  y 1774 para decorar la iglesia de la cartuja de Aula Dei, en Zaragoza.

La vida de la Virgen María. La circuncisión es uno de los once murales que Goya realizó entre 1772 y 1774 para decorar la iglesia de la cartuja de Aula Dei, en Zaragoza.

Foto: Oronoz / Album

Cronología

Escenas para un príncipe

1746

Francisco Goya nace en Fuendetodos, donde su padre trabaja como dorador. A los seis años se traslada a Zaragoza.

1769-1771

Goya reside en Roma para completar su formación y estudiar sus monumentos y a los maestros italianos.

1775

El pintor se traslada a Madrid, donde realiza sus primeros encargos para la Real Fábrica de Tapices.

1786

Mientras compagina su trabajo para la Fábrica de Tapices con otros encargos, es nombrado pintor del rey.

1792

Tras realizar su último cartón, La boda, Goya padece problemas de salud que le causan una sordera permanente.

1799

El prestigio de que goza en la corte hace que sea designado primer pintor de cámara por Carlos IV.

Pese a ello, la aspiración de todo pintor español de talento era triunfar en Madrid y lograr allí el reconocimiento de la corte. Goya ya había ido a la capital de la monarquía en 1763 y en 1766 para presentarse sin éxito a los concursos convocados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1775, en cambio, llegaba con un encargo bajo el brazo: el de realizar una serie de pinturas para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Es probable que el empleo lo hubiese conseguido gracias a su cuñado Francisco Bayeu, quien lo habría recomendado a Anton Raphael Mengs, en aquel momento supervisor artístico de la Fábrica.

Madrid en el siglo XVIII. Desde 1779, y durante dos décadas, Goya residió en una casa cerca de la Puerta del Sol. En esta página, plano topográfico de Madrid en 1769.

Madrid en el siglo XVIII. Desde 1779, y durante dos décadas, Goya residió en una casa cerca de la Puerta del Sol. En esta página, plano topográfico de Madrid en 1769.

Foto: Jordi Moliner Blanch / Museo Arqueológico Nacional

Fundada por Felipe V en 1721, la Real Fábrica de Tapices experimentó un importante aumento de su producción en torno a 1770 por los encargos de la familia real, que requería nuevos tapices para decorar y a la vez aislar del frío las estancias de sus palacios en el campo. Los tapices reproducían composiciones realizadas previamente por pintores en cartones pintados al óleo, la tarea para la que Goya fue llamado a Madrid.

Una puerta monumental. Carlos III decidió derribar la antigua puerta de Alcalá, del siglo XVI, para levantar esta imponente entrada, convertida en un símbolo de su reinado.

Una puerta monumental. Carlos III decidió derribar la antigua puerta de Alcalá, del siglo XVI, para levantar esta imponente entrada, convertida en un símbolo de su reinado.

Foto: John Greim / AGE Fotostock

Durante los primeros diez años al servicio de la Real Fábrica, el artista aragonés no disfrutó de una gran consideración social ni económica. No tenía un sueldo fijo, sino que cobraba por cada cartón que pintaba. Por ello debió realizar otros encargos que le permitieron vivir más desahogadamente y que le granjearon importantes contactos para proseguir su ascenso profesional. Hizo grabados, pintura religiosa –el fresco de la cúpula Regina Martyrum en la basílica del Pilar de Zaragoza, un cuadro para la basílica de San Francisco el Grande de Madrid–, retratos de ministros, nobles y banqueros... Todas estas obras hicieron que fuera cada vez más valorado en la corte, hasta convertirse en primer pintor de cámara en 1799.

Durante los primeros diez años al servicio de la Real Fábrica, el artista aragonés no disfrutó de una gran consideración social ni económica. Al principio, ni siquiera tenía un sueldo fijo en la Fábrica de Tapices

Algunos de los tapices diseñados por Goya para el palacio del Pardo cuelgan en la actualidad de las paredes del salón Goya, antigua primera antecámara del rey.

Algunos de los tapices diseñados por Goya para el palacio del Pardo cuelgan en la actualidad de las paredes del salón Goya, antigua primera antecámara del rey.

Foto: Oronoz / Album

Temas populares

Los cartones de Goya para la fábrica de tapices podrían parecer una obra secundaria. De hecho, en el siglo XVIII lo que realmente tenía importancia eran los tapices, que lucían sobre las paredes, a veces enmarcados o con decoraciones en torno a ellos. Se solían lavar dos veces al año con agua del río para evitar que se deterioraran a causa de las polillas. En cambio, una vez tejido el tapiz, la pintura en la que se había basado se almacenaba, cuando no se destruía. En el caso de los cartones de Goya, se enrollaron y se guardaron en la Real Fábrica, donde cayeron en el olvido hasta que en 1858 se trasladaron al Palacio Real y de ahí al Museo del Prado.

Primer autorretrato conocido de Goya (1773 - 1775).

Primer autorretrato conocido de Goya (1773 - 1775).

Foto: Oronoz / Album

Para Goya, sin embargo, esos cartones fueron una oportunidad de desarrollar su personalidad artística. Sus óleos suscitaron no pocos problemas entre los trabajadores de la Real Fábrica, quienes se lamentaban con frecuencia de que les resultaba complicado pasar la imagen del cartón al tapiz por la complejidad de ciertos detalles e incluso por la pincelada un tanto suelta con que Goya ejecutaba algunas de sus partes.

Página del cuaderno italiano en la que Goya anota su partida a Madrid el 3 de enero de 1775.

Página del cuaderno italiano en la que Goya anota su partida a Madrid el 3 de enero de 1775.

Foto: Museo Nacional del Prado

En cuanto a los temas, si en el pasado los tapices solían tener argumentos épicos e históricos, en los años en que Goya trabajó para la Real Fábrica se introdujeron escenas de la vida cotidiana que evocaban la realidad contemporánea, especialmente la de Madrid. Los cartones goyescos representan casi siempre situaciones alegres, a menudo inspiradas en la literatura costumbrista del momento, como los sainetes de Ramón de la Cruz. En ellos conviven las clases populares –los majos y las majas, las naranjeras, las lavanderas y los gitanos, provistos muy a menudo de una encendida expresividad– con la burguesía y la nobleza, caracterizadas por su manera afrancesada de vestir y sus gestos elegantes.

Vista de una calle de Madrid. Boceto de Francisco Goya. Hacia 1796-1808. Museo del Prado, Madrid.

Vista de una calle de Madrid. Boceto de Francisco Goya. Hacia 1796-1808. Museo del Prado, Madrid.

Foto: Album

Las escenas son generalmente alegres y despreocupadas: partidas de caza –práctica muy del gusto de los Borbones–, inocentes diversiones del pueblo, el efímero mundo de la infancia, las múltiples formas de la seducción amorosa… Sin embargo, en algunos cartones Goya introdujo notas menos ingenuas: pícaros a punto de engañar a alguien, formas veladas de prostitución e incluso, ya durante los últimos años, escenas en las que se atisba una crítica social.

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Qué bien se vive en Madrid

En una carta de 1785 a un amigo de Zaragoza, Goya le manifestaba «lo loco de contento que estoy de vivir aquí», esto es, en Madrid: «Aquí se vive, y no en otro puesto de España». Esa satisfacción tenía que ver con las amistades de postín que hizo en la cortey con las múltiples atracciones que ésta ofrecía, desde la música, tanto clásica como popular, hasta la caza, para la que el pintor tenía perros.

Goya también pudo cultivar en Madrid su afición por los toros; en una carta de 1778 discute con el mismo amigo aragonés sobre quién es mejor torero, Pedro Romero o Costillares, las dos estrellas taurinas del momento. Pero quizá lo que más le gustaba era pasearse en su lujosa carroza, un «birlocho a la inglesa» que se compró en 1786 y que hacía que la gente se parara a mirarlo.

 Goya plasmó la violencia de las corridas en sus estampas sobre la tauromaquia. En esta lámina, el picador hiere mortalmente al toro, que clava su asta en el caballo.

Goya plasmó la violencia de las corridas en sus estampas sobre la tauromaquia. En esta lámina, el picador hiere mortalmente al toro, que clava su asta en el caballo.

Foto: Metropolitan Museum / Album

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Al servicio de los Borbones

Bajo estas líneas, medalla de plata con los bustos de Carlos III y de su hijo el príncipe de Asturias (futuro Carlos IV) y su esposa. Todos ellos patrocinaron el arte de Goya en la corte real.

Medalla de plata con el busto de Carlos III y su familia.

Medalla de plata con el busto de Carlos III y su familia.

Foto: ASF / Album

Ver reportaje multimedia con el análisis de los cartones de Goya

Este artículo pertenece al número 214 de la revista Historia National Geographic.