Los antiguos egipcios consideraban que las momias eran cuerpos inviolables, que debían preservarse intactos para la vida en el más allá. Sin embargo, la momia de Seqenenre Taa (o Tao) II, uno de los grandes reyes egipcios de la dinastía XVII, no llegó intacta a la otra vida. Tras su descubrimiento en 1881, los análisis pronto revelaron que el cráneo del faraón presentaba una grave herida, indicio indudable de una muerte violenta. Recientemente, un nuevo estudio a cargo de Sahar N. Saleem, miembro del departamento de Radiología de la Universidad de El Cairo, y del conocido egiptólogo Zahi Hawas ha arrojado nueva luz sobre las circunstancias en que el monarca encontró la muerte.
Cronología
Asiáticos frente a egipcios
Hacia 1640 a.C.
Inicio de la XVII dinastía, compuesta por reyes tebanos que gobiernan un Egipto fragmentado territorialmente.
Hacia 1585 a.C.
Los hicsos, procedentes del Próximo Oriente, se hacen con el control político de Egipto y fundan la dinastía XV.
Hacia 1555 a.C.
Tiene lugar la muerte violenta del rey Seqenenre Taa a manos de los hicsos. Le sucede en el trono Kamose.
Hacia 1550 a.C.
Empieza el reinado de Ahmose, un hijo de Seqenenre. Posible regencia de la reina Ahhotep.
Hacia 1530 a.C.
Ahmose vence a los hicsos, cuyos reyes son derrocados y expulsados de Egipto. Empieza la dinastía XVIII.
El dominio asiático
La vida del rey Seqenenre Taa se enmarca en uno de los períodos más complejos de la historia de Egipto, el llamado Segundo Período Intermedio. El hecho fundamental de este momento histórico fue la llegada a Egipto de los hicsos, un pueblo de origen asiático, probablemente semita. Aprovechando el debilitamiento del poder de los reyes egipcios de la dinastía XIII, los hicsos se hicieron primero con el control del Bajo Egipto, estableciendo su capital en Avaris (actual Tell el Dab’a), y poco a poco ampliaron sus dominios hasta llegar a controlar gran parte del país del Nilo y crear una dinastía propia, la XV. Paralelamente, en Tebas, la capital del Alto Egipto, subsistió una dinastía faraónica «legítima», situada entre los asiáticos que ocupaban el norte y un pequeño reino independiente al sur, en Kush.

Vías de la expansión hicsa hacia Egipto.
Foto: eosgis.com
Tradicionalmente, el Segundo Período Intermedio se ha visto como una época oscura, marcada por la invasión violenta y masiva de los hicsos. Hoy, en cambio, no se considera como una época tan negativa para Egipto y la presencia de los hicsos se ve más bien como un proceso de progresiva infiltración. Se trató de una época en la que convivieron varias entidades políticas y étnicas en Egipto, y durante la cual este país mantuvo intensos contactos con otros poderes del Mediterráneo oriental y del Próximo Oriente. Además, los hicsos legaron a los egipcios avances técnicos importantes, en particular en el ámbito bélico, como el carro de guerra tirado por caballos, el arco compuesto y el uso del bronce en lugar del cobre, así como el torno de alfarero o nuevos métodos del trabajo de la plata.
Aun así, tras un período de convivencia relativamente pacífica entre hicsos y egipcios, sin conflictos bélicos relevantes, en cierto momento los egipcios se lanzaron a la reconquista de los territorios al norte de Tebas. Los motivos concretos del inicio de esta ofensiva tebana contra los hicsos no están claros, pero parece evidente que respondía al deseo de restablecer el dominio político y económico egipcio sobre todo el país del Nilo. Algunos estudiosos apuntan que el gobierno de los hicsos pudo haberse debilitado tras la erupción volcánica de la isla de Thera (la actual Santorini), que afectó a todo el Mediterráneo y trastornó el sistema de relaciones comerciales.

Asiáticos representados en una tumba de Beni Hasan, en el Egipto Medio. Grabado de H. Roux. Siglo XIX.
Foto: Bridgeman / ACI
Seqenenre Taa II fue una figura clave en la reacción de Tebas contra el predominio de los hicsos. Un documento escrito tres siglos más tarde recoge la historia de una disputa entre Seqenenre y Apopis, un poderoso rey hicso al que pagaba tributo todo Egipto. Se decía que, molesto por el ruido que hacían los hipopótamos de Tebas, que no le dejaba dormir, Apopis escribió a Seqenenre una carta para quejarse. Aunque la historia se ha conservado incompleta, es probable que haga referencia al inicio de la guerra entre egipcios e hicsos.
La arqueología ha confirmado que fue bajo Seqenenre Taa cuando estallaron las tensiones entre Tebas y Avaris. En Deir el-Ballas, al norte de la antigua Tebas, se han hallado los restos de un palacio que corresponde al reinado de Seqenenre II y sus sucesores inmediatos. Se cree que el lugar sirvió de punto defensivo estratégico durante la época de lucha contra los hicsos, puesto que se abandonó después de que éstos fueran derrotados y expulsados de Egipto.
El rey muere en combate
En el curso del enfrentamiento entre hicsos y egipcios se produjo la batalla que le costó la vida a Seqenenre Taa. La participación personal de un monarca en un hecho de armas no tiene nada de sorprendente en el Egipto de la época. Los faraones se definían por su misión guerrera y conquistadora, y el coraje individual era una parte de su carácter que se manifestaba incluso en el nombre del soberano. En el caso de Seqenenre, Taa (o Tao) era su nombre de nacimiento y significa «Thot es grande», mientras que «Seqenenre», el nombre de coronación, quiere decir «aquel a quien Re ha hecho valiente».

Sello hicso. Contiene el nombre de un faraón hicso dentro de un cartucho (como se llama a la representación de una cuerda que lo rodea). Louvre, París.
Foto: C. Larrieu / RMN-Gran Palais
Sin embargo, carecemos de datos sobre la batalla en cuestión. Cabe suponer que tuvo lugar en algún punto entre la fortaleza egipcia de Deir el-Ballas y la capital hicsa Avaris, y que los egipcios fueron derrotados dado que su rey resultó muerto. Sobre este último hecho contamos con los indicios que nos proporciona su maltrecha momia. Los análisis muestran no sólo que Seqenenre sufrió una muerte violenta, sino que fueron los hicsos quienes se la infligieron. En efecto, en la momia se detectan cinco heridas realizadas por diversos tipos de armas. El análisis de distintas armas de bronce fabricadas por los hicsos y encontradas en su capital, Avaris, conservadas actualmente en el Museo Egipcio de El Cairo, revela que las heridas de la momia de Seqenenre Taa son compatibles con ese tipo de armamento. Los hicsos eran excepcionales fabricantes de armas de metal; de hecho, en su capital, Avaris, se han encontrado moldes de fabricación de armamento en metales, así como extraordinarios ejemplos de piezas de orfebrería, dagas o hachas halladas en sus tumbas.

Avaris, la capital hicsa. Recreación artística a partir de las ruinas del yacimiento de Tell el Dab’a.
Foto: Balage Balogh / Scala, Firenze
El gran número de heridas que se detectan en la momia podría deberse a los golpes de diferentes armas hechos por distintos atacantes, o bien al ataque de un mismo enemigo desde distintas posiciones. A partir de esta evidencia, algunos autores han sugerido que Seqenenre fue herido mortalmente mientras combatía. Sin embargo, otros investigadores plantean un escenario diferente. Llaman la atención sobre una herida mortal en la frente que probablemente fue resultado de un fuerte golpe asestado con un hacha o una espada que le atravesó el cráneo. El análisis óseo permite concluir que el golpe se dio desde una posición elevada, quizá cuando Seqenenre estaba arrodillado.

Las moscas del valor. En la tumba de la reina Ahhotep se descubrió este collar de oro con tres moscas, una condecoración al valor mostrado por la soberana en la lucha contra los hicsos. Museo Egipcio, El Cairo.
Foto: DEA / Getty Images
A esta conclusión se suma otro dato igualmente revelador: los rayos X muestran evidencias de que las manos del faraón habían sido atadas a la espalda. Todo ello sugiere que el rey pudo ser capturado, quizás en el propio campo de batalla, y que fue maniatado para evitar que escapase o agrediera a sus oponentes. Más tarde, el soberano cautivo habría sido ajusticiado por los hicsos, quienes lo habrían mantenido arrodillado antes de descargar sobre su cabeza el golpe mortal. Algunos investigadores han defendido recientemente que el rey pudo haber sido sacrificado siguiendo prácticas típicas del Próximo Oriente, en concreto del pueblo amorreo.
Entierro real
También hay debate sobre el modo en que fue momificado el faraón. La tesis tradicional mantenía que, tras la muerte de Seqenenre Taa en batalla, los hicsos habrían devuelto a los egipcios el cuerpo del monarca en señal de respeto y que éste fue momificado de forma muy apresurada, incluso en el mismo campo de batalla. Sin embargo, las nuevas investigaciones revelan que su cuerpo fue cuidadosamente momificado, de un modo que sólo era posible llevar a cabo en los talleres reales de momificación de Tebas.

Deir el-Bahari. En la necrópolis real de Tebas, en el mismo lugar donde la reina Hatshepsut se hizo construir el gran templo funerario que vemos aquí, se hallaba el lugar en el que se depositaron los restos de Seqenenre Taa. El escondrijo de momias se conoce hoy como «Valle de la Cachette Real».
Foto: UWE Skrzypczak / Alamy / ACI
Por ejemplo, los embalsamadores ocultaron las heridas en la cabeza de Seqenenre usando una pasta cosmética especial. Por otra parte, la momia del rey presenta una inclinación lateral inhabitual en las momias faraónicas. Cabe pensar que adquirió esta posición desde el momento de la muerte o durante el largo viaje hasta Tebas, y luego los embalsamadores tebanos no pudieron darle la tradicional posición supina con los brazos cruzados sobre el pecho. Como quiera que fuese, el cuerpo sin vida del faraón fue honrado en Tebas según el protocolo funerario egipcio. Podemos suponer que su viuda y sus hijos se lamentarían por su muerte en los funerales, quizás acompañados de plañideras, mujeres encargadas del ritual del duelo que lloraban al difunto hasta su lugar de enterramiento.
El periplo de la momia
La lucha contra los hicsos prosiguió durante los reinados de los hijos de Seqenenre Taa: Kamose y, sobre todo, Ahmose. La madre de éste, Ahhotep, actuó unos años de corregente debido a que su hijo era pequeño cuando heredó el trono. El esfuerzo de madre e hijo fue fructífero: al parecer, la reunificación total de Egipto tuvo lugar en la última década del reinado de Ahmose, en torno a 1530 a.C., culminando la reconquista del territorio. Por ello este rey es considerado el primer gobernante de la dinastía XVIII, que dio paso al período del Reino Nuevo o Imperio Nuevo.

Cabeza de un rey de principios de la dinastía XVIII, tal vez Ahmose o su hijo Amenhotep I. Museo de Brooklyn, Nueva York.
Foto: Bridgeman / ACI
Seqenenre Taa no llegó a ver un Egipto reunificado y en paz, pero no cabe duda de que dio el impulso decisivo para que ese objetivo se hiciera realidad. Durante largo tiempo sus restos descansaron en una Tebas próspera y segura. No conocemos la ubicación exacta de su tumba, que seguramente se localizaba en la zona de Dra Abu el-Naga, lugar de enterramiento de los monarcas de la dinastía XVII. Así lo relata un papiro egipcio de época posterior, en el cual se menciona una especie de «auditoría de tumbas» –una inspección de enterramientos reales– datada en tiempos de Ramsés IX. Ese papiro menciona que la tumba de Seqenenre y la pirámide de adobe que la ornaba se encontraban intactas y a salvo de los frecuentes pillajes de la época.

Estela de Kamose. En ella se glosan las victorias militares egipcias sobre los hicsos. Fue descubierta en el templo de Karnak.
Foto: DEA / Getty Images
Cinco siglos más tarde, la momia de Seqenenre Taa fue trasladada a una tumba colectiva dentro de la misma necrópolis real de Tebas, la llamada cachette («escondrijo») real de Deir el-Bahari, junto con los restos de otros faraones del Reino Nuevo. En 1881, el Servicio de Antigüedades egipcio tuvo conocimiento de la existencia de esa tumba con momias reales, y para ponerlas a salvo de los saqueos decidió extraerlas en apenas unas cuantas horas. La momia de Seqenenre fue sacada de la tumba de Deir el-Bahari y conducida por barco de nuevo hacia el norte, para exponerla en el Museo Egipcio de El Cairo.

Funerales de estado. En esta imagen se muestra el vehículo que lleva la momia de Seqenenre Taa a su nuevo emplazamiento en el marco del desfile organizado por las autoridades egipcias para trasladar a las momias reales al nuevo Museo Nacional de la Civilización Egipcia, en El Cairo.
Foto: Getty Images
El descanso eterno del valeroso rey se ha visto interrumpido recientemente, pero esta vez para recibir un verdadero funeral de Estado. En abril de 2021, su momia, a bordo de una llamativa carroza y en medio de fuertes medidas de seguridad, encabezó la comitiva de 22 momias reales trasladadas desde el Museo Egipcio de El Cairo hasta el nuevo Museo Nacional de la Civilización Egipcia. El acontecimiento fue retransmitido y visto por millones de personas a través de la televisión o de canales como Youtube, en un homenaje póstumo que Seqenenre Taa nunca podría haber llegado a imaginar.
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Hacha de Ahmose, del ajuar de la reina Ahhotep. detalle de la hoja. Museo Egipcio, el Cairo.
Foto: AKG / Album
La extraña hacha del faraón Ahmose
En la tumba de la reina Ahhotep, esposa de Seqenenre Taa, en Dra Abu el Naga (Luxor), se encontró un rico ajuar funerario de piezas de oro y plata: collares, pendientes, colgantes, armas ceremoniales, maquetas de barcos en plata... Entre ellas destaca un hacha fabricada con madera, cobre, oro y otros materiales preciosos. Uno de sus lados está decorado con el nombre de Ahmose, hijo de Seqenenre, y una imagen del mismo Ahmose derrotando a los enemigos. También se ve un curioso animal mitológico: un grifo, con un cuerpo híbrido de águila y de león, con las alas extendidas. Llama la atención que esté representado al estilo del arte minoico, característico de la isla de Creta, con la que Egipto mantuvo relaciones diplomáticas y comerciales durante la dinastía XVIII.
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La cabeza de la momia de Seqenenre muestra los golpes que recibió el monarca.
Foto: Getty Images
Las marcas del ensañamiento
Llama la atención que las cinco heridas de la momia de Seqenenre Taa se hallen en la cabeza, principalmente en la frente y el rostro. Sus agresores parecen haberse ensañado con su cara, quizá con la intención de destruirla para que su momia quedase desfigurada, casi irreconocible. Este tipo de destrucción se asemeja a la que sufrían las esculturas cuando se quería borrar la memoria de un personaje: los rostros de esas efigies eran destrozados, y los nombres de sus propietarios, destruidos con cincel para borrar así su memoria en un proceso que se conoce como damnatio memoriae («condena de la memoria»).
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La reina Ahhotep recupera el cuerpo de su marido Seqenenre. Ilustración perteneciente a ‘The Hutchinson history of the world’. 1915.
Foto: Bridgeman / ACI
¿Crimen, muerte en combate o ejecución?
El examen de la momia de Seqenenre Taa II ha dado lugar a varias tesis sobre cómo se produjo su muerte, desde que fue asesinado mientras dormía en su palacio hasta que murió en el curso de una batalla contra los hicsos o fue ejecutado por éstos después de haber sido hecho prisionero.
Mientras dormía en su palacio
El hecho de que la momia repose sobre su lado derecho ha hecho pensar a algunos autores que el faraón fue asesinado mientras dormía en su cama. Señalan además que los golpes en la cabeza vinieron del lado derecho. Sin embargo, análisis posteriores muestran que los golpes que acabaron con la vida de Seqenenre Taa vinieron de todas las direcciones, lo que invalida la reconstrucción.
Caído en el curso de la batalla
A partir de un análisis radiológico del cráneo de la momia, en 1974 dos egiptólogos sostuvieron que el rey murió mientras conducía un carro, en pleno combate contra los hicsos. Seqenenre habría recibido un golpe por detrás, y un segundo golpe bajo el ojo cuando giró la cabeza para mirar a su atacante. Luego recibiría dos golpes más, uno en la frente y otro en la base de la nariz.
Ejecutado por sus captores
En 2009, el egiptólogo Ian Shaw planteó la tesis de que el faraón fue capturado y ejecutado. Siguiendo esta hipótesis, Zahi Hawass y Sahar Saleem, en su estudio publicado a principios de 2021, sostenían que Seqenenre recibió un golpe en el cráneo cuando estaba de rodillas y maniatado. Luego, ya tendido en el suelo, fue rematado con hachas, lanzas y palos.
Este artículo pertenece al número 211 de la revista Historia National Geographic.