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En noviembre de 1945, el altamente reputado historiador Isaiah Berlin se dirigió a San Petersburgo –entonces llamada Leningrado, en honor del líder de la revolución rusa Lenin– porque le habían comentado que en sus librerías se encontraban los mejores depósitos de publicaciones del período prerrevolucionario. Una vez allí se citó con el crítico e historiador Vladímir Orlov y le preguntó si conocía el paradero de la gran poeta Anna Ajmátova, a quien el régimen estalinista había mantenido recluida y en silencio durante décadas.
Unos días después cruzó con Orlov el puente Anichkov, con sus estatuas de bronce de caballos, hasta llegar frente a un destartalado palacio del siglo XVIII en el número 44 canal Fontanka. Allí, en una oscura habitación de un piso de la tercera planta,vivía la gran poeta rusa. La encontró recostada en un diván, en una imagen que le recordó el dibujo que le había hecho Amadeo Modigliani años atrás, con su porte majestuoso, pese al pelo cano y un chal blanco que le cubría los hombros.
Durante la conversación se movía por la cocina, preparando una especie de potaje, el hijo que Ajmátova tuvo con el poeta Nikolai Gumilev, ejecutado en 1921 bajo la acusación de conspirar contra Lenin. También el hijo, llamado Lev, había sido detenido varias veces, la última en 1938, acusado no se sabe muy bien de qué, quizá de ser un ruso inteligente. Fueron diecisiete meses de prisión en los que nunca se supo si estaba vivo o muerto. Durante todo el tiempo de la conversación entre Ajmátova y Berlin, no dijo una sola palabra. Permaneció en la cocina, distraído con lo que estaba haciendo. Luego, de regreso a Londres, Berlin supo que era medievalista.
Gumilev escribió la historia de Gengis como parte de una gran historia sobre el reino imaginario del Preste Juan en Asia
El Preste Juan
Lev Nikolaevich Gumilev, en efecto, fue hasta su muerte en 1992, a los ochenta años, uno de los más insignes medievalistas del siglo XX y un experto de renombre mundial en los mongoles, de cuya herencia se sentía orgulloso. Entre sus múltiples libros publicó uno realmente digno de situarse entre las grandes obras de la historiografía del siglo XX: La búsqueda de un reino imaginario (1970), el mejor relato sobre el mundo de la estepa y la aparición y esplendor de los mongoles.
Gumilev sitúa la historia junto a la leyenda referente al reino del Preste Juan, un cristiano nestoriano que dirigía al pueblo uigur y cuya existencia llegó a la corte del emperador Federico I Barbarroja, dando lugar al comentario del gran historiador y cronista del siglo XII Otón de Freising. Fueron años de sumo interés sobre lo que sucedía en las tierras que los autores clásicos situaban al este del río Oxus, el Amu Daria actual: las inmensas tierras del Turquestán, que hoy comparten diversos países de la zona (Uzbekistán, Kirguistán, Tayikistán).
La figura de un rey-sacerdote llamado Juan aparece en textos persas, árabes, latinos y rusos, y lo ubican en un hipotético reino, situado en tierras de los uigures; esas historias llenaron de colorido las leyendas que enmarcan los primeros pasos del hijo de Yesugei Bahadur, Temujin, en sus luchas con los naimanos, sobre todo desde que en 1182 adoptó el título de Gengis Kan.
Con el paso del tiempo, la Historia secreta de los mongoles dio un sentido a todo ese enredado mundo de la estepa, de guerreros montados en briosos caballos que se alimentaban de la hierba que crecía cada primavera en aquellos parajes. Lev Gumilev salvó su alma del acoso de los malvados gracias a que pudo escribir la historia de Gengis Kan como parte de una gran historia sobre el reino imaginario del Preste Juan.
Este artículo pertenece al número 194 de la revista Historia National Geographic.